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Reporte de la semana

2017-06-12 00:00:00

«El libro de la selva», 50 años después

Por Samuel Lagunas

“El libro de la selva” plantea un cuestionamiento social y, al mismo tiempo, se posiciona y propone una forma de civilización. El hecho no debe sorprendernos si tomamos en cuenta tres razones. En primer lugar, el libro que sirvió de inspiración a Wolfgang Reitherman (“La espada en la piedra”, “101 dálmatas”) para esta cinta fue una colección de cuentos o fábulas escritas por el británico nacido en Bombay y ganador del Nobel en 1907 Rudyard Kipling. “El libro de la selva” de Kipling, también llamado “El libro de las tierras vírgenes”, no es en absoluto inocente, aunque hoy pueda parecernos así. Las aventuras de Mowgli en compañía del Oso Baloo y la pantera Bagheera tienen una intencionalidad innegablemente colonialista: es decir, buscan legitimar la ocupación británica del territorio indio en un momento en que la estabilidad de la Corona comenzaba a menguar. No en vano Mowgli sólo logra encontrar felicidad y tranquilidad en una aldea gobernada por ingleses después de haber huido del mundo animal y de las aldeas indias con creencias animistas y regidas por el sistema de castas. Esta carga ideológica del libro sobrevivirá, aunque de forma muy diferente, en la versión animada de 1967.

En segundo lugar, las historias de “niños salvajes” —bebés humanos que son criados por animales— exponen implícita o explícitamente un problema sobre la naturaleza humana y el estado actual de un proyecto civilizatorio. Así ocurre con una cinta como “El pequeño salvaje” de François Truffaut aparecida en 1970, tres años después de “El libro de la selva”. En ella, Truffaut formula una crítica sobre la violencia que implica el hecho mismo de “civilizar”, al mismo tiempo que deja ver el carácter artificial del proceso de socialización. En “El libro de la selva”, como detallaré más adelante, no es casual que este proceso sea dado por sentado.

Finalmente, no hay que perder de vista que el cine animado ha jugado un papel muy importante en los procesos de socialización y de conformación de imaginarios, deseos, actitudes y comportamientos en los niños desde que se posicionó como industria gracias, en parte, a los estudios de Disney. Estos tres rasgos nos permiten mirar a la distancia aquel clásico que llegara a las pantallas en octubre de 1967 y que se convirtiera de inmediato en un éxito taquillero, haciendo olvidar por un momento que el estudio de animación más importante de Estados Unidos se había quedado sin su fundador apenas unos meses atrás en 1966.

Rudyard Kipling.


“El libro de la selva” nos cuenta la historia de Mowgli, un niño que es abandonado en medio de la selva y recogido por la pantera Bagheera, quien decide llevarlo con una familia de lobos para que sea alimentado y cobijado. Pasado el tiempo, Mowgli camina encorvado, en cuatro patas, y se mueve con total libertad en todo el paisaje natural además de que habla naturalmente con todos los animales. Pero Bagheera sabe que el verdadero hogar de Mowgli no está allí sino en las aldeas humanas y que algún día Mowgli deberá reunirse con los suyos. La situación se complica mucho más cuando Shere Khan, el tigre, hace patente su deseo de acabar con la vida del niño por un antagonismo innato que subsiste entre ambas especies. Después de una reunión de los lobos donde deciden que Mowgli debe abandonar la manada, Bagheera se encargará de llevar a Mowgli a una aldea de hombres donde pueda estar seguro. En el camino, no obstante, Mowgli manifestará su deseo de permanecer entre los animales y acabará separándose de Bagheera para tomar su propio camino donde se topará con algunas aventuras y con un especial guía: Baloo. Ninguno de estos tres personajes (Bagherra, Mowgli y Baloo) se quedará sin aprender algo en el trayecto hacia la aldea de los hombres, mismo en el que los espectadores habremos de aprender también varias canciones compuestas por los hermanos Sherman, responsables años atrás de la música y las letras de películas como “La espada en la piedra” (1963) y “Mary Poppins” (1964).

De entre los números musicales, hay uno que sobresale y que en español se encargó de inmortalizar el de por sí inolvidable “Tin Tan”, quien dio voz al oso Baloo. Me refiero a “Busca lo más vital”, canción que, vista desde ahora, es un antecedente claro de aquel otro sonsonete que marcó a los niños que nacimos en 1990: “Hakuna matata”. Ambas letras encomian lo que Fray Luis de León calificara como “la vida retirada”, ésa que está lejos del “mundanal ruido” y donde las dificultades, las ambiciones, y las taras de la rutina quedan de lado. La lección de Baloo a Mowgli no es otra que olvidarse de la preocupación y poner su mente en lo más esencial, cosa que no requiere demasiado esfuerzo ya que la naturaleza misma se encarga de dárnoslo: tanto Baloo como años después Timón y Pumba sólo necesitan levantar una piedra o estirar la mano para encontrar comida. Pero eso no salva a Mowgli por completo ya que la hostilidad de la vida silvestre no cesa de amenazar su integridad física: si no se trata de una tribu de orangutanes que desean que Mowgli les enseñe a usar y dominar el fuego (símbolo por antonomasia de la “civilización” desde que Prometeo se lo arrebatara a los dioses olímpicos), es Kaa, una serpiente de resonancias bíblicas, quien ve en Mowgli un insuperable banquete. A Bagheera toda esta adversidad le confirma su acendrada idea: Mowgli no es como ellos, aunque haya crecido entre ellos. Hay una ley en la selva, otra entre los hombres y ambas son incompatibles. Ése es el orden. Y hay que mantenerlo.

Que la naturaleza no puede ser otra, pero su funcionamiento está en riesgo inminente queda claro cuando la pareja hembra del coronel Hathi insinúa que asumirá el liderazgo de la cuadrilla de elefantes si éste no comienza a hacer su tarea como debe. Hathi responde de inmediato: “¿Cuándo se ha visto que una mujer dirija una manada?”. La década de 1960 marcó el inicio de lo que en la historia del feminismo se conoce como “Segunda Ola” y la lucha por la igualdad de hombres y mujeres en el área laboral, familiar, política y reproductiva se hizo más visible en el espacio público y en el ámbito jurídico. A los guionistas de “El libro de la selva” no parece agradarles mucho esa forma de civilización que comienza a perfilarse. No es ése el mundo que quieren para los elefantes. Mucho menos para Mowgli. El último número musical de la cinta titulado llanamente “Mi hogar” es una toma de postura tajantemente reaccionaria. Una niña con actitud coqueta entona frente a Mowgli un sermón sobre la familia que le gustaría tender en el futuro: “Un buen marido tendré entonces / y una niña como yo / y la enviaré a traer el agua. / Cocinando estaré yo”. Tal candor e “ingenuidad” dejan a Mowgli embelesado. Ése es su mundo. Es allí donde pertenece. Aparentemente sin opción, Mowgli se entrega al canto hipnótico de la niña dejando atrás su vida en la selva. Bagheera y Baloo lo ven perderse tras las tiendas. No podía ser de otra manera. No para Walt Disney quien adoptó de la orden cuasimasónica de DeMolay algunos valores que siempre procuró enarbolar en sus cintas: amor a los padres, cortesía, compañerismo, fidelidad y pureza. “El libro de la selva” no disimula sus intenciones y, de manera análoga a Kipling quien intentaba mantener en vilo el orden colonial en la India, Reitherman deja en claro qué modelo de familia y de sociedad le interesa perpetuar: ¿una mujer en el espacio público? ¡Ni pensarlo! Afortunadamente el tiempo le dio la espalda.

Quizá haya una lección pertinente todavía en “El libro de la selva” 50 años después de su estreno. Después de ver a Mowgli disolverse en su enajenamiento, Baloo y Bagheera recuperan el lema: “Busca lo más vital”. Baloo entiende que la “naturaleza” no le dio a Mowgli y no hay por qué lamentarlo tanto. Eso mismo nos dejó en claro, con una contundencia irrepetible, “La tortuga roja” (Michaël Dudok de Wit, 2016): los seres humanos somos sólo un instante en la vida del mundo y de la naturaleza. No somos para siempre. Y qué bueno. Lo digo por Baloo y por Baghhera. Y por el resto de la selva. Ellos no necesitan los problemas que les ocasionamos. Mientras los humanos nos mantengamos ofuscados por ideologías rancias, egoístas y aniquiladoras lo mejor sería que nos mantuviéramos separados. Cuando aprendamos otras formas de convivir, entonces sí, “lo más vital para existir te llegará. / ¿Me llegará? / Nos llegará”.  

Ficha técnica:

Título original: The jungle book. Año: 1967. Duración: 100 min. País: Francia Dirección: Wolfgang Reitherman. Guion: Larry Clemmons, Ralph Wright, Ken Anderson, Vance Gerry basado en “El libro de la selva” (1894) de Rudyard Kipling. Música: Robert B. Sherman, Richard M. Sherman, Terry Gilkyson, George Bruns. Edición: Tom Acosta, Norman Carlisle. Voces originales: Phil Harris, Sebastian Cabot, Louis Prima, George Sanders, Sterling Holloway, J. Pat O'Malley, Bruce Reitherman. Voces en español: Germán Valdés "Tin Tan", Luis Manuel Pelayo, Flavio, Carlos Petrel, Alfonso Aráu, Salvador Carrasco, Diana Santos, Carmen Donadío.