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2023-12-31 00:00:00

Las 20 mejores películas de 2023: el año de la bomba, el asteroide y la luna

Por Matías Mora Montero

Tercer año consecutivo que decido escribir sobre mis favoritas del año, pero este se siente diferente, podría ser la incrementada contaminación en el aire o podría ser el frío que hace de este diciembre el primero en años que se siente genuino en su participación dentro del invierno. O, más probablemente, podría ser que este año el ir al cine no se sintió, en lo más mínimo, como un acto solitario. Situación que, en años anteriores, inmersos aún en la pandemia y en la rutina constante y longeva, parecía ser entonces la naturaleza de nuestra interacción con este medio. Y este 2023 algo pasó, algo pasó que lo cambia todo, que me hace ver al cine con un rol más importante como nunca antes y, a la vez, con una importancia rebajada, porque de repente el cine necesita, de forma urgente, de la gente.

De repente la gente es indispensable para que el cine viva y no viceversa, no es que el cine nos inmortalice, es que inmortalizamos al cine. Por eso, en un acto verdaderamente cliché y genuino, le quiero dedicar esta edición de lo mejor del año a una amiga, Constanza, que tan valientemente me acompañó a ver más de cuarenta películas este año, digo valientemente por lo insoportable que habrá sido escucharme hablar tanto de Martin Scorsese, pero es que las pláticas con una cómplice en el crimen cinematográfico logra que los corazones de las películas sigan latiendo tras los créditos pasar y hace que la perspectiva sea siempre tan fresca como una naranja de mercado. Vimos muchas más de cuarenta películas Cons y yo este año, sobre todo si contamos las miles de las que platicamos y a las que les dimos nueva vida. De pronto, el cine es un acto de unión, es un testamento y un sinónimo de amistad. Sí, este ha sido un año diferente. Más gozoso.

Repasamos las películas más destacadas en un año turbulento, donde grandes cineastas se enfrentaron a sus mayores miedos y preocupaciones, mientras que nuevas voces se alzan en el panorama cinematográfico. Aquí, dado que ya he escrito sobre gran parte de las películas listadas, me dedicaré, en estos casos, a justificar brevemente porque merecen su puesto en esta lista, mientras que con aquellas de las que no he escrito previamente elaboraré más su texto aquí. Habrá algunas que falten debido al tema de distribución de cine, me duele hacer esta lista sin ver aún las nuevas obras de Michael Mann, Yorgos Lanthimos, Victor Erice, Harmony Korine y Ryusuke Hamaguchi. Tras los primeros quince puestos intentaré ser más breve con la justificación del posicionamiento de las películas en la lista. 

Antes de empezar haré un recopilado de menciones honoríficas otorgadas a aquellas cintas que no llegaron al corte de las veinte, pero son altamente recomendables: “Anatomía de una caída”, “Memory”, “Skinamarink”, “Beau tiene miedo”, “Napoleón”, “The Caine Mutiny Court-Martial”, “Cielo Rojo”, “Rotting in the Sun”, “Infinity Pool”, “Misántropo”, “May December”, “El Eco”, “Samsara”, “El Conde”, “Llaman a la puerta”, “All of Us Strangers”, “Godzilla Minus One”, y “Valentina o la Serenidad”.


1.- Los asesinos de la luna (Martin Scorsese)

Lo mítico que es presenciar a Scorsese, ya de 81 años, dirigir con el mayor nivel de sinceridad que ha demostrado a través de su prolífica carrera de brillante e impecable cine. La historia tras la masacre de los Osage, causada por la avaricia y la maldad de un grupo de blancos que simbolizan al propio Diablo, es un monumento a la propia historia de la humanidad. Y Scorsese no se toma ni un segundo de su extenso metraje a la ligera, causando que “Los asesinos de la luna” se convierta no sólo en la mejor película del cineasta neoyorquino, sino también en un contundente retrato de la maldad, la bondad, la justicia y la tragedia que moldean nuestra historia, aquella que puede simular no sólo relatos del pasado, sino de las noticias que ocurren en nuestro presente. Impecable en sentidos técnicos, lo que más captura de la cinta es su capacidad de envolverte en la tragedia y hacerte cuestionar tu propio papel en la misma, las complicidades de la audiencia jamás se han visto tan expuestas como en aquellas que se adentran a la nueva obra de Scorsese. Más allá de nombrarla la mejor película del año, me sigue pareciendo relevante destacar que es la más importante del año, en ella he encontrado lo que el cine puede y debe hacer mejor: investigar quiénes somos bajo el contexto más complejo posible.


2.- Días perfectos (Wim Wenders)

El cine como un espacio dedicado al recuerdo y al gozo. Aquella es la propuesta que la más reciente obra del legendario Wim Wenders nos da, cineasta que alguna vez nos rompió a todos el alma con su “Paris, Texas”, ahora se atreve a darnos otro tipo de dolor, uno físico, causado por la inevitable sonrisa que se mantiene durante todo el visionado a esta gran oda a lo cotidiano. Koji Yakusho interpreta a Hirayama, protagonista, con un sentido de inocencia impecable, una inocencia que no puede ser corruptible, demostrando ser una ternura honesta. No es un ignorante, conoce los dolores y duelos que acompañan la trayectoria a la que denominamos ‘vida’, en una escena, Hirayama participa en una confrontación familiar donde la condición médica de su padre y el distanciamiento con su hermana lo empujan a las lágrimas. Es tristeza, pero no es todo lo que hay en él ni en sus días. Porque lo que mayormente conforma a la película son bellas secuencias donde el personaje se dedica a leer, manejar, escuchar música y comer, todo con un gusto enorme, vive sólo más, no creo que esté en soledad, por más breves que sean sus momentos con otros, los aprecia. Le dejan, como gran parte de su vida, una sonrisa. Y aquellos encuentros se convierten en sueños llevados a la excelencia visual, gracias al imaginario creativo de Wim Wenders, otorgando un pasaje al pasar de los días sumamente bello. Una película que podría y sin duda haré la tarea de re-visitarla con cierta frecuencia, ya que es un cine que sana.


3.- Hojas de otoño (Aki Kaurismaki)

El protagonista de “Días perfectos” se dedica a limpiar baños en Tokio, una profesión, como todas, honorable y aparte perteneciente a la clase trabajadora, clase social a la que el finlandés Aki Kaurismaki le ha dedicado toda una filmografía, de modo que aquel viaje a través de las condiciones sociales y emocionales de este sector de la población continúa en “Hojas de otoño”, la mejor y más concreta historia del amor del año. En ella, Ansa y Hollapa van de trabajo en trabajo debido a una serie de desgracias. En el caso de ella, ya sea por un despido o porque su lugar de trabajo tuviera asociaciones con la propia mafia; o en el caso de él, que al ser un borracho empedernido cada que su hábito por la bebida es descubierto termina de nuevo donde empezó: desempleado. Pero el cine de Kaurismaki jamás ha sido uno caracterizado por la tragedia, todo lo contrario, sus historias sencillas, pero siempre rodeadas de contexto, conforman un cuerpo de trabajo esperanzador. Algo que, en el cine contemporáneo, es increíblemente difícil de lograr de forma sincera. En tiempos de guerra, en el caso de esta película hay un enfoque en aquella entre Rusia y Ucrania, es complicado salir de una sala de cine con el sentido de que el mundo va a mejorar, pero el maestro Kaurismaki jamás falla, aquí, a partir de hilarantes ocurrencias que los juntan y los separan, el romance de Ansa y Hollapa es uno de gran dicha tras sobrevivir el campo de batalla, no aquel del que tantas tristes novedades escuchan en la radio, sino el que habitan, el del orden cruel y sistémico del capitalismo y  el de los estragos emocionales como la propia soledad. Lo que empuja a la bebida encontrando lo que empuja a dejarla. Con su obsesión por los perros, los planos simétricos, la música, los colores contrastantes y los métodos actorales sumamente Bressonianos, Aki Kaurismaki regresa a las salas entregando una de sus mejores películas hasta la fecha.


4.- Oppenheimer (Christopher Nolan)

Quiero pensar que para este punto ya habrán visto “Oppenheimer”, uno de los mayores éxitos taquilleros y con la positiva recepción tanto de la crítica como del público. Con esta libertad mencionaré que su momento final, su gran cierre, se ha permeado en mis vísceras desde que, por supuesto en formato IMAX, vi por primera vez lo que es, sin duda alguna, la mejor película de Christopher Nolan. En ella, lo contrario al efecto de la de Kaurismaki sucede, aquí el mundo ha terminado y es así, con tan contundente declaración, que la propia película cierra con Robert Oppenheimer aterrado ante su propia creación, en nombre de la ciencia y el progreso, pues la humanidad ha sido condenada. El mundo nunca ha vuelto a un estado de normalidad tras la bomba nuclear, de repente, los paisajes desérticos siendo la norma se convierten en un miedo inminente, el destino de todas nuestras vidas en las manos de unos cuantos, sus poderes en apretar unos simples botones. La guerra clásica, su arte y estrategia, convertida en algo obsoleto. Las imágenes de Nolan son precisas, detalladas y escalofriantes, pintando la compleja imagen del hombre que, en su egoísmo e indiferencia, fue capaz de una destrucción que él mismo no pudo comprender hasta que es demasiado tarde. Cillian Murphy dedica su actuación a indagar cada matiz de este personaje histórico, en un punto, el personaje de Benny Safdie, Edward Teller, le cuestiona a Murphy su posicionamiento político sobre el uso de la bomba, dudando incluso si Oppenheimer tiene alguno. El pasado del homogéneo científico se veía influenciado por ideales comunistas, pero ahora que el beneficio del proyecto de la bomba está a su personal favor, se ha vuelto un cobarde y supuesto apolítico, para, posterior a la destrucción de Hiroshima y Nagasaki, habitar en el estado de puro arrepentimiento. Muy tarde, Oppie. Pero no sólo es Murphy, desde Robert Downey Jr. a Alden Ehrenreich, la excelencia que Nolan exige es demostrada por cada actor presente, a la par que, por la edición y la música, dos categorías donde la película es excelsa como ninguna otra del año. Una cinta masiva, en escala, en narrativa y en su forma de hacernos confrontar los horrores que, como especie, hemos permitido y nos han definido.


5.- Asteroid City (Wes Anderson)

La película más existencial del año, una que nos propone mirar hacia las estrellas, de regreso abajo y preguntar: ¿Dónde estamos? ¿Qué significa todo esto? Una cinta que indaga de forma ingeniosa en la metaficción. Nuestros personajes son actores dentro de una obra que a la vez está dentro de un programa de televisión/radio y, en instantes, parecen estar conscientes de ser parte de una película. Como en el momento donde el personaje de Bryan Cranston, presentador del show que se dedica a hablar de la propia obra de “Asteroid City”, interrumpe la narrativa de la obra para preguntar si él debe estar en escena… Es un juego narrativo que va más allá de su dinámica, permite a Anderson hacer una reflexión introspectiva de cuál es su lugar como artista y como alguien que se dedica a contar historias. Quizás sea su película más ambigua, y gracias a Dios por eso, en una época donde se limita el talento de Wes Anderson con videos de Tik Tok o espantos de la Inteligencia Artificial, el cineasta tras “El Gran Hotel Budapest” nos da su propuesta más arriesgada y compleja a la fecha, ya que ni los personajes, ni la audiencia, ni el propio Anderson tienen las respuestas a las preguntas que la cinta propone. En su momento más relevante, Jason Schwartzman huye de la obra para confesarle a Adrien Brody, director de la obra, que aún no entiende de qué va la obra y el personaje de Brody le contesta que no tiene por qué hacerlo, sólo tiene que seguir contando la historia. Influenciada por la estética y los iconos de tiempos pasados, ejemplificando con los personajes dentro-de-obra de Schwartzman y Scarlett Johansson asimilando las apariencias de Kubrick y Marilyn Monroe, el estilo visual de la película, los conocidos planos simétricos y colores chillones de Anderson, funcionan más que nunca en su propósito de mundos habitados por almas solitarias que no encajan y contrastan en su ambiente pastiche, para alguien como Wes Anderson, para quien el estilo siempre ha sido sustancia. Una película sumamente importante por ver para todo aquel que se quiera dedicar a alguna rama del arte, ya que aquel es un camino incierto y el cuento que Anderson nos da aquí, presentado por visitas de alienígenas, la respuesta al duelo y las brechas generacionales, al tiempo que nos recuerdan que aquella incertidumbre es la clave, y hay que seguir adelante.


6.- Master Gardener (Paul Schrader)

Paul Schrader concluye su trilogía de “Hombre solitario en un cuarto” con una de las obras más subversivas en la filmografía del hombre tras el guión de “Taxi Driver”, ya que aquí, lo primordial y lo que sobrevive no es la desolación, como tiende a ser en su trabajo, sino el amor. Tienes la imagen clásica del hombre perturbado que dedica sus noches a trabajar en su diario, a desahogar sus pensamientos sobre su persona y el ambiente que esta habita, pero aquí es Naval, jardinero profesional que es parte de un programa de protección de testigos, pues en su pasado fue un feroz neo-nazi, asesino a sangre fría. Ahora, en los jardines en los que trabaja, se le ha adjuntado la tarea de tener una aprendiz, la joven Maya, y poco a poco, aquella relación laboral se transforma en una romántica caracterizada por ser bi-racial. Maya aún no lo sabe, pero Naval mantiene su espalda cubierta con tatuajes de esvásticas y demás simbología nazi y de supremacista blanco, al descubrirlo, le exige respuesta al por qué no ha mandado a eliminarse aquellas marcas. Naval resiste el cuestionamiento, en su voz, quebrada y lenta, existe la muestra de un hombre que no quiere olvidar su pasado ya que siente, de la forma más lamentable posible, que lo define, por todo lo que perdió, por todo el odio que cultivó. Y mientras que las películas previas no sólo a esta trilogía temática, sino a toda la filmografía del director indican una incertidumbre preocupante, negativa y hasta llegando a rozar lo nihilista, como es el caso de “First Reformed”, la primera en la trilogía que ahora “Master Gardener” se encarga de cerrar con una nota mucho más positiva, donde el camino a la redención y el perdón es posible a través del amor. Sus personajes se bañan en dicha trascendental y, mientras la carretera por la que recorren se ve mágicamente rellena de flores preciosas y vibrantes, van gritando de pura alegría marcando un momento de inesperada y agradecida fantasía, y si aquellas imágenes no te lo dicen todo, el final de la película, marcado por un tierno y lento baile, logra contrastar aquellos finales de ultraviolencia que tanto han marcado a Schrader. Más allá de sus elementos técnicos, me parece que la razón de posicionar esta cinta en esta lista y en este puesto se basa en la esperanza otorgada de ver a un cineasta que siempre ha dudado fuertemente de la humanidad otorgarse un poco de esperanza.


7.- La maravillosa historia de Henry Sugar (Wes Anderson)

Este año, sin duda, fue el año de Wes Anderson. Aparte de “Asteroid City”, el cineasta tejano que siempre pensé que era europeo nos otorgó cuatro maravillosos e ingeniosos cortometrajes basados en cuentos de Roald Dahl. Anderson ya había adaptado a Dahl antes, con la inolvidable película de “El fantástico Sr. Zorro”, una cinta que tuvo mucho impactó en mí y puedo decir que no sólo me acompañó en la infancia, sino que a la fecha es una película que me cautiva mucho. Aquí su forma de adaptar a Dahl es muy diferente, se trata de algo teatral, pero extremadamente cinematográfico. Anderson jamás había usado la cámara y a los actores como lo hace aquí, y no hablemos del diseño de producción, que rebasa los estándares altamente puestos por obras como “El Gran Hotel Budapest” o “The French Dispatch”. En estos cortometrajes lanzados en Netflix, Anderson toma cada palabra de los relatos de Dahl y las transporta hacia la boca de sus actores, una selección de no más de seis que repiten varios papeles inclusive en el mismo corto y que, operando de forma que le hablan al lente, dictan los cortos mientras los traen a vida con ingeniosa utilería. Aquí Anderson no recae en los cortes, pero sí en lo efectivo de sus actores, su manera de contar y su creatividad visual. Las tomas son largas, pero llenas de sorprendentes elementos. Son historias que, como caracteriza a Dahl, contienen moralejas concretas e importantes para la vida del individuo, ya sea que esté en su niñez leyendo Matilda o Willy Wonka, o bien, en su vida adulta, enfrentándose a las decisiones que debe tomar Henry Sugar, millonario que aprende a ver sin los ojos con tal de enriquecerse aún más mediante casinos, pero no encuentra la usual satisfacción que su estilo de vida normalmente le otorga, y es entonces que debe decidir entre la avaricia y la empatía. Su historia no sólo es inspiradora, sino que contiene, al hábito de Wes Anderson, capas narrativas fascinantes que nos conducen al aprendiz de yogui en la India, relato encontrado en un cuento escrito por un doctor que el joven Sugar lee en la biblioteca de la mansión de un amigo. Una oda a la creatividad y una concisa fábula del uso de riquezas, el cuestionamiento de las mismas y la presencia de lo místico en el mundo.


8.- Los que se quedan (Alexander Payne)

Un clásico navideño instantáneo. Escribí extensivamente sobre la mejor comedia del año tras verla en la edición 2023 del FICM, pero la nueva de Alexander Payne, por más que tiene la esencia de un copo de nieve, no parece derretirse, está incrustada en mis pensamientos diarios gracias a su humor, la complejidad de su guión y sus maravillosas actuaciones. Quizás la película de la lista que mientras el tiempo pase más será vista. El confort que trae es invaluable, pero no por ello evade el conflicto, al tener como contexto al brote de los 70 la amenaza de la guerra de Vietnam es una constante, tomando la vida del hijo de una de sus tres protagonistas, y alertando a otro en la espantosa posibilidad de acabar igual. Es un relato importante sobre el saber escuchar al otro, comprender la soledad quizás inherente o causante que habita dentro de cada uno, acompañarla. La palabra que elijo para abrir este párrafo es una que se usa con ligereza hoy en día, pero no aquí, el ADN de esta película es de aquella de un clásico, desde su inicio sonando “Silver Joy” de Damien Jurado –toda la música de la película es una maravilla–, sabes que entras a un espacio del que no querrás salir. Y sabes que cuando tengas que salir de la sala te quedarás con algo, una risa, o una enseñanza, esperadamente, como fue mi caso, ambas. Sus tres protagonistas están rotos, pero no por ello condenados, el rato que pasamos con ellos y ellos pasan entre sí los cambia, su vista al mundo es diferente al llegar a su tramo final la película, quizá la del espectador también. Una película que sirve como perfecta representación para el tipo de persona que nos encanta regalar las “Meditaciones” de Marco Aurelio y una película que esperaré ver cada fin de año con gran anticipación.


9.- El Asesino (David Fincher)

“Francamente, Sr. Shankly, esta posición que he mantenido paga mi camino y desgasta mi alma”, es la letra que abre “Frankly, Mr. Shankly” de The Smiths, una de las pocas canciones del grupo que no aparece en la nueva película del perfeccionista David Fincher, pero que describe perfectamente de qué va la película. Un asesino innombrable recorre el mundo tras una fatal equivocación, primero escapa, luego, tras su mujer ser herida, busca venganza y nada, ninguna frontera, lo detiene de obtener su objetivo. Quizás aquella ha sido una trama ya vista un trillón de veces, pero el cine es el cómo, y el cómo de Fincher es siempre un acercamiento fresco y abrumadoramente preciso. El método tan pulido de su protagonista parece hasta emular aquel del cineasta tras cámara, conocido por hacer hasta más de 140 tomas gracias a los más minuciosos fallos que para el ojo común serían invisibles. Sus películas siempre han sido del más alto calibre, lo cual atrae innovaciones interesantes, ejemplificando, una secuencia de una motocicleta a toda velocidad que fue desarrollada gracias a varias tecnologías mezcladas, desde el uso de VFX hasta el uso de las recientemente impuestas pantallas LED apodadas El Volumen. Sin mencionar el sonido, una ambientación impecable que ayuda a distinguir perfectamente el personaje, un frío y siempre calculado Fassbender, con su ambiente que varía entre lo cotidiano de las calles de París a la visceralidad de la mejor secuencia de pelea dentro de la casa de un floridiano regular. Pero no sólo es lo técnico, el relato del asesino en cacería de Fincher se toma su tiempo, es subversivo en su desarrollo, su personaje ante todo, sus fallos y logros, sustentados en la paciencia. Es un brillante estudio de personaje, de las más graciosas de la filmografía de Fincher por la misma razón, el asesino en cuestión es un cuate patético, errando en aquello que profana ser maestro de, saliendo de sus batallas herido y bañado en la contradicción, que él mismo nota. Es un cínico y misántropo, sabiendo justificar sus acciones a través de la perspectiva de que la vida humana no es nada más que una estadística. Al inicio, dice que su habilidad supuestamente impecable se basa en su ateísmo, no sólo ante Dios, sino, ante todo, un tipo de nihilismo posmoderno que rechaza cualquier sentido de patria o ideología exclama que todo le “importa un carajo”. Pero toda su venganza se basa en que le importa no sólo su pareja, sino su orgullo. A la par con este estudio de personaje, la película sirve como una interesante mirada a las conspiraciones que permiten que nuestra sociedad funcione como lo hace, ya no es sólo el traficante de armas bajo un sospechoso puente el que permite que el crimen ocurra, sino también la orden de Amazon Prime y la batalla en la bolsa de mercados. A la par que las influencias, la secretaría de un abogado será olvidada, despojada de su familia y estrangulada brutalmente, pero el multimillonario tan sólo se verá amenazado, por más que sea el que desencadenó todo el dominó, también es al que la policía más va a estar buscando. El valor de la víctima, para la policía, depende de su valor monetario. Es una película sobre secretos y las tácticas que se llevan a cabo para mantenerlos, si bien ocultos, también frente a nuestras narices. Las herramientas utilizadas por el asesino las obtiene de supermercados, tiendas departamentales y almacenes, su camión estacionado entre un mar de modelos exactas, quizás Fincher indica que habitamos en un mundo de asesinos. Y quizás tenga razón.


10.- Zona de interés (Jonathan Glazer)

La película más horrorosa del año no detalla los mecanismos de un fantasma ni un ser deforme y escalofriante, sino la banalidad de los horrores que, como humanidad, hemos cometido. La película de Glazer continúa los métodos subversivos, experimentales e impactantes de otros trabajos suyos como “Bajo la piel” o el ruidoso cortometraje “The Fall”, sólo que esta vez adapta de forma libre la novela de Martin Amis sobre una familia de nazis que habita tranquilamente al lado de Auschwitz. El resultado son escenas escalofriantes donde las pláticas y juegos de familia se ambientan al sonido de gritos, balas y al paisaje del humo que sale de las cámaras de gas. Lo más perturbador es la ausencia del dolor que sufren aquellos en los campos de concentración y la falta de interrupción que tal acto de genocidio debería causar en una dinámica familiar, dejando que se establezca una normalidad que como espectadores nos es horripilante. Más allá de hacernos reflexionar sobre un evento en específico y pasado, la cinta de Glazer te enfrenta a aquellos extremos a los que hemos llegado en la historia y a la memoria que le damos, un salto temporal inesperado al final de la película nos indica la complicidad que podemos aún estar llevando a cabo a la fecha, y que, de otras formas, recuerda a la complicidad que nuestro silencio exclama al enfrentar fenómenos políticos que suceden en nuestra actualidad y que muy bien podríamos nombrarlos también como genocidios. La película de Glazer en forma es novedosa y difícil, su lenguaje visual es inesperado y reta a todo aquel que se adentre a las salas que la proyecten. Gracias a eso pasará al tiempo como una película de la que seguiremos hablando dentro de quince y veinte años, pero no sólo por eso, sino porque tenemos que mantener la conversación viva sobre el reflejo de la humanidad que una obra así nos otorga si queremos, algún día, ser mejores.


11.- El Niño y la Garza (Hayao Miyazaki)

Miyazaki siempre ha mantenido que quiere hacer películas cuya lógica y naturaleza se apaguen a aquellas de un sueño, es por esto mismo que su cine, creo yo, no está manufacturado para niños tanto como que aquella es una audiencia más sabia al momento de aceptar las libertades que el gran autor de la animación japonesa se propone al crear sus mundos y personajes, y al desarrollar las estructuras de sus películas. “El Niño y la Garza”, su más reciente y quizás su última película, lleva aquella aspiración un paso más allá con tal de enseñarnos sobre el lugar que la fantasía y la resistencia emocional tienen en nuestras vidas, y a través de este pasaje, poder aprender la importancia de seguir adelante y madurar. Reconocernos y soltar las ataduras que tenemos con el pasado, mientras agarramos mayor comprensión del ciclo que es la vida y la muerte. Todo esto a través de una compleja, hermosa y fuertemente simbólica aventura donde seguimos a Mahito, el niño en cuestión, recorriendo una dimensión fantástica, poblada de pericos enormes que comen gente y elefantes, lo mismo que de warawaras, seres adorables que al madurar vuelan con tal de nacer, probable alusión al alma y a la propia familia de Mahito, desde una versión joven y poderosa con el fuego de su madre fallecida hasta su tío abuelo, Maestro de la piedra y la torre, es decir, de la dimensión donde todo transcurre y, por supuesto, el mitad hombre-mitad garza al que enuncia la segunda parte del título de la película. Es una película preciosa en estilo y discurso, al igual que fascinante, su mar de símbolos y sucesión de escenas nos aluden a una ambigüedad que, en primer visionado, me dejó en estado de absoluta confusión, comprendí que algo dentro de mí se había movido como un gran temblor, pero ¿por qué? En aquel momento toda posible interpretación se escapaba de mis dedos, mientras cada minuto de sus dos horas de metraje me llenaba de dudas y, a la par, me asombraba. No pasaba ni un segundo donde ciertas secuencias en específico daban vueltas por mi mente mientras que, en mi búsqueda por darles significado desesperadamente, las sentía cercanas a la parte más profunda de mi propia alma, posible explicación al por qué un cineasta como Miyazaki jala tanto público, sus mundos y narrativas nos asombran y nos significan, pero aquella reacción no es intrascendente, por muchos motivos, entre ellos porque se ve rodeada de niebla que queremos despejar, en el instinto humano de comprender. Que no se nos olvide sentir, aunque olvidar, bien dicen en la película, es normal, al igual que morir, al igual que vivir. Su título original en japón hace alusión a un libro que la madre de Mahito le dejó a nuestro protagonista, “¿Cómo vives?”, que parece ser una pregunta que la propia historia le hace a su personaje y a su espectador. Uno sale de la sala deslumbrado, con ganas de averiguarlo.


12.- Monstruo (Hirokazu Kore-eda)

El guión más revelador del año nos lo da Yuji Sakamoto en la nueva película dirigida por Hirokazu Kore-eda, experto ya en el tema de relaciones inesperadas y familias complejas, y que, cabe destacar y honrar, contiene el último trabajo para el cine de mano del maestro compositor Ryuichi Sakamoto. Sus primeras imágenes son de un incendio, su origen nos es desconocido y aquel fuego, tanto en simbología como en causa, se convierte en un juego de adivinanza y revelación. Lo que arde, lo que provoca el misterio que tanto calor emite y tanto peligro provoca se vuelve una constante. Lo que empieza como una historia sobre un profesor abusivo termina siendo un disfraz para algo mucho más complejo, que no se inclina ni hacia lo trágico ni lo victorioso, sino que busca romperte el alma con cada matiz involucrado en su historia. La cual, realmente, es sobre identidad y el lugar que esta tiene en la infancia y en la sociedad que la prejuicia. La cultura y la condescendencia hacia los niños son factores importantes de lo que la película de Kore-eda indaga, las vidas que el cine, y la perspectiva adulta, han reducido a juegos e incomprensión son vidas tan completas y complejas como aquellas de un viejo. Aquello es algo que, afortunadamente, está presente en otras películas de este año como las mexicanas “Tótem” y “Valentina o la serenidad”, pero sigo creyendo que estamos lejos de poder ver a las infancias no desde arriba sino desde frente, validar sus vivencias e identidades. La película de Kore-eda, me parece, lo logra como pocas y, por ende, es un cine extremadamente importante y que nos puede dejar un gran aprendizaje.


13.- John Wick: capítulo 4 (Chad Stahelski)

Una película que puede parecer fuera de lugar, pero les aseguro que en cada segundo de su extenso metraje garantiza su posición entre lo mejor del año. Una muestra perfecta de lo que debe ser el cine de acción, y aunque no busco elaborar mucho en ello por el momento, diré que es una entretenida alegoría a “La Divina Comedia” de Dante Alighieri, donde nuestro héroe, aquí no un poeta sino una figura vengativa, en pérdida del gran amor de su vida recorre el infierno desatando una masacre imparable, mientras es juzgado por sus pecados, excomunicado al purgatorio donde su alma será purificada hasta que, para el final de esta cuarta entrega, podrá reencontrarse con su amada en el paraíso. Y es que la saga de John Wick me ha demostrado que el cine de acción, que tiende a ser reducido a tonterías, destaca por imágenes increíblemente poéticas y políticas, como pocos géneros lo hacen. Sobre todo a manos de grandes maestros llámense Tony Scott, John Woo o, en este caso, Chad Stahelski, quien empezó como coordinador de dobles acción en la saga de “Matrix”, de donde no sólo aprendió bastante de las genias que son las hermanas Wachowski, sino que se llevó a una parte del equipo para estas películas, cuyas imágenes, con cada entrega son más viscerales y a la par vibrantes, hacen perfecto complemento con que esta sea la película más ruidosa del año. Verla en fin de semana de estreno en IMAX logró incapacitar mis oídos por unos sólidos días. Increíble experiencia a la que, gracias a la concreta construcción de personaje que tiene y la dedicación que Keanu Reeves demuestra al interpretarlo, prueba ser no sólo un gran espectáculo, sino una película memorable.


14.- Vidas pasadas (Celine Song)

El pasado y el presente no sólo colidan, sino chocan en el debut de la cineasta Celine Song, película que Guillermo Del Toro llamó “uno de los mejores debuts de los últimos veinte años” y nuestro estimado compatriota no está en lo más mínimo equivocado. Un poco de la misma raíz de un cine emotivo, callado y devastador que nos han dado películas como “After Sun”, llega “Vidas Pasadas”, donde el viejo amor de una escritora migrante reaparece tras mucho tiempo para hacerla reflexionar sobre la importancia que aquel juvenil amor tiene en su vida actual, en la cual ya un esposo tiene presencia. La película emprende preguntas sobre brechas culturales y de lenguaje y la relación entre el cuerpo y el ambiente al tener que su protagonista, Nora, migró de Corea a Estados Unidos cuando era una niña, en su país de origen le gustaba el joven Hae Sung y en América ha conocido a Arthur, con quien, al enamorarse de él, le compartió el concepto coreano-budista del In-Yun, que es la creencia de que todo aquel con quien conectas aunque sea de la forma más mínima es porque fue alguien importante en una o más vidas pasadas. Y cuando llevan muchas vidas pasadas conectados, se enamoran y llegan al matrimonio como Nora y Arthur han logrado. De ahí que la llegada de Hae Sung signifique una interrupción, en vidas pasadas seguramente se habrá encontrado mucho con Nora, a Arthur le da envidia, pero el guión tan precioso es a la par uno de extrema empatía, ya que nunca llegamos a odiar a Arthur por “estar en medio de Nora y Hae Sung”, cliché eterno de este tipo de historias que aquí no se presenta, de hecho, lo sentimos de una gran manera, en parte quiero mencionar al tremendo actor que es John Magaro interpretando a Arthur y logrando una de las mejores actuaciones del año. Una línea que este personaje exclama ha permanecido en mi mente, entre sus preocupaciones, le confiesa a Nora: “Haces de mi vida algo mucho más grande y me preocupa no hacer lo mismo por ti”. Aquel valor e impacto emocional se encuentra por toda la película, una obra de la que podemos aprender y reflexionar mucho, “Vidas pasadas” persiste en tu corazón mucho después de sus créditos finales.


15.- BlackBerry (Matt Johnson)

No hay cineasta tan emocionante, ingenioso y tan joven como Matt Johnson, y esta es, en escala y logro, su película más audaz a la fecha. En “BlackBerry” se narra, en forma de ficción, el ascenso y caída de la gran empresa que si bien innovó los teléfonos celulares impulsando el modelo por el que los conocemos el día de hoy, el propio progreso que dio en marcha hizo de los BlackBerry un producto obsoleto y una empresa en ruina. Y más allá de la empresa o el producto, vemos el ascenso y caída de dos hombres cuyas ambiciones los llevan por el camino de la codicia, el ego, la soledad y la ruina, tanto económica como moral. Estos dos hombres son Mike Lazaridis, inventor del teléfono y nerd absoluto, y Jim Balsillie, empresario carroñero que lleva la empresa al éxito financiero y cuyo nombre presta para uno de los momentos más graciosos del cine de este año. Jay Baruchel y Glenn Howerton, respectivamente, interpretan estos papeles de forma absolutamente precisa y ad hoc a los mismos, Baruchel es incómodo y pausado, inseguro de sí mismo, no importa la posición de poder en la que se encuentre; mientras que Howerton es una absoluta y deliciosa bestia de la actuación, tan feroz como el rugido de un león, estereotipo de macho sigma frustrado que permite que no se pierda el lado patético por el cual su personaje acaba atorado con RIM (Research in Motion), la empresa de Mike y Doug, mejor amigo y el doble de nerd que Mike, que es interpretado por el propio director con todo el carisma que este se carga. La película es una vista a como quienes somos puede ser fácilmente corrupto gracias al deseo y las maquinarias capitalistas que lo impulsan; nuestros principios e identidad trágicamente pérdidos entre la priorización del capital sobre la calidad de las innovaciones tecnológicas, bajo esto, es la tragicomedia definitiva del año, cargada aparte con un sinfín de locura visual entre el uso que Johnson le da a sus lentes angulares, los zoom-ins, la edición, el uso de música desde Moby hasta Joy Division y la ambientación que nos coloca en una empresa fundada por nerds que tienen noches de cine en las cuales se sumergen en las filmografías de Spielberg o Carpenter, una película tan divertida como lo es efectiva en su servicio como relato de advertencia. Y con el estilo tan único de Matt Johnson, se vuelve una experiencia fresca al momento de buscar nuevas interpretaciones del lenguaje cinematográfico.


16.- No voy a pedirle a nadie que me crea (Fernando Frías de la Parra)

Adaptación de la novela de Juan Pablo Villalobos, que es una meta ficción atrapante sobre un joven mexicano que tras irse a estudiar a Barcelona acaba involucrado en un complot criminal alocado y extremadamente peligroso, que le traerá consecuencias inimaginables. Y el encargado en traer tremendo libro a la pantalla es Fernando Frías de la Parra, quien continúa probando, tras la ya icónica “Ya no estoy aquí”, que es una de las grandes promesas de los jóvenes cineastas mexicanos. Es una película divertida, pero aterradora, tanto en el desarrollo de la historia como en su exploración de temas como la pertenencia, la creación literaria y las relaciones humanas. Y la dirección de Frías logra crear algo fresco, su ritmo y discurso tanto visual como político parecen abrir puertas dentro del panorama del cine mexicano contemporáneo.


17.- Cómo tener sexo (Molly Manning Walker)

Admito que la razón de por qué vi esta película fue que el título me pareció divertido. Más allá de eso, no sabía nada al respecto, ni de qué iba ni de su tono. Se podría decir que esta película, de la joven cineasta inglesa Molly Manning Walker, realmente contiene dos películas. Una examinación a los procesos de diversión y exceso en la juventud, muy al estilo de “Spring Breakers” de Harmony Korine, y la otra, extremadamente compleja y difícil de ver, tiene que ver con el proceso, los matices y los elementos que prevalecen tabús incluso en las conversaciones actuales de la agresión sexual. Creo que es una película importante de ver, ya que no demuestra ni morbo ni superficialidad al tratar con un tema tan duro. Está conformada por reflexiones contundentes del por qué esto se da, de las complicidades involucradas, de cómo a veces no sólo es el “no” que significa no, sino otras señales de incomodidad las que demuestran una falta de consentimiento. A la par que los estigmas impuestos sobre la vida sexual de la juventud impiden que las complicaciones y tragedias por las que ciertas personas pasan puedan ser enfrentadas y tratadas con respeto. La primera mitad, repleta de ruido, luces neón y juegos vulgares, donde el consumo del alcohol hace alusión a actos sexuales, parece una premonición de lo que va a ocurrir, no en sentido de causa y efecto, si no en el ambiente que permite que algo así ocurra, pero que ocurra sin consecuencias, que sea algo renegado a la sororidad que se vive en momento más callados, porque en otros, las amigas de la protagonista conviven felizmente con el acosador, sin saber de su terrible acto. Me parece que, en un tema tan hablado como el acoso sexual, de repente llega a haber un discurso simple que se vuelve el más frecuente, y donde muchas de las complejidades que permiten estas tragedias se ven poco o nulamente pronunciadas, por eso, ante todo, incluyo esta película en la lista, no que sea la gran producción o la gran dirección, sino porque es precisamente este acercamiento cinematográfico el que le permite ser un éxito en su contundencia.


18.- Mi amigo robot (Pablo Berger)

Al momento de escribir sobre buen cine de animación es fácil descalificar ciertos valores de dichas películas, por ejemplo, eludirlas como una solución cuando se busca entretenimiento familiar, como si aquel fuera su mayor y hasta único propósito. Y debo admitir que pensando en cómo volverme a acercar a escribir sobre la animación española “Robot Dreams”, basada en la adorable novela gráfica de Sara Varon sobre la amistad entre un robot y un perro en un mundo antropomórfico, consideré aquel impulso de llamarla una gran película para toda la familia, cuando lo que es se asemeja más a llamarla la película más emocionalmente madura del año. Un relato si bien divertido, también trágico y necesariamente así, ya que se trata de una película no sólo sobre las relaciones humanas que logramos hacer, sino también sobre el aprender a dejarlas ir.


19.- Priscilla (Sofia Coppola)

La exploración que Coppola ha conllevado alrededor de la soledad femenina juvenil da parada en la esposa del rey del rock, una historia de abuso y manipulación que por décadas ha sido olvidada o, peor, romantizada en favor de inmortalizar el gran mito que es Elvis Presley. Y ahora, la cineasta tras la maravillosa y emotiva “Perdidos en Tokyo” toma la autobiografía de Priscilla y la convierte en un relato de liberación. Cailee Spaeny entrega una de las actuaciones más valientes y con mayor rango del año, expandiendo a través de veinte años en la vida de la homogénea protagonista las capacidades de sus rasgos faciales, su voz y demás elementos de su corporalidad, que permiten transportarte en el tiempo y ser testigo del turbulento y espantoso viaje que fue su relación con un Elvis interpretado por Jacob Elordi, que contrasta en lo absoluto con aquel interpretado por Austin Butler en la película de Baz Luhrman el año pasado, ya que en aquella, Elvis era una víctima controlada en cada esquina por parte del Coronel interpretado por Tom Hanks. Aquí, es Elvis el que ferozmente controla, droga, engaña, todo desde un complejo de Edipo donde, tras perder a su madre, ve en la inocente Priscilla de catorce años una oportunidad de verse amado, sin importarle mucho el cómo se sienta la otra persona. En una escena horripilante que Coppola dirige con una subjetividad adecuada, Elvis lleva a Priscilla de compras, excepto que es él y su manada de lobos son quienes deciden lo que luce bien en el cuerpo de la joven y qué es lo que va a usar, aquella muestra de cosificación es uno de los grandes ejemplos del acto de extirpar toda seña de individualidad que Elvis le hace a la persona de Priscilla. La convierte en un objeto que lo espera en casa con tal de cumplir sus deseos, aquí, Coppola nos otorga otro de sus icónicos montajes donde su protagonista contempla, a través del mirar por la ventana, su ambiente y su interior. Poco a poco, la fantasía de Graceland y Elvis se va corrompiendo, mientras la satisfacción de la realización de que la gracia existe en vivir su propia vida empieza a emerger. Aquel camino, como espectadores, es difícil de observar dado a que a la par observamos cada permiso dado, inclusive por los padres de la joven, que permitió que una relación así, cuya naturaleza es más de depredador y presa que de amantes, sucediera. El estilo emblemático de Coppola, su fascinación por los objetos, el diseño de producción y la música, se mantienen como herramientas narrativas claras que hacen de “Priscilla” su mejor película en años y una obra donde con fuerza y dignidad planta esta historia para ejemplificar, hablando hacia la audiencia, exhibiendo las actitudes machistas que tanto han dañado, pero haciendo ver a la liberación como un símbolo de esperanza posible.


20.- Tótem (Lila Avilés)

El orgullo mexicano del año, rompiendo con éxito en cada festival y premiación internacional, merece cada flor gracias a su retrato tan precioso y delicado de la familia mexicana, el duelo, la infancia y la fragilidad de vida. Con una trama sencilla, donde Sol, una niña fascinada por los animales, atiende una comida familiar en honor al cumpleaños de su papá, Tonatiuh, un joven en cama dado a un cáncer que lentamente lo está matando. Los manierismos de cada miembro de la familia, indudablemente, resuenan con las audiencias mexas que se adentren a la íntima película de Avilés, donde no sólo son las formalidades familiares las que nos regresan a un espacio de nuestra vida, sino que, a la par, aquel uso de la cámara, tan cercano a las acciones de sus actores, tan escondida de ciertos actos, de ciertas enunciaciones, nos regresan a la infancia y a la sabiduría que teníamos en aquella época, lo que solíamos espiar y entendíamos. Con el tiempo, aquello se nos olvida, y nos es fácil devaluar la inteligencia de los niños, cubriéndolos de mentiras por su propia seguridad. “Tótem” se acerca a su protagonista con ternura y también con dignidad, Sol está consciente del posible destino de su padre, no es ninguna ignorante ante la muerte, aquello la pone triste, le cubre el deseo de querer pasar tiempo con él y la ahoga la frustración de no poder hacerlo, aquella frustración, como la película, no es escandalosa, es callada, lenta, se desenvuelve, tanto en su sentido de esperanza y unión como en el de conflicto y lamento, todo para entregar un final que no falla en partirte el corazón. Es un cine lleno de reflexión, sin moralejas fáciles, cimentado en la realidad próxima.