Alberto Villamoza, joven licenciado capitalino, es enviado a Mérida como delegado del gobierno federal presidido por Emilio Portes Gil. Para lograr el poder que ambiciona, no vacila en corromperse en la primera oportunidad; cuando apenas ha logrado la confianza de la oligarquía local, súbitamente se enamora de Diana del Valle, aristócrata, hija de una de las familias más decadentes de Yucatán. Mientras tanto, el gobernador del Estado es derrocado por una conjura militar y Villamoza es elegido sucesor, en premio a su ductilidad para con los poderosos. El amor por Diana, aunado a su intempestivo acceso al poder, lo hace perder la cabeza. Pronto traiciona a la camarilla que lo encumbró, con tal de satisfacer los deseos de su amada, que le pide no afecte las tierras de su empobrecida familia. El complot en su contra no tardó en producirse; su gobernatura es tan efímera como el suspiro que Diana emite al saber que peligra su vida. Para salvarlo se entrega a Majul, un comerciante turco, a cambio de que consiga un salvoconducto para Villamoza. Así sucede, pero Alberto no queda contento con su destierro y regresa de incógnito a la ciudad de Mérida. No quiere perder el amor tan fácilmente como perdió el poder