Por Raúl Miranda López La quinta película dirigida por Valentín Trujillo se refiere al “crimen de los crímenes”, pues describe tres violaciones a distintas mujeres (María Fernanda García, Claudia Guzmán y Olivia Collins) mediante un acto ritual por parte de un poderoso maníaco sexual de tiempo completo (Eleazar García). La “intromisión del sexo en un contexto no sexual” (así lo define Camille Paglia), da pie para que Trujillo reelaborara su estilo inscrito en el thriller de acción. Un periodista descubre el acto de violencia sexual contra una vecina perpetrado por un corpulento y enorme hombre vestido de negro. Al levantar el acta de denuncia ante el ministerio público en la Delegación Benito Juárez, quedará en evidencia, como casi siempre, la corrupción de los funcionarios encargados de impartir justicia. Al no haber “huellas de esperma”, sin evidencia de “estupro” (“la copula no se realizó”), el delincuente sexual quedará libre mediante una fianza y ahora la emprenderá contra las novias de los denunciantes: el periodista de El Heraldo de México, Pepe Garrido (Trujillo) y su asistente Sancho (Rodolfo Rodríguez). Cine “tremendista” le llamaban los críticos cinematográficos de la época, “truculencias”, calificaban otros; pero lo cierto es que Trujillo tenía años construyendo la estética fervorosa del cine violento, no importando que  le fallaran de pronto la construcción de las secuencias. Violación resultó un éxito en taquilla; sus locaciones ubicaban a los personajes en su hábitat ordinario: Olivia Collins, novia de Garrido, en el glamour de Plaza Inn de Insurgentes; los compinches a sueldo del sádico, en los billares de la colonia Portales; el sofisticado violador, en un restaurante campestre de la carretera a Cuernavaca. En Violación, símbolo de la barbarie del hombre hacia la mujer, la misoginia llevada al estado extremo, se narran con buenos intentos de sintaxis fílmica los humillantes delitos sexuales en subjetivo, alargados salvajemente por el montaje paralelo que fracasa.      Hace un par de años, Trujillo moría tranquilamente en su cama y no en una violenta escena de acción como en alguna de sus películas. Actor de gran cantidad de cintas, casi todas de las llamadas “comerciales”; la gente exquisita de la cultura cinematográfica de nuestro país sólo lo tiene en cuenta por ser el salvador de la producción de una película emblemática, Rojo amanecer (Jorge Fons, 1989). Trujillo, nieto del productor Valentín Gazcón, fue galán en toneladas de fotonovelas. Novio, casi a punto de casorio, de la joven Lucía Méndez. Aparece en Figuras de arena (Roberto Gavaldón, 1969), donde la “prosti” costeña Ofelia Medina le quita la virginidad. Luego, en 1974, es repartidor de películas, embaraza a Leticia Perdigón y mata a unos viejos maloras, en La otra virginidad, de Juan Manuel Torres.   En 1978 y 1980 es el protagonista de la dupla fílmica Perro callejero, que dirige su tío Gilberto Gazcón; memorables cintas donde hay de todo: niños de la calle, “nieve”, “perico”, robos, asaltos, referencias al asesinato de Kennedy, al sargento Pedraza, prostitutas, desnudos, iniciaciones y entregas sexuales, orgías, pietaje de la masacre del 68 y de las Olimpiadas, baños públicos, cargadores de la Merced, cubeteros de chelas de estadio, ferrocarrileros, fayuqueros, soplones, políticos corruptos, boxeadores, hospicios, Lecumberri, prestamistas, cabarets, Tamarindos, la Zona Rosa marihuanera, Peralvillo, Tepito y Acapulco. Al final, Perro (Trujillo), se arrepiente de haber vivido lo que vivió, pero, para su consuelo, recibe El Heraldo y la Diosa de Plata por Mejor Actor. En 1984, con algo de nostalgia, pero ya dirigiendo, Valentín Trujillo vuelve al medio de los niños de la calle delincuentes, adictos y asesinos, en el papel del papá que busca a su hijo y lo encuentra en este mundo de crimen y drogadicción, en la ultragore Ratas de la ciudad. En su película Cacería humana (1986), persigue a la asesina serial Olivia Collins. Atento lector de la criminalidad real en México, el action man Valentín Trujillo, recreó audiovisualmente como personaje, director, guionista o productor la “cultura de la violencia” nacional, en títulos como: Ráfaga de cuerno de chivo (1995), Amor en tiempos de coca (1998), Cacería de judiciales (1997) Masacre en Ensenada (1998), Ratas de barrio (1997), Violencia policíaca (1997), Juventud en drogas (1996), El Mochaorejas (1998), Al son de la metralla (1995), Policía de narcóticos (1986), Jefe policíaco (1990), Mi último contrabando (1998). Pero si hace tres años murió un homónimo, quizá Valentín Trujillo sólo se haya ocultado como periodista en una incierta guerrilla latinoamericana (El secuestro de un periodista, 1991), o su fantasma ronde en cualquier cinta frenético- vertiginosa-trepidante-mexicana. Paradójicamente, Valentín Trujillo, Un hombre violento (1983), título de su opera prima como realizador, fue un hombre bueno. Recomiendo consultar el “Diccionario de directores del cine mexicano”, de Perla Ciuk, editado por Cineteca Nacional en 2000. 

Violación Dir: Valentín Trujillo (México, 1987) Con: Valentín Trujillo, Rodolfo Rodríguez, María Fernanda García, Olivia Collins, Claudia Guzmán, Eleazar García, Jr., Gilberto de Anda