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2023-12-06 00:00:00

Crítica: «Las Bestias»: la intensa cinta ganadora del Goya llega a salas del país

Por Matías Mora Montero.

Los mejores personajes en la historia del cine se destacan por no tener ni la absoluta razón ni estar por completo en lo erróneo. Aquellos matices y muestras de complejidad pueden ser apreciados en fenómenos como el de Travis Bickle en “Taxi Driver” de Scorsese, pero, de forma milagrosa, es visto en cada uno de los personajes que salen en pantalla en “Las Bestias” de Rodrigo Sorogoyen, lo que habla de uno de los mejores guiones del cine reciente, no sólo español, sino mundial. Y la más actual de Sorogoyen, tras su paso en varios festivales e incluso una nominación a los Ariel por mejor película iberoamericana, donde le ganó su contrincante argentina, “Argentina, 1985”, una película formidable que, sinceramente, no tiene nada contra la tensión y la excelencia de la cinta de Sorogoyen.

Con esto quería dejar claro lo mucho que “Las Bestias” me ha maravillado, la razón principal expuesta en la primera línea de este texto. Sin embargo, antes de profundizar más de por qué me ha parecido un logro cinematográfico bárbaro, repaso un poco la trama de la película. Antoine (Denis Ménochet) y Olga (Marina Foïs) son una pareja de franceses que habitan en un pueblo en Galicia, un pueblo ubicado en montes y alejado, por completo, de la urbanidad. Antoine y Olga aquí se han dedicado a cultivar, y aquello que siembran se convierte en su negocio en el mercado; a la par, arreglan casas dañadas del pueblo como “proyecto de vida”, para que la zona se pueble más, ya que, como lo llega a mencionar un anciano pastor de ovejas: “no hay niños”, en su mayoría, los habitantes han nacido aquí, aquí morirán y, quizás, cuando mueran, morirá el pueblo. Su condición es de arduo trabajo y pobreza, de depresión y frustración, con esto me refiero a los nativos, porque la pareja francesa está en su vida soñada, también pretenden morir aquí, pero por elección, no por fuerza.

El tema de gentrificación es uno que hasta en la metrópolis que es nuestra Ciudad de México resuena fuertemente. Pero también es cierto que el sentimentalismo tan romántico de nuestros franco-protagonistas conmueve y convence, ahí es en donde entra el conflicto no sólo de los personajes que vemos en pantalla, sino del cómo sentirnos respecto a sus acciones, ya que una compañía eólica quiere tomar el territorio del pueblo y pagarle a sus habitantes para el desplazamiento de los mismos, si bien muchos firman a favor, hay aquellos, como los franceses, que votan que no, ya que aquel desplazamiento les es completamente innecesario y contradice aquello que buscaban al instalarse ahí. Pero para la percepción de los demás, es hasta un medio de supervivencia el dinero que la eólica les ofrece.

Y entonces, como todo un gran chiste, o como toda gran tragedia, el bar es el causante de la explosión narrativa cuando dos hermanos, Xan (Luis Zahera, con un poder actoral abismal) y Lorenzo (Diego Anido), establecen una rivalidad creciente y peligrosa con Antoine por no haber firmado. Aquello empieza en pequeñas bromas inofensivas, como mear sobre las sillas de los franceses, pero va escalando hasta involucrar escopetas, amenazas y acciones llenas de ira y descontrol. Por cada tres escenas de la película, en dos sentía que mi corazón iba a escapar volando del miedo, por tanto que lo que mis ojos veían y lo hacían acelerarse. El nivel de tensión que se maneja en la dirección y en la historia es mayor a la cuenta regresiva de una bomba. La música ayuda muchísimo, las composiciones que Oliver Arson ha hecho para la película no dejan de estar en repetición en mis audífonos, los sentimientos que aquellos instrumentos evocan ya erizan la piel, pero tan pronto los conectas a sus respectivas escenas sientes un rayo poner de pie cada uno de tus pelos. Con esto decir que, “Las Bestias” es una de las películas que más me han hipnotizado en un buen rato, mis ojos pegados a la pantalla, la imposibilidad de siquiera parpadear como testimonio al manejo de ritmo y emoción que mantiene durante todo su metraje.

Es una película que busca dejar la impresión más poderosa que pueda sobre ti, ya que todo lo que cuestiona es de una relevancia global, por más que, por la naturaleza de su nacionalidad, parecen ser asuntos exclusivos de España. Cuestiona la nacionalidad, el privilegio, las relaciones, las complicidades y los motivos, cada aspecto fundamental en el ser del ser humano. Es un estudio meticuloso de nuestros límites, de aquello que crece dentro de nosotros y nos impulsa a actitudes y acciones, vaya la redundancia, bestiales.

Y aquí entra una de las grandes encomiendas de la película, en la dirección de Sorogoyen existe una dinámica con la dimensión y el espacio que te habla de un gran sentido de lenguaje cinematográfico, donde la composición de la imagen te informa todo lo que necesitas saber del progreso narrativo y emocional de los personajes. Bien podría ser una película silente, aunque sus diálogos son absolutamente exquisitos, diálogos que hierven y causan reacciones sonoras en la audiencia, diálogos que logran que aquellas escenas sin amenaza física, aún así se sientan como territorio mortal.

El guión, que escribe el propio Sorogoyen junto a Isabel Peña, nunca demuestra señales de detenerse, es una pieza de escritura contundente que da paso a una pieza de cine aún más contundente. Si buscas ir al cine para escapar, esta no es la película para ti, “Las Bestias”, en todo caso, es una película de la que querrás escapar de tanta confrontación narrativa y temática que te impone, pero incluso tras prenderse las luces de la sala y verte forzado a salir a la vida real, te sientes en la imposibilidad de superar la historia de la rivalidad entre Antoine y Xan, las complicidades que la fabricaron se permean en tu mente. Ese es el buen cine, el que no te deja ir a ningún lado, el que sirve como punto de conflicto durante y posteriormente a su proyección. “Las Bestias” se proyecta en algunos cines de México, incluyendo la Cineteca Nacional.