Hugo Lara

Más que una imagen
que se graba en la mente, es una idea la que se impone y que nos hace sentir el
Rojo amanecer, al final de la película, como el efecto que en los ojos
funde la tenue luz del cielo con la sangre esparcida por el suelo. De pronto,
entre los vapores de esta breve ilusión, se torna nítido el paisaje después de
la batalla —una imagen y otra idea—, donde apenas se percibe vida gracias a un
barrendero que limpia los rastros de una noche de muerte.

En el proceso del
entendimiento de la realidad, a veces el cine, como otros medios expresivos,
funciona como una extensión de nuestros sentidos y de nuestra conciencia, que
nos permiten reconocer y cavilar sobre los hechos, las coyunturas, los actores
que tomaron parte en ellos. Las películas que recrean o que se enmarcan en
algún episodio de la historia hacen ese tipo de labor. Así lo hizo Rojo
amanecer
(1989) y su efecto colectivo resulto ser catártico,  pues se trata de la primera película de
ficción que abordó de modo frontal un oscuro asunto de gran envergadura
histórica y social: la matanza de estudiantes del 2 de octubre de 1968 en la
Plaza de las Tres Culturas de Tlaltelolco.

 

El caso de Rojo amanecer tiene varios
aspectos de interés. Para empezar, se trató del regreso a la realización de Jorge
Fons
, alejado del cine desde 1977, año en que dirigió Los albañiles. En principio fue
una producción independiente que inició Fons junto a otros promotores
del proyecto, entre los que se encontraban el actor Héctor Bonilla y el
guionista de la cinta Xavier Robles, a los que más tarde se sumó el
actor Valentín Trujillo, quien los apoyó para salir de un bache
financiero

 

Pero sin duda lo
más atractivo de la cinta es el tema y la audacia de su tratamiento. Hay que
observar que, en 1990, año en que se estrenó Rojo amanecer, el asunto aún provocaba escozor y era evadido
por el gobierno. Además, los encendidos comicios presidenciales de 1988 todavía
estaban frescos, tanto como el presunto fraude que llevó a Los Pinos a Carlos
Salinas de Gortari, por lo que el momento no parecía propicio para la
liberación de la censura política. En este escenario, fue asombroso el hecho de
que Rojo amanecer no
terminara enlatada, y que el gobierno autorizara su exhibición en 1990, a
cambio de dos cortes en los que se aludía a la participación del ejército en la
matanza.

 

La exhibición de Rojo amanecer en 1990 vino de
algún modo a cambiar la percepción del público clasemediero sobre el cine
mexicano. En su momento, Rojo
amanecer
fue considerada la inauguradora de una nueva corriente
dentro de la filmografía nacional, que si bien no poseía enormes atributos de
producción, en cambio abría las perspectivas de tratar contenidos antes
intocables y, al mismo tiempo, probaba el interés de un amplio sector del
auditorio por ver un cine mexicano con estándares de calidad más exigente y con
el cual pudiera identificarse a través de sus temas, sus lugares y sus
personajes. El éxito fue rotundo.

 

Rojo amanecer ocurre en el transcurso de un solo día, justo el 2 de octubre de 1968,
prácticamente todo el tiempo en el interior claustrofóbico de un departamento
del edificio Chihuahua, salvo algunas imágenes de exteriores, al inicio y al
final de la película, que establecen el escenario donde se sitúa la historia,
los multifamiliaries de la Unidad Nonoalco-Tlaltelolco. En ese departamento
habita una familia modesta, como cualquier otra de la sociedad capitalina. Cada
miembro de esta familia tiene su propia opinión acerca del conflicto
estudiantil. Así, el padre lo reprueba; el abuelo lo mira con desdén; la madre
con preocupación; los jóvenes con entusiasmo, y los dos pequeños con lejana
curiosidad. Su interacción nos permite aproximarnos a su idiosincrasia de
personas simples, que discuten en el desayuno las cotidianidades o que viven
conflictos normales, como las brechas generacionales entre padres e hijos. Pero
también se nos entera de sus puntos vulnerables y manipulables, y su voluntad
altamente sensibles a un contexto influido por un gobierno paternalista,
todopoderoso, que regaña y prodiga, concentrado en la celebración de unos
alegres Juegos Olímpicos y en ahuyentar la amenaza comunista que contamina a
sus ciudadanos.

 

Los personajes no
tienen ningún peso histórico ni ninguna influencia decisiva en el curso de los
sucesos que habrán de atestiguar y de los cuales serán víctimas. De esta forma,
el director y el guionista enzarzan la vida de unos seres anónimos en un
acontecimiento de relevancia absoluta para el futuro del país. Y de eso se
obtiene un balance disparejo, un saldo sangriento, una lucha desigual e
injusta, pues el acento de la revisión histórica que propone Rojo amanecer consiste
en hacer ver el abuso de la fuerza del Estado y de sus instrumentos represores
contra la gente de la calle, la mayoría de ellos inocentes y desarmados.

 

Rojo amanecer no es una reconstrucción fiel ni ambiciosa sobre lo ocurrido esa negra
noche de la historia contemporánea de México, y tampoco se trata de una
película definitiva sobre lo mismo, en la que se pueda encontrar la última
palabra al respecto. Más bien, se trata de un sencillo adoquín, con formas
grabadas en su superficie, como si fuera la minúscula pieza de una pintura
rupestre casi borrada, pero de la cual podemos comprender el todo por medio de
una de sus pequeñas partes.

 

Sinopsis

En un departamento
del edificio Chihuahua, en el conjunto Tlaltelolco, vive una familia
convencional, formada por un padre burócrata, la madre en el rol tradicional de
ama de casa; dos hijos estudiantes comprometidos con el movimiento estudiantil,
y dos niños en edad de colegio. Además, con ellos vive el abuelo, un veterano
de la revolución. Sin embargo, conforme transcurre el día y en el exterior todo
se alista para la manifestación de los estudiantes que tendrá lugar, suceden algunos
signos extraños que son percibidos desde el interior, como el corte del
suministro eléctrico y de las líneas telefónicas. Ya en la tarde, cuando la
manifestación se halla en pleno, las luces de bengala iluminan el cielo y
comienza la masacre de estudiantes. El departamento se transforma entonces en
una trinchera donde se vive la tragedia del exterior. Ahí llegan los dos hijos
jóvenes acompañados con otros estudiantes prófugos y heridos. Luego de un breve
sosiego, los represores reaparecen y la violencia culmina con una matanza
despiadada.

 

Rojo Amanecer

Director: Jorge Fons. Año: 1989. Estreno: 18-10-90. País: México. Producción:
Valentín Trujillo, Héctor Bonilla, Cinematográfica Sol. Guión: Xavier
Robles, con la colaboración de Guadalupe Ortega Vargas. Fotografía:
Miguel Garzón. Efectos Especiales: Raúl Gutiérrez. Música: Karen Roel,
Eduardo Roel. Edición: Sigfrido García H. Duración: 96 minutos. Interpretes:
Maria Rojo, Héctor Bonilla, Ademar Arau, Jorge Fegan, Bruno Bichir, Eduardo
Palomo, Demian Bichir, Carlos Cardan, Martha Aura, Paloma Robles, Simon
Guevara, Leonor Bonilla, Sergio Sanchez, Roberto Sosa, Rafael Perez Fons,
Santiago Nunez, Alberto Pedret, Tere Mondragon, Blas Garcia, Baltazar Oviedo,
Armando Gonzalez Valero, Fernando Ibarra.