El portal del cine mexicano y mas

Desde 2002 hablando de cine



Noticias

2018-07-08 00:00:00

Crítica: «Big Legend». El regreso de Pie Grande

Por Pedro Paunero

El ex militar Tyler Laird (Kevin Makely), convence a su novia Natalie (Summer Spiro), de acampar en los bosques de la costa del pacífico estadounidense. Tras pasar momentos idílicos, entre los que se encuentran la entrega del anillo de compromiso a Natalie, despierta después de escuchar golpeteos fuera de la tienda de campaña. Al poco tiempo una enigmática y furtiva criatura rapta a la muchacha. El shock lleva a Tyler a ser atendido por la Dra. Wheeler (Amanda Wyss, aquella víctima de Freddy Krueger en la primera “Pesadilla en la calle del infierno”) en un sanatorio mental. Es dado de alta, después de haber convencido a la doctora de creer que la desaparición de su novia de debió al ataque de un oso. Se sincera con su madre, Rita (Adrienne Barbeau, otra actriz veterana en las producciones terroríficas), a quien confiesa que no pasará mucho tiempo para que emprenda la búsqueda frenética de Natalie en aquellos bosques misteriosos.

Su lejano antepasado fue descrito en la Epopeya de Gilgamesh, hace 3,500 años. Se lo llamó “Enkidu”, el hombre bestia, salvaje, capaz de igualar en fuerza bruta al tiránico rey Gilgamesh, a quien lo habían enviado los dioses como castigo, pero terminaron haciéndose amigos y juntos corrieron por el mundo, tras la aventura. Los pasajes que lo mencionan, escritos en primitivas tablillas de barro, constituirían una primordial reflexión sobre la dicotomía entre el campo y la ciudad. En el contraste entre aquello que denominamos lo incivilizado y lo que nos parece civilizado.

Lo han llamado de diversas maneras: el Yeti en los Himalayas, a quienes otros, esperpénticamente, también denominan “el abominable hombre de las nieves”; Australia tiene su propia versión, el Yowie; el folklore de los Estados Unidos, derivado de los pueblos Halkomelem, lo conoce como el Sasquatch o “Bigfoot”, el Pie Grande de las películas y el Wendigo de la mitología lovecraftiana y del cuento de Algernon Blackwood, tomada de las leyendas algonquinas. Algunos rumores que lo sitúan en Argentina lo laman Ucumar, el Mapinguary en Brasil y, en México, los cuentos rurales de los estados que van de Oaxaca (entre los mazatecas) hasta Yucatán, lo llaman “el Salvaje” y el “Che Uinik” entre los mayas; algunas versiones lo describen como un ser antropoide, de gran tamaño, cubierto de pelo, con los pies al revés y con las entrañas visibles. También en los Pirineos se lo habría visto, donde le dicen el “Basa Jaun” y, acaso, habitaría en las selvas de Vietnam, lo que ha llamado la atención de criptozóologos y algún primatólogo serio que ha lanzado la hipótesis de que podría tratarse de algún descendiente del Gigantophitecus, un primate de unos tres metros de altura y que viviera hace cien mil años.

El cine lo cuenta entre sus monstruos predilectos, basta con mencionar algunos títulos, que comenzarían con “El terror del Himalaya” (aka. La criatura de las nieves; The Snow Creature, W. Lee Wilder, 1954), quizá la primera cinta cuyo protagonista es el abominable hombre de las nieves, seguida de “El abominable hombre de las nieves” (The Abominable Snowman, 1957) del gran Val Guest para mutar en hombre lobo, bajo la dirección de Miguel Iglesias, con guion del impagable Paul Naschy, en “La maldición de la bestia”, producción española de 1975 y convertirse en monstruo espacial, el Wampa del planeta helado Hoth, que atacó a Luke Skywalker en “El imperio contrataca” (Star Wars: Episode V. The Empire Strikes Back, Irvin Kershner, 1980). Uno de los orígenes de la leyenda, el mencionado Wendigo, aparece como un hombre caníbal en “El llanero solitario” (Lone Ranger), la deschavetada película de Gore Verbinski del año 2013. Más abundante, la filmografía sobre Pie Grande es, al mismo tiempo, irregular en calidad. Recordemos algunos films: “The leyend of Blood Mountain” (aka. Demon Hunter, Massey Cramer, 1965), que sienta las bases de una de las constantes de este pseudo género del cine de monstruos, el tema de la investigación, al que se añade otra constante, la cacería de la criatura; en “Big Foot” (Robert Slatzer, 1972), cuyos elementos son arquetípicos de la Serie B, aparece el célebre, e ingenuamente divertido, rapto de chicas bonitas por parte del monstruo; “La leyenda del arroyo Boggy” (Legend of Boggy Creek, Charles B. Pierce, 1972), célebre, y taquillera cinta, cuya originalidad residía en presentar la historia a la manera de un documental, característica que resultaría aún más efectiva para los crédulos espectadores de la pseudocientifica “Misterious Monsters” (aka. Bigfoot, The Misterious Monster, Robert Guenette, 1975), con Peter Graves como narrador, buscándole tres pies al gato (en este caso a nuestro entrañable ser peludo), tratando de situar a Pie Grande y a otros monstruos famosos, como el Monstruo de Loch Ness, en la más absoluta de las realidades; Bigfoot entra, con todos los honores, a un campo nudista (y al Sexploitation) en “Beauties and the Beast” (Ray Nadeau y Marius Mazmanian, 1974); ¿y cómo olvidar los avatares que la criatura experimentó para aquellas series míticas setenteras como “El hombre nuclear” y “El hombre increíble”. En la primera, Steve Austin, el hombre nuclear, se enfrenta al enigma de un Bigfoot que resulta ser un robot en “El Hombre Nuclear, El Secreto de Piegrande” (Six Million Dollar Man, The Secret of Bigfoot, Alan Crosland Jr. 1976), en la segunda, “Incredible Hulk, The Antowuk Horror” (Sigmund Neufeld Jr., 1978), Hulk es aprovechado como atracción turística, pero tiene, en Bigfoot, a un rival que resulta ser un hombre disfrazado, lo que empata con el episodio número 48 de MacGyver (Ghost Ship, Mike Vejar, 1987), en la que el ingenioso investigador descubre un complot petrolero con el pretexto del pobre monstruo; en “Legend of Bigfoot” (Harry Winer, 1975) se retoma, con divertida seriedad, el documental que propone a la legendaria criatura como al eslabón perdido; tampoco podemos olvidar la deliciosa fantasía infantil “Bigfoot and Wildboy” (1977), serie de televisión con episodios de media hora, cada uno, con uno de los tantos muchachos feraces de la realidad y el mito, esta vez criado por un Pie Grande y no por monos o lobos; “Sasquatch: The Legend of Bigfoot (Ed Ragozzino, 1976)”, a medio camino del documental y el tono ecologista, nos convence que los intrusos somos nosotros en sus territorios, donde deberíamos dejarlo vivir en paz; “Night of the Demon” (James C. Wasson, 1980), presentaba una película, prohibida en Inglaterra durante el vergonzoso período de las “Video Nasty”, cuya trama giraba en torno a un profesor y sus alumnos, decididos a encontrar la verdad sobre Bigfoot, en la que la magia negra y una escena con una castración a diente limpio y mucha sangre impregnaban su metraje; “Pie Grande y los Hendersons” (Harry and the Hendersons, William Dear, 1987), introducía la variante de domesticar, y volver un integrante más de una familia, a la criatura; cuando Disney se interesó en “Bigfoot” en una película de Danny Huston en 1987, el momento de presentar al monstruo como un ser amigable, había llegado por fin; por último debemos mencionar “The Untold” (aka. Sasquatch, Jonas Quastel, 2002) en la que un millonario (interpretado por Lance Henrikssen, de quien escucharemos otra vez más adelante) busca a su hija, perdida en un accidente aéreo, en los territorios de nuestro querido monstruo y en la que, por supuesto, la búsqueda tiene que ver con más que eso.

“Big Legend” (2018), del cineasta independiente Justin Lee, nos presenta el último avatar de las leyendas de Pie Grande. Así, tenemos que, el desesperado ex militar Tyler Laird se aventura, otra vez, en el bosque en busca de su prometida. Después de ser atacado dentro de su propio Jeep por parte de la criatura, lo encuentra Eli Verunde (Todd A. Robinson), un cazador furtivo que le muestra ciertos amuletos, puestos por los indios siglos atrás, a modo de hitos limítrofes entre el mundo de los hombres y el de los Sasquatch. Tratándose de una producción modesta, la historia consigue mantener el interés del espectador, cámara en mano, en medio de los escenarios reales de pinares y ríos y cascadas, entre varios sustos y muchos litros de sangre.

En el momento en que todo parece terminar, aparece el extraño Jackson Wells (interpretado por Lance Henriksen, habitual actor del Fantacine), moviéndose en su silla de ruedas por el hospital donde convalece Tyler, preguntándole si acabó con el monstruo y si cree en entidades sobrenaturales. Cuando le suelta la frase: “Estamos reclutando” y se nos anuncia que estos dos personajes volverán en una segunda entrega, titulada “The Monster Chronicles”, sabemos que estamos no sólo ante la divertida película de verano (presentada en el “Portland Horror Film Festival”), sino con la primera parte de la que podría convertirse en una franquicia, o serie de cintas sobre monstruos crípticos, que harán las delicias de los fanáticos de este tipo de cine.