Cannes 2017: «No soy una bruja», la increíble y triste historia de una niña bruja
Por Jean-Pierre Garcia
Desde Cannes (en exclusiva)
Dentro de la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes se acaba de presentar, «I am not a witch» («No soy una bruja» Zambia, 2017), un apasionante filme de Rungano Nyoni sobre un tema controversial: la brujería en África y la manipulación a través de ella, visto desde los ojos de una niña.
El filme comienza con una camioneta que avanza en un paisaje muy seco y casi sin arboles. El polvo da forma a todo. El camino da una vuelta y nos encontramos frente a una estatua de madera pintada, se parece a una cabeza de mujer de formas gruesas. Y lo es, pues se trata de una cabeza, redonda y de labios tan impresionantes como bien trazados. Pienso de inmediato en la cabeza colosal de San Lorenzo Tenochtitlan que se exhibe en el Museo de Antropología de la Ciudad de México.
En «I am not a witch», se trata de una cabeza de Bruja , pues estamos en la entrada de un campamento de brujas. Tanto en Zambia (África del Este) como en Ghana (África del Oeste) se encuentran varios pueblos o lugares adonde se agrupan a grandes grupos de mujeres juzgadas como brujas. A pesar de que las leyes prohiben encerrar a mujeres consideradas brujas, varios jefes (o reyes tradicionales) mantienen cautivas a estas mujeres, victimas de supersticiones o celos o envidias que tocan las comunidades locales. Las brujas son acusadas de provocar sequías, o tormentas, muerte de niños, epidemias, casamientos que fallan…
A uno de estos lugares llega Shula, una niña de nueve años acusada de brujería. Ella es objeto de un proceso tan rápido que, aterrorizada, casi no dice nada. Como resultado, es condena a ser atada a un largo lazo blanco. La aislan una noche en una casita y le echan un sortilegio: si corta el lazo, será maldita y transformada en cabra que podrá correr y ser libre ; si no corta, querrá decir que acepta vivir por siempre como bruja en el campamento donde hay otras así. Shula decide no cortar el lazo. A partir de entonces, seguiremos su vida y lo que su sociedad le pide a «sus» brujas.
La directora Rungano Nyoni, con un estilo que mezcla documental y ficción, nos muestra con detalle la forma en que el poder estatal y los políticos tratan a estas personas, a quienes aislan porque les temen, o las exhiben como fenómenos ante los turistas y organizan ciertos tipos de indignos espectáculos con ellas. Así por ejemplo, el gobierno les pide cantar en ceremonias políticas a favor del presidente, por lo cual las llevan en la plataforma de un gran camión amarradas con sus cintas blancas en carretes. Y viajan con los políticos. Toda vez que la gente teme ser víctima de una maldición, los políticos se aprovechan de ello y manipulan el miedo y las supersticiones de la gente rural.
En pueblos del interior del país, las usan también como clarividentes para que digan quién es responsable de robos o de maldiciones.
Con mucha sutileza, la directora nos introduce al universo de una niña inocente empujada hacia este mundo tormentoso de los adultos. Y Shula, no podrá salirse de esta trampa.
La dirección de actores, la puesta en escena de un guión (muy bien escrito) es excelente. El uso de actores no profesionales da un peso evidente a la propuesta de la directora que nació en Lusaka (Zambia) y estudió cine en Londres. Sus tres cortos fueron galardonados en grande festivales como Locarno, Cannes y obtuvo el premio BAFTA, en Londres. Escribió gran parte del guión en la residencia de la
CinéFondation del Festival de Cannes en París.
El guión obtuvo varios reconocimientos en casi todos los fondos europeos, del Aide aux cinémas du Monde (Francia), al Hubert Bals (Holanda) y el Word Cinema Fund (Alemania), etc… Pudiera casi servir de modelo para quien busque ser apoyado por dichos fondos.
Una película conmovedora y respetuosa de los seres humanos.
I am not a witch (No soy una bruja de Rungano Nyoni
Zambia, 2017,98 minutos
Quincena de Realizadores (Quinzaine des Réalisateurs)
