El portal del cine mexicano y mas

Desde 2002 hablando de cine



Noticias

2010-04-13 00:00:00

Cinecrtítica: Shutter Island (I): Hay golpes en la vida tan fuertes, yo no sé…

Por Enrique López Terrazas

Agua por todas partes… gris, turbia, enojada… el clima malo como si anunciara peores tiempos… sudores, mareos… una sensación inmediata de malestar. Vamos con Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) y Chuck Aule (Mark Ruffalo), comisarios federales, hacia el hospital Ashecliff, una institución mental situada en la isla Shutter, donde la paciente Rachel Solando, desapreció… cuando es imposible, no sólo por el control hospitalario sino por la agreste geografía.  

Pero siempre hay algo más, Teddy va en busca de un entresijo que lo implica: busca al pirómano Andrew Ladeéis, que mató a su esposa y se topa con una conspiración que al estilo nazi, experimenta con los pacientes para conseguir el control mental, mediante drogas e intervenciones quirúrgicas.   

Si esto es inquietante y espantoso, la realidad lo es más: Teddy es el paciente desaparecido, está ahí porque él mató a su esposa, pues ella a su vez mató a sus 3 hijos, ahogándolos. Él es el loco, el asesino, el detective… la conspiración un invento (?). Y sin embargo, una verdad persiste, hay una lucha dentro de la Psiquiatría entre los que apuestan por tratar la locura con substancias que “re–alinien” al individuo y entre los que quieren aplicar la lobotomía como “cura”.  

Mas en verdad ¿se puede aliviar tanto y tanto dolor? Hace tiempo al hablar de The Wrestler (Darren Aronofsky, 2008) reflexionaba que el dolor puede abrir las puertas de la locura y de la muerte, Shutter Island viene a comprobar esta teoría (no en vano la esposa y madre asesina se llama Dolores). Conjetura que César Vallejo ya había puntualizado en Los heraldos negros:

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma... ¡Yo no sé! […] Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa, en la mirada. Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!

El ser humano es tan frágil como su estabilidad mental, el dolor puede ser tan insoportable que la mente busca una protección. ¿Recuerdan en Million Dollar Baby (Clint Eastwood, 2001) cuando Scrap (Morgan Freeman) explica el KO?:

«El cuerpo sabe lo que los peleadores no: cómo protegerse a sí mismo. Un cuello sólo puede girar hasta cierto punto. Si gira un poquito más, el cuerpo dice: “Oye, me haré cargo desde aquí porque evidentemente, no sabes lo que estás haciendo. Acuéstate, descansa, ya hablaremos de esto cuando recuperes tus sentidos”. Se llama el mecanismo del Knock–Out».

La locura de Ladeéis/Teddy es un mecanismo de protección, un KO de la mente contra su propio dolor y tragedia. Y es que la vida siempre busca abrirse paso… Ivan Blatný, poeta checo y loco, lo dice mucho mejor y pone el corolario a ésta incursión superficial en la locura a propósito de Shutter Island, de forma muy bella: “La vida es, en el fondo, la búsqueda de un pequeño consuelo”.

CONTIENE SPOILERS: Por favor ve la película antes de leer estos disparates.

Shutter Island (II): Bajo la despiadada luz me reconocí [Borges]

En la pasada entrega el dolor apareció como una puerta de entrada a la locura, una que Teddy Daniels cruzó, que de hecho todos podemos cruzar. Lo grave es que la locura no es, en esencia, distinta a las vivencias que casi todos hemos sufrido alguna vez: la experiencia del sufrimiento, la pérdida, la confusión o el temor, la vivencia de la tristeza, el nerviosismo o el letargo, de las pesadillas, la indomable soledad, o la imposibilidad de comunicarte y de que te entiendan. Cualquiera lo ha padecido, en menor grado, la intensidad hace la diferencia. La locura es un peligro constante: ¿Quién podría decir que está a salvo de ella?

Decir que Shutter Island es sobre la locura sería simple… apuntar que es sobre su alivio sería analgésico, a no ser por sus frutos tan amargos. ¿¿Qué se nos muestra en ésta magistral película de Scorsese: ¿una trama de señuelos cada vez más confusa, ambigua y patética? ¿un enorme complot por el control del espíritu humano? ¿una rebelión fracasada? ¿un desvarío? ¿un poderoso thriller, siempre creciente, que llega al agobio pues el suelo que pisamos es fangoso y delante hay un despeñadero? ¿un efectivo ejercicio del cine más puro??   

Todo eso y más. Se nos muestra una gran representación, el último recurso para que Teddy recupere su razón de una vez por todas. Cada loco refleja el espíritu de su tiempo, el modo como son tratados dice mucho de esa sociedad, y podemos decir del personal y de los pacientes de la Isla que son compasivos, todos se prestan al simulacro, el jefe de psiquiatría lo dice hablando del jefe de vigilancia, algo así como: “es un hombre bueno, cree en lo que hacemos aquí”.   

Ben Kingsley como el Dr. John Cawley está espléndido, mantiene esa mirada que refleja dominio sobre los eventos, pero también esperanza para que Teddy salga de su laberinto en cualquier momento; por ello lo confronta e insiste en recordarle la guerra que se libra, y no se equivoca, habla con un soldado… uno que tiene presentes sus pecados de guerra, como un recuerdo constante del mal que puede cometer. El “rival”, no en vano es Max von Sydow (siempre unido a la locura y a las grandes luchas), es el Dr. Jeremiah Naehring quien hace creíble el complot nazi con sus “maquiavélicos” desplantes, cuando sólo es alemán refugiado, duda del simulacro y apuesta por la supresión quirúrgica.   

Chuck (Mark Ruffalo), en realidad el Dr. Sheehan, médico a cargo de Teddy, nunca deja de ser su compañero en esta ardua búsqueda de la razón… se nota un compromiso con el ser humano, por eso el desenlace es descorazonador y lo vale todo. Una vez que se (nos) revela la verdad, Teddy interroga a Chuck: “¿Qué sería peor, vivir como un monstruo o morir como un hombre bueno?”. ¿Lo dijo desde la demencia o desde la conciencia más terrible por lúcida? Yo creo que desde la razón.   

Cuando la locura es auténtica y no una falsificación, reconocemos con desdicha que la locura es trágica tanto como la razón recuperada. Aquí tenemos a este hombre hundido en el dolor más abyecto, ha sido despojado de su juicio, ha perdido su unidad personal, desquebrajando su personalidad, y de pronto al recuperar la razón y darse cuenta de la verdad, se entrega como un cordero pascual… Quizá así se sufra menos, tal vez ya no se busque ese pequeño consuelo sino pagar las culpas, buscar una salida definitiva…  

Lo dicho una gran película, que nos ha llevado por el yo profundo, del modo más dolorosamente estético, sino, ahí están las “bellas composiciones” de las pesadillas, algo que no habíamos visto recientemente fuera del ámbito de lo fantástico y lo burlesco, una gran obra que nos deja mucho.   

Para mí la gran lección, la noción más bella de todas y que Scorsese y Dennis Lehane autor de la novela, apenas nos dejan entrever es que: el ser humano es un medicamento para el propio ser humano, en la misma medida que también puede ser un veneno, todos somos los terapeutas de nuestro prójimo, es decir, el porvenir está en el otro.