Desde los años sesentas, Paul Leduc inició su carrera dentro del cine, de manera diversificada, pues en un principio fue miembro del movimiento cineclubero de la UNAM —donde estudiaba arquitectura—, que agrupó a muchos entusiastas cinéfilos, luego organizados con más formalidad en el grupo Nuevo cine, del cual Leduc también formó parte y para cuya revista escribió sus primeras crítica cinematográfica.

En 1963, Leduc ya se halla en París, estudiando cine en el legendario IDHEC, en cuyas latitudes pasará unos años de aprendizaje y fogueo. De vuelta en México, rehace sus vínculos con la gente de cine de su generación y los primeros egresados del CUEC. Así, se involucra en calidad de asistente y colaborador en el rodaje de El grito (Leobardo López, 1968), sobre las protestas estudiantiles callejeras, y en Olimpiada en México (Alberto Isaac, 1968).

Al mismo tiempo, comienza una incipiente carrera como director de cortometrajes, pero es a partir de su primer largo, Reed, México insrugente (1970), en que en que el reconocimiento público lo acredita como uno de los directores mexicanos más originales y comprometidos políticamente, cuidadoso con la armonía visual y sonora de sus obras, entre las que se hallan también varios documentales como Etnocidio, notas sobre el Mezquital (1976), Historias prohibidas de Pulgarcito (1980).

A partir de los años ochentas, su estilo y sus formas discursivas son cada vez más audaces y provocativas y comienzan a despegarse del cine convencional, como en Frida, naturaleza viva (1983), ¿Cómo ves? (1985), Barroco (1989), Latino Bar (1991), Dollar Mambo (1993) Y Cobrador: In God We Trust, su última película hasta la fecha.