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2019-07-12 00:00:00

Foro de la Cineteca: «Largo viaje hacia la noche»: Los símbolos descompuestos

Por Samuel Lagunas

La segunda película del cineasta chino Bi Gan (Kaili, 1989) es más o menos igual a la primera. Un hombre atravesado por la pérdida se sumerge en su entorno, y en sí mismo, con el fin de apaciguar si quiera un poco la angustia que lo atormenta. Pero, mientras que en “Kaili blues” (2015) un poeta busca a su sobrino, en “Largo viaje hacia la noche” (2018) Luo Hongwu (Jue Huang) regresa a su pueblo natal, Kaili, esperando encontrar a una amante de la juventud.

¿Qué sucede en “Largo viaje hacia la noche”? La primera mitad está teñida de claroscuros y se sumerge en una atmósfera de cine negro, con el fantasma de una femme fatale acechando a Luo. La pesada nostalgia va derrumbando al personaje central, quien se confunde, y nos confunde, con la narración que él mismo va haciendo de su pesquisa. Desde el principio, sabemos que sus palabras son poco confiables (¡aunque son lo único que tiene!), por lo que los límites entre el sueño, el deseo y la memoria se diluyen en un presente sombrío y, al mismo tiempo, esperanzador. Ninguna pista es segura. Ninguna persona dice la verdad. Sólo un reloj y una sala de cine sirven como refugio y, simultáneamente, constituyen los principales símbolos donde se condensan los significados y las estrategias narrativas de la película: el flujo del tiempo y de la conciencia, el cine como sueño y como pesadilla; todo sumido en un pozo de incertidumbre y de mentiras. Para Luo, sólo un sortilegio que aparece en un libro misterioso será la única vía para encontrar a la mujer anhelada. En su deambular, Luo vuelve al cine y, con unos lentes 3D saltará, igual que en “Kaili Blues”, hacia una segunda mitad filmada sin aparentes cortes. Este larguísimo plano secuencia podría alcanzar ya el estatuto de “clásico”, no sólo por su virtuosismo técnico (enlazar un viaje en moto con un viaje en tirolesa y con una escena donde los personajes literalmente vuelan encima de un pueblo), sino por su habilidad para compaginar este viaje exterior con una profunda exploración de sus personajes y con un potente y emotivo desenlace. 

Bi Gan puede ser calificado de cineasta posmoderno. En Kaili —el mundo imaginario que ha construido con televisores viejos, peluquerías decadentes y cantantes kitsch— todo está roto, no hay barreras físicas ni epistemológicas. Tampoco hay certezas anímicas o simbólicas que permitan a sus personajes tener algo de lo que aferrarse. Hay, por lo tanto, un spleen finisecular gravitando sobre sus tramas: hastío, melancolía y un ansia de eternidad inapagable. Pero Bi Gan en “Largo viaje hacia la noche” consigue, gracias al poder mágico de la palabra, hacer que “la casa gire” y, aunque sea por pocos segundos, encontrar de una forma inesperada aquello que estaba buscando. No es la felicidad, pero se le parece.

Con “Largo viaje hacia la noche”, Bi Gan profundiza y amplía el personalísimo camino (por ello difícil de seguir) que había abierto en “Kaili blues”; lo más seguro es que el cineasta chino, de continuar la misma ruta, acabará filmando películas que sólo podrán ser habitadas por él y donde los espectadores no seremos más que una minúscula parte de su omnipotente sueño.

Ficha técnica:
Título original: Di qiu zui hou de ye wan (Long Day's Journey Into Night). Año: 2018. Duración: 133 min. País: China. Dirección/Guion: Bi Gan. Música: Giong Lim, Point Hsu. Reparto:      Tang Wei, Sylvia Chang, Meng Li, Huang Jue, Chen Yongzhong, Lee Hong-Chi, Luo Feiyang.