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Por Lorena Loeza 

Los zombies se encuentran  al filo de la  existencia, tanto la individual como la colectiva. Un híbrido entre la vida y la muerte en donde el volver de la tumba pierde el lado romántico y trágico que envuelve a los vampiros -por ejemplo- para mostrar el lado más salvaje de la condición humana.  

Todo un nicho para el género de terror, también invade relatos de ciencia ficción y suspenso.  Su naturaleza expansiva lo lleva a reinventar las premisas de escenarios apocalípticos y a contar historias de supervivencia con un toque “gore”, que con el tiempo demostraría  ser una combinación muy  efectiva. 

Los zombies son una construcción cultural compleja porque no parecen tener un origen único en las creencias populares. Por un lado, está la idea de que la religión Voodo – practicada por los esclavos de Sudamérica provenientes de África- podría por medios de ritos ancestrales celosamente guardados, regresar a los muertos a la vida para someterlos como esclavos sin voluntad más allá de la muerte.  La asociación con el contexto social de estas creencias resulta más que  obvia. Estamos hablando de las prácticas religiosas de grupos sometidos a esclavitudes feroces e inhumanas, por lo que pensar que después de muerto seguirías siendo un esclavo sin voluntad propia, es como para aterrorizar a cualquiera.  

Pero los zombies no solo pueden ser producto de pactos con entidades poderosas para devolverlos a la vida, también pueden convertirse a través del uso de sustancias sicotrópicas y fármacos que minan la capacidad de razonamiento.  Lo anterior supone un fuerte enfrentamiento con el pensamiento del mundo occidental y en especial para la fé católica, y que la resurrección del alma no implica la del cuerpo. Ello justifica presentar esta vuelta a la vida como una abominación  sin alma, en su forma  más salvaje y corrompida.  

Detrás de los zombies , considerando todas éstas condiciones, están ocultas las claves para hacer una crítica social de la deshumanización en medio de una catastrófica situación. Los zombies encuentran en el fin del mundo su mejor escenario, porque la sobrevivencia deberá tomar senderos trágicos y terroríficos.  

El gran creador del género y de toda una escuela cinematógrafica al respecto, es sin duda George A. Romero y su mundialmente famosa  cinta, La noche de los muertos vivientes (The Night of the Living Dead. G.A. Romero, 1968). Es importante decir que no es la primera película sobre el tema, pero sin duda la que formará el arquetipo que da origen al subgénero dentro del horror en todo el mundo.   

Es importante decir que en esta cinta, nunca se menciona la palabra zombie, ni tampoco se explica  a suficiencia cuál es la relación de una sonda espacial en Venus y el que los muertos de un pequeño pueblo vuelvan  a la vida  provocando la terror y muerte en un pequeño pueblo. Sin embargo, estos dos huecos en esta película  serán  llenados por sus sucesoras de modos diferentes: ya sea muertos o enfermos de padecimientos raros, experimentos fallidos con armas bacteriólogicas, drogas experimentales, clonaciones y mutaciones desafortunadas, experimentos genéticos que se salen de control y un muy largo etcétera.  

George A. Romero incluso fue modificando la premisa original en lo que parece ser su tema favorito, además de ser la fórmula que le ha dado fama y fortuna.  La Noche de los Muertos Vivientes fue seguida de tres secuelas. El amanecer de los muertos (1978), El Día de los Muertos (1985), y La Tierra de los Muertos (2005).  También Romero ha hecho nuevas versiones de sus películas y producido otras, como es el caso  reciente de Crazies (2010).  

Pero en todos los casos hablamos de una invasión atípica de muertos vivientes y en dado caso, como lo ha expresado el propio Romero, las películas se centran en  realidad  en las reacciones humanas, la despiadada lucha por la sobrevivencia que hace que se pase por encima de todas las consideraciones, al sexo, la discapacidad, la raza o la edad. Los sobrevivientes se ven envueltos en un drama humano, donde llegan a extremos que nunca se hubieran imaginado tratando de salvar la vida.  

Y en realidad, esa terminaría por convertirse en una condición inseparable del subgénero. En realidad los zombies no son protagonistas, no tienen diálogos y en ocasiones ni siquiera sabemos la razón por la que terminaron así. Los verdaderos héroes y villanos son los sobrevivientes, los humanos que ya sea por accidente, torpeza o ambición desencadenaron la catástrofe o porque  en un caso extremo de lucha por sobrevivencia hay quien  no duda  en mostrar lo peor de sí mismo.  

Y en este sentido,  son dignos de mención dos trabajos que ejemplifican como la trama puede complejizarse, pero en el fondo habla de los humanos, sus virtudes y defectos. El primero es Exterminio (28 Days Later, D. Boyle 2002) y la otra Soy leyenda  (I Am Legend, F. Lawrence 2007). En el primer caso,  Boyle se ahorra toda la historia de la epidemia y su propagación para aterrizar al espectador junto con el protagonista, en un mundo solitario y devastado, donde hay que luchar por sobrevivir a una extraña raza de infectados  salvaje y bestial, que termina por devorar a todo el que se ponga enfrente. Boyle construye sus zombies al margen de la trama, al grado que solo aparecen cuando es necesario. Todo para recordarnos que a veces es mucho más aterrador el hombre acorralado y sin esperanza que los monstruos que atacan sin  que medie ningún cuestionamiento moral.  

Por su parte, Soy Leyenda, nos muestra el lado virtuoso de la sobrevivencia. Con zombies diseñados por computadora, que sin embargo, son menos sombríos que la culpa y la soledad a la que conlleva el extraño privilegio de ser un sobreviviente. En este caso, un drama intimista sobre la desgracia de quedarse solo en un mundo despoblado, resulta mucho más interesante que la posibilidad de ver si este hombre acabará o no por ser devorado.  Es interesante destacar que Soy Leyenda es una nueva versión cinematográfica de una historia escrita en 1954 por Richard Matheson, cuando el concepto  zombie no había  madurado tanto.  

Pero hay un aspecto que es importante resaltar en todo este asunto: ya sea por causas sobrenaturales, descuidos humanos o enfermedad, el volver a la vida   después de morir, altera el orden natural de las cosas, y con ella solamente puede producir abominaciones inenarrables.  Un condenado, un maldito, una bestia sin alma,  son los adjetivos de quienes han superado la línea entre la vida y la muerte.  

Los zombies son nuestro contraste más aterrador: alguien debe convertirse en uno, para que los vivos nos cuestionemos lo que hacemos para sobrevivir. Los zombies nos recuerdan el verdadero significado de la palabra desalmado, sobre todo que no aplica solamente a muertos que muerden, sino a los vivos y sus extraños métodos para lograr sobrevivir.