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2023-12-08 00:00:00

Crítica Netflix: «Dejar el mundo atrás»: Horror, paranoia y ciberrealidad

Por Pedro Paunero

Rose (Farrah Mackenzie) hija menor del matrimonio Sandford, formado por Amanda (Julia Roberts) y Clay (Ethan Hawke), durante una visita a la costa, resulta ser la única en percatarse que un barco gigantesco, de amenazante color rojo, se acerca peligrosamente a la playa. Les advierte a sus padres. Nadie le hace caso. Por fin, todo el mundo huye despavorido cuando el barco encalla, cortando la arena, destruyendo sombrillas y demás útiles de vacacionar a su paso.

Los Sanford han rentado una lujosa casa en Long Island, para descansar con sus hijos pero, al poco de instalarse, comienzan a sucederse, en cascada, una serie de eventos ominosos y extraños. Primero, dejan de funcionar la Internet y el GPS, luego, en plena noche, son visitados en su idílico y apartado paraíso para ricos, por los Scott, G. H., el padre (Mahershala Ali) y su hija Ruth (Myha’ la), quienes les explican que ha habido un apagón que ha dejado totalmente a oscuras la ciudad, evento que los ha sorprendido camino de una fiesta, y que desearían pasar la noche en la que resulta ser su casa, que han puesto en renta. Amanda, escéptica, cede por fin, y los Scott terminan trasladándose al sótano, tan lujoso como el resto de la casa.

Pronto, a la falta de servicio de Internet, se suma una escalofriante transmisión por televisión -que recuerda la alarma emitida durante la madrugada, en el episodio “Un poco de paz y quietud” (A Little Peace and Quiet, Wes Craven, 1985), y el pánico de “El refugio” (Shelter Skelter, Martha Coolidge, 1985), de la Dimensión Desconocida-, que alerta que el país se encuentra bajo un ciber ataque.

“Dejar el mundo atrás” (Leave the World Behind, 2023), es una película producida por el matrimonio formado por Barak y Michelle Obama, dirigida por Sam Esmail, en una adaptación de la novela de Ruman Alam, que pone al día el miedo, la paranoia, y el horror de películas de Serie B como “Invasores de otros mundos” (aka. Objetivo: la Tierra; Target Earth, Sherman A. Rose, 1954) o “La Tierra muere gritando” (The Earth Dies Screaming, Terence Fisher, 1964), con un suspenso latente, y una dosificación del terror efectivo y, finalmente, explosivo,  así como de aquel cine que retratara el horror de una guerra nuclear, como sucediera en “El día después” (The Day After, Nicholas Meyer, 1983).

La película se vale, pues, de ese miedo efectista, pero plausible, y de las consecuencias de un país sin posibilidades de comunicación, sometido a la guerra psicológica, y la reflexión sobre la dependencia que hemos desarrollado hacia la tecnología, como en la escena en la cual Rose -adicta al programa televisivo de “Friends”-, y que ha sido testigo de una cantidad increíble de venados que, misteriosamente, avanzan hacia la propiedad -aparentemente los animales, entre estos, flamencos y otras aves, se ven afectados por algún tipo de arma-, le expresa su deseo a su hermano Archie (Charlie Evans), de internarse en el bosque y averiguar qué sucede, ante cuya conducta su hermano le espeta: “¿Éstas tan aburrida sin tu programa?”, que nos hará reparar en la alerta que supone una juventud que vuelve a explorar la naturaleza -aun con sus peligros inminentes-, solamente si se pierde el funcionamiento de sus dispositivos electrónicos.

Pero también apela a las tácticas inventadas por Joseph Goebbles -uno de los pioneros de la guerra psicológica-, en la escena en la cual una asustada mujer que Clay encuentra en el camino -y que abandona en el descampado-, cree haber sido testigo de  un ataque aéreo -vía dron- con gases de color rojo.

Plena de aparentes lagunas en el guion que, no obstante, por su falta de explicación funcionan como un mecanismo de relojería, y una base argumental que se sustenta sobre la Doctrina del Shock, “Dejar el mundo atrás”, logra un doble objetivo en el espectador: someterlo, durante poco más de dos horas, a la perplejidad y misterio de lo que está viendo y, finalmente, a la reflexión sobre lo que podría suceder doblando la esquina del futuro, a escasos quince minutos en el mañana.