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2019-10-23 00:00:00

Las animadas del FICM 2019: Mapas de lo imposible

Por Samuel Lagunas

No es extraño que la animación sea una de las categorías más injustamente desatendidas por la crítica en los Festivales de Cine. Si bien es cierto que el FICM cada año procura una selección estimulante y reveladora del estado actual de la animación en México, también es verdad que queda opacada por el resto de la cartelera y destinada únicamente a los curiosos, especialistas o a aquellos que buscan alguna película que puedan ver con sus niños (a causa de ese ominoso prejuicio que carga el género).

Esto no ha impedido que en el marco del FICM hayamos visto madurar la carrera de directoras como Sofía Carrillo que año con año nos deslumbra y aterra con sus fantásticas y enajenantes pesadillas. O que hayamos atestiguado trabajos como “Taller de corazones” (León Fernández) o “Revoltoso” (Ruy Ambriz) que han también catapultado a sus directores como referentes de la animación a nivel nacional y latinoamericano.

En este 2019, la Selección Oficial de cortometraje animado presenta 12 trabajos, 8 de los cuales son dirigidos por mujeres. Como es habitual en esta categoría, se mezclan cortometrajes con muy diversas intenciones, desde los más lúdicos y experimentales hasta aquellos que se constriñen en la fábula decididamente infantil, protagonizada por animales y con una importante moraleja.

En el primer polo, encontramos los trabajos de Andrea Robles y Rita Basulto. La primera, con “IV. Impermanencia” nos entrega secuencias oníricas y perturbadoras con dibujos de dientes rompiéndose, uñas desencarnadas, rostros gritando, en un ciclo reiterativo que parece conducido por unas manos delgadas que juguetean con una bola de cristal. Lo inasible de la existencia deja huella en el trazo difuminado y gris y en las imágenes que se suceden sin otra lógica que la del caos. El orden de las imágenes en “Eclosión” de Rita Basulto nace de las afinidades geométricas y de la pesadilla de un hombre cuya existencia se representa oscilante entre la superficialidad de un documento oficial y el arrastrarse de un gusano. Inspirada en una cita de Sartre, Basulto logra sumergirnos en una inquietante marea de imágenes de la que difícilmente saldremos indemnes.

En el segundo polo, el de la fábula, encontramos “El tigre sin rayas” de Raúl Morales, quien fiel a su estilo digital nos trae ahora una emotiva historia sobre un tigre que hace un viaje en busca de sí mismo. El final, y la lección, no pueden menos que hacernos sonreír.

En defensa de las “otras” identidades

“Mi hermano Luca” de Carlos Algara y Catalina Serna busca crear conciencia entre todo el público sobre las dificultades de criar a un niño con autismo. Dificultades para los padres, quienes en el corto aprenderán de su hija a no padecer el autismo sino a acompañar a su hijo menor Luca con un espíritu creativo y amoroso. Ese desplazamiento de la mirada a la hermana mayor es el que dota al corto de ternura. Luca es, a los ojos de su hermana, un niño con superpoderes: tiene un superoído, una supermemoria y la capacidad de reponerse de un día agotador con solo dormir un poco. También, como Superman, necesita tiempo a solas. Será ella quien mostrará a los padres que el autismo no es un límite o un defecto, sino una forma diferente de hacer frente a la vida.

“Bailando con el corazón” de Marcos Almada se inserta también en la política de las identidades, pero desde el lugar de los pueblos originarios. La historia se centra en una niña indígena que es atraída por un canto misterioso hacia una isla no menos enigmática. Allí no sólo reencontrará a su madre, sino que entenderá la importancia de mantener viva la memoria de sus antepasados para así mantener viva también una visión del mundo.

De la leyenda al stop-motion

“Pozolli” de Mauricio Hernández y “Maraña” de Brisa P. Sánchez no ponen en el centro algún grupo minoritario, sino que utilizan la leyenda como trampolín para su imaginación. Hernández elige el formato vertical para recrear el origen del pozole. Como en un juego infantil, veremos granos de maíz disfrazados de españoles enfrentar a granos de maíz vestidos como indígenas.

Mucho más sombrío es “Maraña”, donde Brisa P. Sánchez anima al conejo de la luna y lo hace deambular en stop-motion por un bosque poblado de peligros, entregándonos unos planos subjetivos tan escalofriantes como espléndidamente logrados.

El peligro de los deseos

“Langosta blanca” y “Adelina” exploran de formas arriesgadas y originales el riesgo que conlleva desear. En el primero, Paul Gómez López nos entrega la historia de tres pescadores que encuentran una extraña langosta que tiene el poder de cumplir su mayor anhelo. Al comprobar cada uno la eficacia del espécimen blanco, se enfrascan en una cruenta lucha por poseer el animal. El único sobreviviente se enfrentará con la incertidumbre, el pesar y un recuerdo que le revelarán lo inútil de su lucha.

En “Adelina” el deseo es imitativo. Ana Portilla nos entrega, también en stop-motion, la historia de una niña que se ve deslumbrada por una visita al museo de Bellas Artes. Al regresar a su casa, se dedicará a recrear con sus juguetes y con otros objetos de la casa, las obras que más la cautivaron. Meterá al horno un reloj para imitar a Dalí, y abrirá en canal un peluche para copiar a Francis Bacon. “Adelina” funciona como un lindo acercamiento a la imaginación infantil, pero también como una antología inaudita de arte contemporáneo.

Pequeñas grandes obras

Nuria Menchaca regresa al FICM para entregarnos otra gran obra. Se trata de “Dalia sigue aquí”, donde recoge la historia de una niña en busca de su padre. El paso del tiempo es cifrado mediante planas de periódicos que se convierte en telón de fondo para el drama de la desaparición. Tan escalofriante como doloroso, “Dalia sigue aquí” acaba con un grito tonante de esperanza en un momento donde el terror no cesa y donde muertos y vivos no cesamos de buscarnos.

No es exagerado decir que tanto “Dalia sigue aquí” como “Hideouser and hideouser” son ya obras cimeras en las filmografías de sus directoras. Aria Covamonas consigue en esa extraña joya que es “Hideouser and hideouser” un collage surrealista que evoca por igual a Buñuel como Svankmajer. Sátira de la vida cultural y pesadilla liberadora de una bruja-mesera, el corto de Covamonas es una pieza inolvidable.