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2017-11-11 00:00:00

La vocación cinematográfica de José Revueltas

Por Arturo Garmendia

Mi anhelo ferviente es dirigir…  [No obstante,] es tremendo el ambiente en México para un artista verdadero… por la falta de estímulo, de comprensión, de cariño, de apoyo y por la maldita miseria. Hay que apretar los puños y luchar, aunque tengan que golpearse las paredes” .

José Revueltas.

 

El cine ocupó siempre un lugar destacado en la vida de Revueltas, y no sólo porque fuera su más importante fuente de ingresos, ya que ni la literatura ni la política le sostenían económicamente. Como es sabido escribió 26 guiones para la pantalla, entre argumentos originales y adaptaciones cinematográficas, y una treintena o más quedaron inéditos. Cabe destacar que la mayoría de estos trabajos, 12 de ellos, los realizó en colaboración con el director Roberto Gavaldón y cuentan como lo mejor de sus respectivas carreras.

 

Revueltas y su esposa Olivia Peralta, flanqueados por el Indio Fernández y Raquel Revueltas (1943)

En realidad, su vocación por el cine le nació a temprana edad, en la infancia. Lo descubrió en la plaza pública de su ciudad natal, donde ponían una sábana por pantalla y sacaban un piano para amenizar la proyección; y a su arribo a la ciudad de México se hizo asiduo a los cines de barrio y, más importante aún, “…siempre me desvivía porque me compraran proyectores con lámparas de alcohol, e iba al Volador a comprar cintas viejas por metro, ya deterioradas… y las pasaba en la casa; cuando descubrí cómo ponerle un foco a mi proyector de manivela.”

Su afición por el cinematógrafo no menguó con los años: “Ya un adulto –refiere- asistía a los estudios invitado por amigos que trabajaban en alguna película. Durante la filmación me fijaba en lo que hacían, como si se hubiera tratado de una lección. Después los compañeros me llevaban a ver cortar, es decir, editar, a manejar la moviola”.

Esta educación informal lo lleva a pensar en la posibilidad de ingresar al medio y aprovecha en 1943 un viaje A Los Ángeles, donde negocia la publicación en inglés de su novela El luto humano, para ir a Hollywood, donde intenta vender los derechos para llevar al cine esta obra y los de Los muros de agua, sin lograrlo. Ya en México, busca a Gabriel Figueroa para intentar levantar una producción sobre la vida de su hermano, Silvestre Revueltas; y si bien el proyecto no se lleva a cabo Figueroa lo recomienda para adaptar la novela de Jack London El mexicano, llevada al cine en 1944.  La bonanza que vive el cine nacional le permite mantenerse ocupado y si bien su situación económica no es del todo boyante por lo menos puede atender sus necesidades más urgentes.

En 1945, durante el rodaje de su tercera película profesional –Cantaclaro, dirigida por Julio Bracho- conoce al extraordinario fotógrafo Manuel Álvarez Bravo, quien realiza las fotos fijas del filme. Ambos, interesados en hacer cine, reúnen sus talentos para realizar un corto experimental, Coatlicue, escrito y dirigido por Revueltas, con  imágenes de Álvarez Bravo, que desafortunadamente se ha perdido. Hubo algunos otros intentos, a juzgar por la siguiente declaración.

Incursiona en el teatro como director escénico (monta la obra Mozart y Salieri, de Pushkin), gracias al apoyo de otro amigo suyo, el director José Ignacio Retes, quien le facilita su grupo teatral, denominado La linterna mágica. De acuerdo con Retes “Fue una gran motivación para que el escritor se involucrara como realizador, guionista, adaptador”. Y aún como dramaturgo, pues de esta época datan sus obras Israel, Nos esperan en abril y El cuadrante de la soledad.

 

 

El maestro Ignacio Retes dirigió en teatro esta última, y se convirtió en una de las obras que más furia despertó a la izquierda mexicana y que atrajo un sinnúmero de ataques contra la figura y el trabajo literario y político de Revueltas. A pesar de la cerrazón y el dogmatismo de los intelectuales y los dirigentes comunistas,  El cuadrante… llegó a sus cien representaciones antes de que su autor, agobiado por la crítica adversa de sus camaradas partidistas, decidiera retirarla de la escena, y a la vez cancelar sus aspiraciones de llevarla a la pantalla.

Cuánta será la oscuridad

La cercanía con Retes y su compañía teatral, le permiten salir de una etapa depresiva después del fracaso de su primer matrimonio. La experiencia de no sólo escribir un libreto sino de darle vida escénica, lo estimularon para relanzar su proyecto vital. Así, a principios de 1946, se decide a emprender la filmación de uno de sus cuentos, Cuánta será la oscuridad. Cuenta con la complicidad del fotógrafo Álvarez Bravo y la asistencia de Retes, a quien acude para que le facilite un automóvil que le permita trasladarse a las locaciones seleccionadas. De visita en su casa conoce a María Teresa Retes, quien se ofrece a llevar comida para el equipo cinematográfico durante la filmación, y al poco tiempo se convierte en su compañera. Retes recuerda: “Con mi grupo de teatro, más Rosaura Revueltas y Rodolfo Landa, filmamos varias secuencias bajo la dirección de Pepe. Recuerdo que una de las escenas tenía que ver con un entierro. El escenario fue Iztapalapa, en el Cerro de la Estrella. El equipo era muy limitado, empleábamos una cámara de 16 mm. “

Interrogado al respecto Revueltas señala que “entre Álvarez Bravo y yo hicimos un corto fílmico sobre un cuento mío: Cuánta será la oscuridad. Nunca lo editamos por pereza, se quedó enlatado en las manos de no sé quién. De eso hace ya mucho tiempo, pero él debe tener los negativos”.

En un libro sobre la obra de Manuel Álvarez Bravo, editado por el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1997, se incluyen dos fotografías que corresponderían a esa filmación, descritas de la siguiente manera: “Una de ellas muestra las paredes de adobe de lo que parece ser un cuarto muy humilde; la luz que se filtra desde el derruido techo apenas permite ver unos maltrechos íconos religiosos (una virgen de Guadalupe, un Sagrado Corazón de Jesús) que penden de uno de los muros. La otra es la instantánea de un plano en picada que capta en close up el rostro de una niña que, ataviada con un delantal, se encuentra recostada sobre la tierra y da la apariencia de estar muerta o en  estado agónico; un mechón de su negra cabellera cubre, como si fuera una cinta, el ojo derecho del personaje, mientras que el otro mira fijamente al centro del eje de la cámara”.

En efecto, el relato original, como el libro del que forma parte, Dios en la tierra, da cuenta de los horrores y miserias del fanatismo religioso, representado en este caso por la persecución y martirio que sufre un grupo de protestantes a manos de una gavilla de católicos enardecidos, que se ensaña a machetazos particularmente con la pequeña Néstora, “por no haber sido bautizada”.

A estas fotografías ha venido a unirse un rollo de película, de tres minutos de duración, rescatado  en 2014 por la Filmoteca de la UNAM.

Revueltas documentalista

Una serie de desbordamientos  e inundaciones de un sistema fluvial en la cuenca del Papaloapan, Veracruz, condujeron al gobierno a la creación de la Comisión del Papaloapan, con la misión de planear, proyectar y construir todas las obras de defensa de los ríos, de aprovechamiento en riego, desarrollo de energía y de ingeniería sanitaria para el desarrollo integral de la región, que comprendía 46 mil km² de los estados de Veracruz, Oaxaca y Puebla.

El Ing. Adolfo Orive de Alva, Secretario de Recursos Hidráulicos, patrocinó la realización de un filme para dar cuenta de los progresos de esa obra, contratando para tal efecto los servicios de José Revueltas como guionista – director, José Ignacio Retes, como su asistente y Manuel Álvarez Bravo como fotógrafo. Con sede en Ciudad Alemán, Veracruz los nuevos cineastas se dedicaron a la filmación del documental encargado. La experiencia, a juzgar por los escasos comentarios de Revueltas que se conservan, fue verdaderamente extenuante:

  • “Los responsables de tenerme lo que necesito para la filmación se apresuran a cumplir con muy buena voluntad, pero sin ninguna noción de lo que nos proponemos. Creen sin duda que lo que nos importa es tomar fotografías aquí y allá, como caigan, sin un plan determinado…”
  • “Y luego, los chismitos burocráticos, las intrigas, el deseo de contraponer nuestra unidad a la de Retes…”
  • “Lloro lágrimas espantosas por Álvarez Bravo, de quien, por supuesto, también se burlan (aunque sea con los labios apretados)…”
  • “Hay un lastre intolerable de burocracia, de intrigas estúpidas. El cine comercial, en este sentido, es un paraíso, porque cuando menos saben quién es uno, y la gentuza esta no puede menos que encolerizarse por sentirlo a uno inferior –sobre todo porque uno gana más sueldo, “sin merecerlo”, naturalmente-…”
  • “Ayer terminamos todos literalmente muertos. Los muchachos del staff, sin haber dormido un solo minuto, y nosotros únicamente con hora y media de sueño en Orizaba, pues se nos ocurrió tomar el tren y no encontramos camas…“
  • Desafortunadamente, no queda registro alguno de lo que pudo haber sido este material. Ignoramos si fue editado, y si se exhibió en alguna parte.

Otro acontecimiento histórico, la caída de Jacobo Arbenz, presidente de Guatemala elegido democráticamente y derrocado por un golpe de Estado orquestado y financiado por la CIA, y sustituido por una brutal dictadura militar en 1954, propició otra iniciativa fílmica de Revueltas: la formación de una compañía productora, cuyas ganancias en taquilla se utilizarían para financiar la revolución guatemalteca. En el  núcleo organizador estaban Revueltas, como guionista estrella, Juan de la Cabada y el poeta guatemalteco Carlos Illescas, el fotógrafo Walter Reuter y como productor Jesús Cárdenas. “Pepe nos tenía fascinados con sus planes de adaptar algunas novelas rusas –recuerda el  poeta  Illescas-. Pero cometimos el error de compartir el proyecto con personas ajenas a nuestras ideales, comerciantes que muy pronto hicieron de la propuesta un gran negocio. Nos quedamos fuera de la jugada”.

Rosaura Revueltas

Rosaura Revueltas, hermana de José, cuatro años menor que él, compartía su inclinación por las artes, y tras años dedicada a la danza [había formado parte de un conjunto de Baile Folklórico Español (1945); incursionado también en la danza moderna al lado de la coreógrafa Waldeen –precursora del género en México (1950)- y en el Ballet Folklórico de Amalia Hernández], se acercó al teatro. En 1946 debutó en escena con La desconocida de Arras dirigida por Charles Rooner, luego actuó en El cuadrante de la soledad (1950), obra escrita por su hermano José, dirigida por Ignacio Retes y con escenografía de Diego Rivera, y participó también en el montaje de Un alfiler en los ojos dirigida por Seki Sano, en 1952.

José la alienta a que pruebe suerte en el cine, y así debuta en un pequeño papel en Pancho Villa vuelve (Contreras Torres, 1949). Le siguieron Un día de vida e Islas Marías (ambas de Emilio Fernández, 1950), Muchachas de uniforme (Crevenna, 1951) y El rebozo de Soledad (Gavaldón, 1952), por la que recibe un Ariel a la mejor coactuación femenina; y ambos hermanos deciden desarrollar una mayor participación en el medio: José como director, Rosaura como actriz y Manuel Álvarez Bravo como fotógrafo.

Pero el escritor se ha visto envuelto en un conflicto del que no sale bien librado. Como Secretario General del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica, en la Sección de Autores y Adaptadores, libra una intensa actividad en contra del monopolio de las salas de exhibición que controlaban William Jenkins y Manuel Espinosa-Iglesias.

 

 

A estas circunstancias se suma el hecho de que Rosaura, pese a advertencias en contra, acepta el papel estelar en la producción norteamericana independiente La sal de la tierra (1954), obra pionera del cine chicano del director Herbert J. Biberman, realizada en plena campaña anticomunista del senador McCarthy. Antes de terminar el filme, el magnate Howard Hughes denunció al director y a gran parte del elenco como comunistas, y así Rosaura pasó a formar parte de la famosa lista negra de Hollywood: fue encarcelada en los Estados Unidos y finalmente deportada a México. Afortunadamente, el filme se logró terminar y alcanzó un merecido reconocimiento internacional. Al estrenarse en Europa, la Academia Cinematográfica francesa y el Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary (Checoslovaquia) la nombraron como mejor actriz.

En una presentación del filme en la República Democrática Alemana, la notoriedad alcanzada y  el hecho de que dominara a la perfección el idioma alemán (estaba casada con el empresario Walter Bodensted, de esa nacionalidad) le facilitan una invitación para integrarse a la escena alemana, participando en varias obras de la compañía Berliner Ensamble, fundada y dirigida por Bertolt Brecht; debuta en La hija adoptiva en 1956 y el año siguiente aparece en El círculo de tiza caucasiano de Brecht y en la pieza Sandhog. Ha sido la única mexicana que ha trabajado en esta compañía teatral tan prestigiosa.
A propósito, Pablo Neruda, a la sazón en Berlín, recordaba haber presenciado el debut de la “morena hermana de los Revueltas” en el teatro germano, y haberle preguntado después de la función a la actriz, en su camerino, si la habían maquillado para hacerla parecer tan blanca en medio de un rubio reparto de actores sajones. “No me lo vas a creer -fue la respuesta-: oscurecieron a todos los demás”.

Tales noticias entusiasman a su hermano José, que espera capitalizar su éxito en el proyecto cinematográfico en que están comprometidos; y le recomienda: “Es preciso que me mandes toda clase de recortes de prensa, etc., de ser posible traducidos, sobre tu trabajo allá.Yo podría meter  información en los periódicos, para que se den cuenta de lo que haces y lleguen a comprender lo imbéciles que son al no aprovecharte en tu propio país”.

La Santa de Cabora

A mediados de la década de los cincuentas, el fantasma de una crisis gravitaba sobre el cine mexicano. Las autoridades cinematográficas, comandadas por el licenciado Eduardo Garduño, ensayaron un cambio de estrategia: en adelante, se financiaría preferentemente a producciones más ambiciosas, que llevaran en sí un “sello de calidad”.  Si el costo promedio por película había sido en 1954 de 750 mil pesos, ese año ascendió a casi un millón de pesos. De otra parte, hubo cambios en el liderazgo de los distintos organismos sindicales del medio, y en todos ellos soplaron aires de renovación. En el gremio de los directores, por ejemplo, su nuevo dirigente, Roberto Gavaldón, planteó la necesidad de abrir puertas a nuevos talentos. En estas condiciones, surgieron casas productoras dispuestas a probar suerte con las nuevas condiciones establecidas.

La productora Cinematográfica Latina, S. A. fue constituida en 1954. Uno de sus productores asociados, el licenciado Adolfo Lagos, financió Donde el círculo termina (Crevenna, 1955), adaptada por Luis Spota y José Revueltas. Durante el rodaje  Revueltas tuvo oportunidad de conocer a Lagos y entablar con él una relación profesional que parecía prometedora, misma que comunica entusiasmado a su hermana Rosaura, entonces de viaje por Europa: “El productor con quien trabajo ha querido que participe presenciando toda la filmación de la película que produce (La manda), a título de entrenamiento para que yo pueda dirigir el año entrante. Quiero plantearte todo el problema y las perspectivas muy objetivamente para que no nos hagamos ilusiones vanas y cimentemos todo en realidades firmes. Tu situación aquí sigue siendo difícil desde el punto de vista político y comercial. Pero tu caso no es insuperable. El Lic. Lagos, una persona excepcional por muchísimos conceptos, ha sido el que más se ha empeñado en que yo dirija el año entrante. Cuando le propuse la Santa contigo se asustó, pero únicamente porque la Santa nos reuniría a ti, a Manuel Álvarez Bravo y a mí. ¡Fíjate, nuestro ideal desde hace tantos años!”.

De lo anterior se infiere que ya de tiempo atrás Álvarez Bravo y él traían un proyecto entre manos: realizar un filme que relataría la reprimida rebelión del pueblo de Tomochic,  ocurrida en 1892  durante el gobierno de Porfirio Díaz, centrándose en la figura de Teresa Urrea, llamada La Santa de Cabora. Era ella una joven mestiza, hija de una india rarámuri y un ranchero sonorense que de  adolescente empezó a tener ataques epilépticos y, según sus seguidores, obraba milagros, tenía visiones y podía  predecir el futuro y realizar curaciones. Teresa predicaba la justicia para los Yaquis y otros pueblos indios, defendiéndolos de la voracidad de las compañías concesionarias de la explotación forestal y minera que el gobierno entregaba a intereses extranjeros, particularmente ingleses y estadounidenses. Así, ganó fama de santa en la región, y puesto que en la iglesia los tomochitecos no tenían párroco pusieron una imagen de Urrea en el altar del templo. Cuando  llegó un  sacerdote demandó que la retiraran, mas los habitantes se negaron rotundamente, ante lo cual el párroco solicitó la ayuda de las autoridades civiles para devolverlos a la obediencia, iniciándose así el conflicto.

El gobierno porfirista, que ya había sufrido varias revueltas en la zona y sabía de los conflictos que los habitantes de Tomochic habían causado sobre las concesiones extranjeras, resolvió actuar terminantemente contra los insurrectos y envió a una partida del ejército para hacer cumplir las órdenes tanto civiles como religiosas. Los tomochitecos levantaron barricadas y se propusieron resistir el ataque armado;  el gobierno ordenó el ataque y muerte de los rebeldes. La mayor parte de los hombres murieron defendiendo la causa, mientras que gran parte de las mujeres y niños, que se habían refugiado en la iglesia, murieron cuando ésta fue incendiada.

Era un proyecto que sin duda ofrecía grande posibilidades de resultar una cinta épica, con grandes conjuntos y muchos recursos de producción, afín a las preocupaciones políticas de su director y con un papel para Rosaura en la línea del de La sal de la tierra, que tantas satisfacciones le había proporcionado.

Sin embargo, las cosas no marcharon de acuerdo a lo previsto. La manda, Basada en un cuento original de Juan Rulfo, que reasumiría finalmente su título original, Talpa, se filmó en locaciones en el pueblo de ese nombre. Ahí acompañó Revueltas a Manuel Álvarez Bravo, quien fungía como segunda cámara, para preparar su debut como director cinematográfico. Pero la cinta, la más costosa producida en México hasta entonces, resulta un fracaso en taquilla, y su productor se encuentró descapitalizado. Además, la sección sindical de directores no abrió sus puertas a nuevos elementos y Revueltas hubo de sacrificar su inquietud por convertirse en realizador fílmico: “La Santa, contigo indiscutiblemente, como condición sine qua non se realizará -escribió a su hermana en Alemania-, pero bajo la dirección casi probablemente de Gavaldón. A mí me parece muy bien, con tal de que se realice. Y como yo les he dicho que la historia no puede realizarse sin ti, los escrúpulos políticos los han hecho a un lado y aceptan”.

No por eso se siente amargado, sino que espera tiempos mejores para su debut cinematográfico: “Por lo pronto mi tarea es estudiar, estudiar, estudiar. Leo, observo, medito y, sobre todo, como le digo a Manuel [Álvarez Bravo], hago mi teoría. De los demás puedes aprender cosas del oficio,  pero siempre, ante todo, uno debe hacerse su teoría. Sin eso no es posible ir adelante ni hacer ningún trabajo creador”.

Una vocación a contracorriente

Ante la creciente parálisis de la industria cinematográfica, discurre la siguiente estratagema: “Adolfo Lagos, dueño de la compañía productora de películas en la cual trabajo, pretende establecer un intercambio cinematográfico con la URSS, a efecto de que podamos financiar en México la producción de un determinado número de  cintas con la ayuda que nos proporcione la venta de nuestro material en Moscú. Lagos me compra el pasaje de ida y vuelta a Berlín, me entrega unos cien dólares para gastos y me presta su abrigo para, finalmente, embarcarme en el aeropuerto”.

El resultado de las gestiones revueltianas en el mundo socialista es más bien magro: Después de una estancia en Europa (la URSS, Alemania y Hungría) por más de dos meses en 1957: sólo consigue un contrato para exhibir algunas películas húngaras en México, que Lagos debe firmar a su regreso. Pero cuando esto sucede, se encuentra con que el cine mexicano ha entrado en una crisis prolongada. Los Estudios Churubusco, entre otros, han cerrado, la producción fílmica se ha abatido. En todo caso, consigue interesar a las autoridades culturales alemanas y húngaras en montar una exposición con las fotografías de Manuel Álvarez Bravo en aquellos países.

Con todo en contra, Revueltas hace un último, desesperado esfuerzo por concretar su pasión cinematográfica. Se hace el propósito de escribir un diario con las experiencias del rodaje de una nueva película, innominada, y escribe: “El día 5 de noviembre, 1957 comenzaremos a filmar Álvarez Bravo y yo…”; pero más adelante refiere: “la película no me deja tiempo para nada…, ni para conseguir dinero. Hoy 21 hablo con el licenciado Igartúa para ver si consigo una moratoria y no tengo que desocupar la casa mañana. Nada. Mañana habrá que desalojar. (Lagos no pudo reunir sino la mitad del dinero que se necesita). Marite cree, con toda razón, que Lagos y yo mismo estamos locos y que ella misma también lo está. Pero de otro modo no podremos hacer la película. Bien. Con cuarenta pesos que me dieron en el sindicato Marite ha ido en estos momentos a comprar la comida de mañana con el fin de que no tengamos impedimenta para buscar una casa a la cual podamos cambiarnos por la tarde, si es que para entonces no han venido del juzgado para echarnos los muebles a la calle. Todo esto es imbécil, pero debo concentrarme para escribir un material sobre nuestro espantoso desastre político en materia electoral (que no es sino el resultado de la línea general errónea de nuestro partido). Pero la dirección del partido sigue imperturbable: está ciega, sorda, muda y paralítica… Apenas tengo tiempo para escribir el material (con menoscabo del tiempo que debo dedicar a la película)…”

Todo en vano. Lo inevitable sucede: “Han pasado muchas cosas –escribe en abril de ’58-. Marite y yo nos hemos separado. Ahora vivo en un hotel donde soy huésped de Lagos. He bebido días enteros y apenas trabajo. Una soledad y tristeza horribles, Comprendo que no soy marido para ninguna mujer. Trabajo político, nulo por lo pronto. Trato de recuperarme, por lo pronto no beber, aunque lo que sucede es que estoy  verdaderamente enfermo. La dirección del partido: atroz sencillamente. La campaña electoral resultó lo que anunciábamos. Mis materiales no serán distribuidos. Soy un escritor prohibido…”.

Regreso al apando

La Revolución Cubana fue otra coyuntura que Revueltas pensó le podía ser propicia. Su hermana Rosaura fue invitada a la Isla en 1960, para montar nuevamente El círculo de tiza caucasiano y dar clases de actuación, y permaneció ahí tres años. José se le unió en 1961, integrándose a la planta docente del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC), donde organizó un Taller Cinematográfico que desarrolló una investigación con el tema Alfabetización, a partir de una entrevista de dos horas de duración con Samanat, una mujer recién alfabetizada a los 106 años de edad.
De regreso a México, tres años después volvió a ejercer la docencia en el recién creado Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, cristalizando esta vez un proyecto fílmico: junto con sus alumnos realizó un documental sobre una flamante vialidad urbana, el Anillo Periférico.

En los años siguientes Revueltas prolongó su actividad pedagógica, y el ’68 lo encontró impartiendo cátedra en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde el movimiento estudiantil –que también lo fue magisterial- de ese año lo envolvió en su dinámica y terminó por enviarlo nuevamente a la cárcel por haber formado parte del Consejo Nacional de Huelga. Pero así como su prisión en las Islas Marías le permitió escribir su primera novela, Los muros de agua, el último de sus encierros le concedió un relato no por breve menos intenso y estremecedor: El apando.

  Su egreso de prisión, en 1969, coincidió con la reestructuración la industria cinematográfica en la administración de Luis Echeverría. Revueltas fue invitado nuevamente a colaborar en ella. Escribió una adaptación de la novela de Vicente Leñero Los albañiles, pero el guión fue rechazado por el propio autor, quien decidió escribirlo él mismo, para más tarde arrepentirse: “Tengo siempre un sentimiento de culpa con Revueltas porque él hizo un guión  […] que yo rechacé porque en él había encontrado al asesino de Don Jesús, dato que en mi novela queda inédito. Yo no supe apreciar su texto que, siento, era mejor que la versión que después yo hice para el cine”.

Rodolfo Echeverría le solicitó una adaptación de su novela Los errores, y aún le ofreció la tan ansiada oportunidad de dirigir y adaptar su relato La palabra sagrada, pero sus múltiples compromisos y la enfermedad que empezaba a aquejarle se lo impidieron.

Aceptó en cambio la oferta de Felipe Cazals de adaptar El apando (1976) para la pantalla. Como Cazals consideraba que Revueltas era un gran novelista, pero no apreciaba sus guiones cinematográficos, buscó a un intermediario que le permitiera filtrar su punto de vista en la adaptación, y lo encontró en José Agustín, quien venía de prologar y reunir las obras literarias completas de Revueltas para la compañía Empresas Editoriales.

Fue su último contacto con el cine, uno de sus mejores trabajos, y no vivió para verlo. Falleció el 14 de abril de 1976. “El murió dos días después de que tuve la copia compuesta –dice Felipe Cazals -, y su médico de cabecera me dio a entender que no era el momento de que viera eso”.

Se cerraron así tres décadas de búsqueda de una oportunidad para ejercitar la realización cinematográfica, de uno de nuestros mayores valores literarios y un extraordinario luchador social. Una pasión de la que dan testimonio las palabras finales de un esbozo autobiográfico: “Hice cine porque fue uno de mis grandes ideales, como medio de expresión. Siempre me gustó. Hoy estoy ya fatigado: bueno, argumentos podría seguir escribiendo, eventualmente, pero lo que me dejaría satisfecho es dirigir, filmar películas…”