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2020-05-10 00:00:00

Ai Weiwei, ironista. «Vivos» el dolor de las familias que aún esperan a sus desaparecidos

Por JJ Flores Hernández

Durante varios años Ai Weiwei tuvo prohibido salir de su país. Hacer arte le permitía estar afuera, emigrar al menos simbólicamente. Multidisciplinario, Weiwei ha usado el arte como pasaporte. Artista de denuncia y activista, ha aprendido a surcar la censura, a resistir y escuchar. Bloguero, se dedicó a señalar los abusos de su gobierno, a poner nombres hasta que lo censuraron. Arquitecto, planeó y diseñó un centro cultural (demolido poco tiempo después) así como también su estudio en Alemania el que ha dejado para afincarse en Reino Unido; en estos dos casos ya con papel pasaporte. Como cineasta ha sabido mirar la intimidad, el proceso migratorio, la añoranza del hogar. “Human Flow” (2017) fue el resultado de ese rastreo y acompañamiento en múltiples fronteras del mundo. En él, Weiwei sigue el nomadismo emergente por desplazamiento forzado y la huida de conflictos bélicos, por persecución religiosa, por falta de empleo, por racismo. La humanidad es una marea que por momentos no tiene oriente. Al estar en los límites entre países, de cara a las fronteras, Weiwei muestra la desolación y la incertidumbre y da cifras. De 1989, tras la caída del muro de Berlín, a 2015 más de 70 países han edificado barreras en los límites de sus territorios para impedir el “tránsito humano ilegal”; qué oxímoron. Documental caleidoscópico, evidencia cómo toda frontera es ideológica y geopolítica: las fronteras no siempre se acaban en donde un territorio se delimita en un mapa. He aquí la ironía en Ai Weiwei cineasta: el cambio cualitativo en cómo mira el proceso migratorio y cómo el dolor de las familias que aún “esperan a sus desaparecidos” en “Vivos” (2019), que forma parte de la programación de Ambulante en casa.

“Campo de guerra” (2014) es la apuesta de Sergio González Rodríguez por sistematizar cómo el gobierno mexicano no sólo es un narco estado sino cómo, también, la geopolítica estadounidense, justificándose de combate al terrorismo en el mundo, tiene una red de inteligencia militar en territorio mexicano. “Los 43 de Ayotzinapa” (2015), continuación de las investigaciones de González Rodríguez, es un estudio de caso geopolítico. El 26 de septiembre de 2014 en Iguala no es un evento aislado. Dos documentales lo han mostrado. “Mirar Morir. El ejército en la noche de Iguala” (2015) de Coizta y Témoris Grecko y “Ayotzinapa, el paso de la tortuga” (2017) de Enrique García Meza, en ambos casos los cineastas investigan e indagan los rastros inmediatos a la desaparición de los cuarenta y tres estudiantes normalistas. Los Grecko se centran en desmontar el discurso oficial, la “verdad histórica” de Jesús Muriño Karam, y García Meza en las razones para la intervención del ejército y el desentendimiento por parte del gobierno de José Luis Abarca Velázquez. Como ironista, Ai Weiwei da por sentado todos estos aportes para centrarse en el testimonio de los y las familiares de los desaparecidos aquella noche de septiembre apoyándose también con entrevistas a activistas y periodistas (Témoris Grecko entre ellas, ellos) y, usando intertítulos, coloca el discurso oficial. Intimidad en primera voz y oficialía. Lo que late en cada plano de “Vivos” es el presente perpetúo de la ausencia y la inagotable esperanza de las personas y las familias. Lo que inquieta es que plantea una distancia con esas pérdidas. Da voz, pero también la romantiza. Su fotografía es tan pulcra, tan “enmarcable” que confirma la ironía de su intimidad. Es este al cambio cualitativo de “Human Flow” a “Vivos”. En el primero el cineasta tropieza, se moja, acompaña, improvisa con su celular. En este, planea, compone, enmarca y enaltece. La cámara en la marea humana está siempre móvil, pocas veces la cámara registra estática frente a alguna persona. En “Vivos”, lo contrario, la mayor parte son planos fijos y entrevistas frente a cámara. El paso es de talante estético-político empero no de manera favorable. Reformulando un concepto de Boaventura de Sousa Santos, este pasaje es la “dronificación de la mirada” . En el primero hay un sentimiento puro, en el segundo, una mirada preciosista. Actualidad de Susan Sontag: “todo existe para ser fotografiado”, incluso el dolor o la pérdida; “fotografiar es conferir importancia”, ¿en “Vivos” lo que importa es cómo lucen los testimonios o lo que dicen? ¿cómo habitan la espera o cómo Ai Weiwei la metaforiza con la arquitectura, los muebles vacíos, la luz y la niebla? Un dron mira siempre distante y de forma impecable. Al menos tres planos en “Human Flow” están hechos con un dron.

Ai Weiwei.
 

Los tres enmarcan a cabalidad esa distancia y este paso. Uno, mapeando un campo de refugio para migrantes desde registrar sus límites hasta llegar a una loza, movimiento cenital. Dos, en un terreno árido sigue el curso de un juego, las correrías y los gritos mirados desde el cielo. Tres, el último plano, una pila de chalecos salvavidas semejante a una instalación, va de la pila hacia las nubes. Otra ironía: un/una artista que quiere mirarlo todo o, imposibilidad, estar en todos lados. Dos momentos en “Vivos” eluden el preciosismo y la distancia. Un padre cuenta cómo, tras ver a otra gente de su pueblo salir a trabajar él se siente confundido, con un deber trunco. Siente que debe ir a trabajar pero que no puede. “Porque qué tal que mi hijo llega y yo estoy trabajando. Me mirará y pensará que abandoné la lucha, que lo dejé de buscar. Por eso sigo”. Aquí la cámara pasó de un plano medio, contemplativo y esteticista, a un primer plano íntimo y desolador. Ai Weiwei deja de ironizar, comulga. También frente a cámara, plano medio, una madre cuenta que desde que a su hijo se lo llevaron no ha limpiado su casa. “Para qué, si ya no vivimos ahí”. El polvo se ha ido acumulando, signo de una espera, tiempo dilatado. El plano no cambia, el fondo tampoco es enaltecedor, lo contrario: hace abismo. “Desaparecidas” (2005-2006) de Maya Goded es una serie de fotografías que evidencia ese abismo de las personas que buscan. El ironismo desconoce porque cree saber. Celebrado con anticipación, Vivos es luz que no termina de encender. La producción a cargo de Daniela Alatorre y Elena Fortes junto con Ai Weiwei conformaron un equipo que permitió un trabajo remoto y múltiple. La fotografía estuvo en al menos cuatro miradas más Ernesto Pardo, Carlos Rossini, Bruno Santamaría y Ma Yan. Si bien todas enclavan uniformemente gracias al montaje de Niels Pagh Andersen, lo irónico sobrevive: Ai Weiwei mira la intimidad, aunque probablemente no siempre estuvo ahí. 

Una de las últimas fronteras visitadas en “Human Flow” es la que tienen México y Estados Unidos. A Ai Weiwei, este suelo le ha intrigado desde entonces o tal vez antes. La relación con México es sólida. En la hoy Artz Pedregal, se exhibe “Forever” (2018), una escultura suya. Lugar de élite, previo a su inauguración ha estado marcada por la polémica, la negligencia y el clasismo. Un derrumbe en julio de 2018 evidenció las fallas de diseño, los turbios y caros procedimientos para erigir un centro exclusivo para la clase más opulente de la ciudad capital. Lo caro no está ahí, sólo lo inalcanzable. Esta relación creativa es también irónica. El arte, sea de quién sea, tiene y tendrá un mercado.

La ironía más grande en “Vivos” es doble: mirar de cerca y sentir que está lejos, dar voz a las familias de los desaparecidos y que éstas sean un correlato de la imagen, no sus protagonistas. Collage del dolor en donde la imagen enaltece las lágrimas, enmarca las ausencias, pero también las torna “preciosas”. En su esteticismo, el dolor es un pase, una instantánea turística. Ai Weiwei encomia y, sumando voces, congela el recuerdo. En la última entrevista una mujer sentada, a saber si madre o hermana de alguno de los cuarenta y tres, trata de escoger qué imagen de su desaparecido mostrar. Alguien, fuera de campo, le da indicaciones. La acción es ambigua: ¿le indican cuál mostrar o cómo mostrarla? Y de ser así, la finalidad es la de conmover más que de acompañar. Después de todo Ai Weiwei está de paso, es un artista con credenciales. Ahora una más.

@JJFloresHdz
Diez y once de mayo de dos mil veinte.
Nuevo San Juan, San Juan del Rio, Querétaro.