* De Bukowski y el asesinato de Ramón Novarro

Por Pedro Paunero

Este relato es ficción, y el acontecimiento o semiacontecimiento de la vida real que pueda reflejar no ha influido en el autor a favor o en contra de ninguna de las personas implicadas o no implicadas. En otras pa¬labras, se dejaron correr libres pensamientos, imagina¬ción y capacidad creadora, y eso significa invención, que creo motivada y causada por el hecho de vivir un año menos de medio siglo entre la especie humana... Y no se ciñó la historia a ningún caso concreto, o casos, o noticias de periódico, y no se escribió para perjudicar, sacar consecuencias o hacer injusticia a ninguno de mis semejantes que se haya visto en circunstancias simila¬res a las que se verán en la historia que sigue.    

Existe una relación más profunda entre las obvias semejanzas que resaltan a simple vista del párrafo anterior y la siguiente advertencia:    

Los personajes y eventos descritos en esta película son ficticios. Cualquier similitud con personas actuales, vivas o muertas, es pura coincidencia.

El párrafo se puede leer al principio del cuento de Charles Bukowski El asesinato de Ramón Vásquez. La advertencia se puede leer al final de cualquier película.En el cuento citado, una pareja de jóvenes delincuentes realizan una visita mortal a un viejo y olvidado actor del cine mudo. Le obligan a beber, le golpean y torturan salvajemente y terminan asesinándole en un acto que es, a la vez, un intento de robo y un acto de venganza homofóbica. Lo que une y separa a estas sentencias es, pues, el cine y la persona real que Bukoswki apenas disfraza tras el personaje de su cuento.

El párrafo se puede leer al principio del cuento de Charles Bukowski El asesinato de Ramón Vásquez[1]. La advertencia se puede leer al final de cualquier película. En el cuento citado, una pareja de jóvenes delincuentes realizan una visita mortal a un viejo y olvidado actor del cine mudo. Le obligan a beber, le golpean y torturan salvajemente y terminan asesinándole en un acto que es, a la vez, un intento de robo y un acto de venganza homofóbica. Lo que une y separa a estas sentencias es, pues, el cine y la persona real que Bukoswki apenas disfraza tras el personaje de su cuento.

 

La advertencia del escritor juega un papel irónico desde que las mismas se transforman en el cine en una mera convención para efectos legales en filmes que se basan o pretenden basarse en personas reales y totalmente reconocibles y un juego literario consciente en el cual el autor recrea y aprehende los últimos momentos de la vida de un personaje que, desde las primeras líneas, sabemos de quién se trata.   

 

Sonó el timbre de la puerta. Dos hermanos, Lin­coln, 23, y Andrew, 17. Él  mismo salió a abrir. Allí estaba, Ramón Vásquez, el viejo astro del cine mudo y principios del sonoro. Andaba ya por los se­senta. Pero aún tenía el mismo aire delicado. En los viejos tiempos, en la pantalla y fuera de ella, llevaba el pelo empastado en brillantina y peinado recto hacia atrás. Y con la nariz larga y fina y el fino bigote y la forma que tenía de mirar intensamente a las muje­res a los ojos, en fin, era demasiado. Le habían llama­do «El Gran Amante». Las mujeres se desmayaban cuando le veían en la pantalla. Pero en realidad Ra­món Vásquez era homosexual.

 

El 31 de octubre de 1968, en el 3110 de Laurel Canyon, Hollywood, a las 9:00 a. m. una horda de periodistas y policías rodeaba la mansión de Ramón Novarro, el gran latin lover del cine mudo, primo de Dolores del Río, única competencia de Rodolfo Valentino y el primer Ben Hur[2] reconocible de la pantalla. El cuerpo sin vida del actor era retirado en una camilla cubierta por una tela obscura. Había sido asesinado la noche anterior.

 

-Hemos leído sobre usted, señor Vásquez. Sien­to molestarle, pero estamos interesadísimos por los ídolos de Hollywood. Nos enteramos dónde vivía y pasábamos por aquí y no pudimos evitar llamar al timbre.

 

-Debe hacer bastante frío ahí fuera, muchachos.

-Sí, sí que lo hace.

-¿Por qué no entráis un momento?

 

José Ramón Gil Samaniego, conocido en el cine como Ramón Novarro, debutó en Hollywood el año de 1916 en una cinta del legendario Cecil B. DeMille. Para 1925, año en que el director Fred Nibblo rueda Ben Hur para la Metro-Goldwyn-Mayer, alcanza por fin la codiciada categoría de estrella. El filme sería la carta de presentación de la productora misma para asegurar su lugar como la más importante de Hollywood o su desaparición definitiva pero, aunque efectivo para el caso, casi constituyó un fracaso de taquilla que pudo haber llevado a la bancarrota a la MGM.[3]

 

 -¿Conoció usted a Bogart?

-Bueno, muy poco.

-¿Y a la Garbo?

-Claro, qué tonto eres.

-¿Y a Gable?

-Superficialmente. -¿Y a Cagney?

 

La versión de Fred Nibblo es una de las mejores películas de la era silente, plagada de un exceso melodramático para los estándares actuales -pero típico de muchas producciones de la época-, aún hoy resulta más impactante, en el aspecto visual, que la versión de 1959, y contiene el prólogo de los Reyes Magos de la novela original.

 

-No conocí a Cagney. La mayoría de los que mencionáis son de épocas distintas. A veces creo que algunos de los astros posteriores estaban resenti­dos conmigo, por el hecho de que hubiese ganado la mayor parte de mi dinero antes de que los impuestos fuesen tan terribles. Pero se olvidan de que en térmi­nos de ganancias yo nunca gané su tipo de dinero in­flacionario.

 

El año 1926 vería a Novarro como el más grande latin lover del momento tras la temprana muerte de Rodolfo Valentino. En los tiempos de Novarro y Valentino otras estrellas masculinas competían por la atención femenina dentro y fuera de la pantalla, un ejemplo importantísimo lo constituye John Gilbert[4], a quien se le conocía como el gran amante. A pesar de esto, para la década siguiente la fama de Ramón Novarro comenzó a declinar.

-Hemos leído cosas sobre usted, Ramón —dijo Lincoln—. Un periodista, no, dos periodistas, dicen que usted siempre tiene en casa escondidos cinco de los grandes en efectivo. Una especie de reserva. Y que desconfía usted de los bancos y del sistema bancario.

-No sé de dónde habéis sacado eso. No es cierto.

-De Screen —dijo Lincoln—, el número de sep­tiembre de 1968. The Hollywood Star, Young and Old, número de enero de 1969. Tenemos la revista ahí fuera en el coche.

-Es falso. El único dinero que tengo en casa es el que llevo en la cartera. Aquí la tengo. Veinte o treinta dólares.     

En el ocaso de su carrera, Novarro participa en una de sus cintas más recordadas, Mata Hari (1931), al lado de Greta Garbo. Los años siguientes sobreviviría actuando en papeles secundarios o de poca importancia.

 

Allí estaba Ramón en la cama de matrimonio. Ramón estaba lleno de sangre. Las sábanas estaban llenas de sangre. Lincoln tenía el bastón en la mano. Era el fa­moso bastón que utilizaba en la película El Gran Amante. Estaba todo ensangrentado.

Los últimos años de su vida la prensa amarillista se encargaría de difundir el rumor de las relaciones homosexuales de Novarro con varios adolescentes, a uno de los cuales habría confesado que iniciaría obras de restauración en el salón de su casa por valor de $5.000 dólares. Este entendería de manera equivocada que dicha cantidad estaba en poder del actor, en su propia casa, y lo contaría a sus amigos.

 

Andrew le metió en el baño…

Andrew vio cómo el agua aplastaba los cabellos grises sobre el cráneo del que había sido ídolo de la Feminidad. Ramón sólo parecía un viejo triste, hundido en la mise­ricordia de sí mismo.

 

El día de su asesinato, dos delincuentes de los que, se dice[5], estaban dedicados a la prostitución masculina, se presentaron en casa de Ramón Novarro. El actor abrió la puerta al reconocer a uno de ellos.

 

Lincoln se tomó un momento para echar un buen trago de vino y luego agarró el bastón y empezó a atizarle en todas partes: en la cara, vientre, manos, na­riz, cabeza, por todas partes, sin preguntar ya nada sobre los cinco mil. Ramón tenía la boca abierta y la sangre de la nariz rota y de otras partes de la cara se le metió en ella. La tragó y se ahogó en su propia sangre.

 

Bukowski reconstruyó lo que pudo suceder en casa de Ramón Vásquez/Novarro con el estilo que le caracterizaba, basado en la crudeza y la violencia, con el fondo de profunda desolación que embarga casi todos sus relatos.

 

Aún así, el personaje que creó el escritor es una mezcla de varios de esos actores de la etapa muda[6] cuya imagen se vendía como la de grandes amantes de la pantalla, siendo Novarro su principal inspiración. 

 

El Gran Amante estaba muerto. Pero ya habría otros. Y también muchachos medianos. Sobre todo de estos.

 

Los asesinos asfixiaron y cortaron la garganta a Ramón Novarro con una navaja, saquearon la casa y huyeron dejando tras de sí una serie de pistas que conducirían a su detención una semana después. Sólo habían encontrado $ 45.00 dólares en efectivo de los supuestos $5,000.

 

Está implícito, debajo de los estúpidos móviles de la muerte de Novarro un dejo de tristeza profundo: la forma con la cual Hollywood termina pagando a muchos de sus actores creados a partir de lo que hoy denominamos estereotipos hollywoodescos y que en realidad son una mezcla de fantasía y mentira descarada que conduce a un vacío y soledad particular a muchas de sus estrellas-víctimas. Los ejemplos abundan. Marilyn Monroe es su contraparte femenina arquetípica. Recordemos esa frase famosa de la industria del cine en los Estados Unidos: Hollywood es una fábrica de sueños.

 

Así funcionaban las cosas. O no funcio­naban.

[1]En la colección de cuentos Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones; Compactos, Anagrama, Barcelona, 1998.

[2]La primera versión de Ben Hur data de 1907, fue dirigida por el pionero del cine Sidney Olcott. Tiene una duración de 15 minutos y presenta una serie de escenas básicas como el accidente de las tejas, la adopción de Ben Hur por Arrio y la carrera de cuadrigas (que pasan veloces ante la cámara) que fueron filmadas en las playas de Nueva Jersey. Las personas que vieron este cortometraje debieron estar familiarizados con la novela. Como sucedería con el Nosferatu (1922) de Murnau, versión de Drácula, no se pagaron derechos a los herederos del autor, el General Wallace. La demanda por parte de los familiares sería el precedente legal que sentaría las bases sobre los derechos de autor en el cine.  

[3] Curiosamente, la tercera versión, dirigida por William Wyler en 1959, con Charlton Heston en el papel de Ben Hur, fue realizada para salvar al mismo estudio de la quiebra económica. 

[4] Es recordado su amorío con Greta Grabo con quien comparte el papel protagónico en la cinta de 1926, Devil and the flesh, de Clarence Brown. También tiene un papel en el Ben Hur de 1925.

[5] Hay una diferencia fundamental en la forma de comunicar una noticia por parte de los periodistas mexicanos y españoles. En España se dice: “Un comando armado ha tomado las instalaciones de…”, en México se diría: “Un supuesto comando armado ha tomado las instalciones de…” lo que denota el grado de peligro que tal profesión acarrea a estos profesionistas de la información en este país.

[6] También ciertos detalles del cuento recuerdan el asesinato que perpetró la Familia de Chrales Manson.

Ramon Novarro y Gilbert Rowland (izq.) Circa 1930

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