Por Mariana Rodríguez Sosa
Pasé la noche del sábado en un cine viendo “Biutiful”. Durante casi
dos horas y media me convertí en testigo de las experiencias de un
sujeto llamado Uxbal. Uxbal vive en Barcelona, tiene dos hijos, una ex
con problemas de salud mental, participa del negocio de fabricación de
fayuca, después vendida por inmigrantes africanos en un sector de la
ciudad; negocia las “mordidas” a la policía para seguir con el negocio
y también saca ganancia de su poder como médium y ayuda a los recién
muertos a liberar sus espíritus. Además, Uxbal es un condenado a
muerte, diagnosticado con un cáncer incurable que ya ha hecho
metástasis por todas partes.
El mundo narrado por Alejandro González Iñárritu es avasallador y
produce un gran impacto en el observador, quien sale del cine
sintiéndose angustiado, agotado, emocionalmente aturdido y aliviado de
haber abandonado la sala de cine. Este cúmulo de sensaciones puede
producir la primera impresión de haber presenciado una obra poderosa
pero esa impresión es totalmente engañosa. La narrativa visual nos ha
embaucado: los planos cerrados, el movimiento de la cámara en mano (muy
al estilo dogma) y la sordidez de las escenas (desde la orina
ensangrentada de Uxbal hasta la suciedad de los espacios y de las
personas) están dispuestos para darnos una buena sacudida, quizás con
la esperanza de que no descubramos el engaño y reclamemos al cine como
una forma de arte comprometida con el análisis social e histórico.
El retrato que González Iñárritu ofrece de una ciudad en un país del primer mundo es desolador y no podría asombrar a ninguna persona que lea el periódico de vez en cuando. La película no aporta ninguna reflexión o crítica al estado de la vida en nuestro mundo contemporáneo. La miseria se presenta sin tapujos pero ni siquiera se aproxima a desentrañar sus causas y sus consecuencias. Esta grave carencia es quizás lo más peligroso de esta película.
González Iñárritu permanece como
un cineasta superficial, alejado sin remedio de grandes directores como Ken
Loach, Jean-Pierre y Luc Dardenne y Costa-Gavras, quienes se interesan por
darnos herramientas para entender que la miseria humana es producto de un
sistema social, económico y político con una historia y que el cine funciona
también como un vehículo de denuncia, desarrollador de conciencias.
“Biutiful” es apenas un
comentario. La pluralidad de temáticas hace que la película sea insustancial y
pierda fuerza. “Es de dulce, chile o de manteca”, “es de todas”. ¿Es “Biutiful”
una película sobre un médium que se comunica con los muertos? No. ¿Es sobre un
explotador de inmigrantes africanos? No. ¿Es acerca de un hombre moribundo que
intenta dejar arreglados sus asuntos? No. “Biutiful” intenta ser una película
sobre todo y termina siéndolo de nada. No dejo de pensar que si tal vez se
hubieran decidido por alguna de estas líneas narrativas, el resultado podría
haber sido distinto.
Uxbal es un personaje que jamás
se responsabiliza acerca de su
papel en la cadena de explotación, tanto de los trabajadores chinos que
manufacturan la fayuca, como de los inmigrantes africanos que la venden. Jamás
se cuestiona a sí mismo sobre ello y tan sólo demuestra remordimiento por haber
comprado unos calefactores baratos que terminan matando a todos los
trabajadores chinos o cuando deportan a uno de los vendedores y deja a su
esposa e hijo solos en Barcelona. La inmigración ilegal en países del primer
mundo ha sido abordada con mejores resultados en “Es un mundo libre” (2007) de
Ken Loach y en “La promesa” (1996) de los hermanos Dardenne.
En “Es un mundo libre” Ken Loach
no se olvida de mostrar cómo el capitalismo salvaje del mundo contemporáneo y
su política neoliberal han dado pie a una cadena de explotación que alcanza
tanto a los asalariados legales como a los inmigrantes ilegales que trabajan a
destajo. La lógica totalmente ilógica del sistema es revelada, también lo son
sus intenciones de enfrentar a las personas haciéndoles pensar que esa es la única
forma de sobrevivir. No es que los individuos sean víctimas, pero la razón de
sus acciones no puede hallarse solamente en su historia personal también
interviene su contexto social, político, económico e histórico. “Es un mundo
libre” —título totalmente irónico— no transcurre sin al menos una denuncia. El
padre de Angie, una de las dos chicas que optan por montar su propia agencia
para contratar inmigrantes ilegales que trabajen a destajo, presencia una mañana
la selección de los trabajadores y observa la angustia y desesperación de
quienes ruegan porque se les emplee por el día. El padre de Angie mira a su
hija y le reclama: “esto es horrible”.
En “La promesa” se desarrolla el proceso de conciencia de un
adolescente, Igor. El padre de Igor, Roger, ayuda a ingresar a inmigrantes en Bélgica
para explotarlos como mano de obra barata. Igor colabora de buena gana con su
padre, no cuestiona ninguna de sus acciones hasta que un obrero africano se
accidenta mientras intenta huir de una redada del ministerio del trabajo. Igor
acude en auxilio del hombre y lo esconde; después cuenta la historia a su
padre, quien no está dispuesto a poner en riesgo su negocio. En lugar de llevar
al hombre al hospital para que reciba atención médica, Roger lo entierra bajo
cemento. Igor participa en la maniobra pero algo se ha despertado en él. La
conciencia de Igor le permite saber que necesita establecer una distancia con
su padre, a pesar de que hasta entonces, éste ha significado su vida entera.
Con cautelosa exactitud, los hermanos Dardenne abordan la discriminación y la
explotación de los inmigrantes ilegales. Los personajes de esta película forman
parte de un sistema corrupto y deshumanizado, en el que las diferencias
raciales y de nacionalidad construyen las relaciones sociales de poder. Ninguno
de ellos es un monstruo. Incluso Roger, cuyas acciones son altamente
cuestionables, es un padre que ama de manera profunda a su hijo y es por ello,
que el desprecio final de Igor sea quizás el peor castigo.
Años luz separan a “Biutiful” de
estas dos auténticas joyas cinematográficas. Uxbal evade la responsabilidad de
sus acciones en la cadena de explotación de los inmigrantes. Tampoco hay
referencias al contexto de los personajes. González Iñárritu jamás atiende a la
pregunta de por qué el mundo habitado por sus personajes ha llegado a ese punto
tan sórdido e inhumano, aparentemente sin retorno. Esto es lo que hace que la
crítica, el reclamo o la denuncia estén totalmente ausentes en la película. Ana
y Mateo, los hijos de Uxbal, parecen desenvolverse en una esfera de hule, nada
los afecta, ni siquiera la volatilidad emocional de su madre, capaz de
maltratarlos. A diferencia de Igor en “La promesa”, Ana y Mateo no funcionan
como testigos generacionales que toman una posición ante el mundo, como lo es
saber que los adultos lo han destruido todo y que es necesario cambiar la ruta.
Otro de los aspectos más
cuestionables de “Biutiful” es el discurso cristiano que subyace en Uxbal. El cáncer
devastador del personaje le permite presentarse a modo de mártir expiando sus
culpas. El dolor se presenta como el camino de la redención, cuando habría sido
mucho más útil que Uxbal cobrara verdadera conciencia y se cambiara a sí mismo,
a sus hijos y a su entorno más amplio. Según parece, en México somos incapaces
de superar la idea de que sufrir en esta vida nos traerá recompensa en el más
allá.
Casi puedo imaginar el desarrollo
del guión de “Biutiful”: “falta un personaje homosexual”, “y un médium que se
comunique con los muertos”, “y una enferma mental”, “también una escena en un
antro de striptease con música electrónica”, “consumo de droga”, “que el
hermano se acueste con la ex de Uxbal”, “necesitamos un nombre para la película,
¿cómo le ponemos?”… “Beautiful”, (aunque nada lo justifique), “pero que se
escriba “Biutiful”, tal como suena, para mostrar algo de ignorancia ingenua”.
Esas reuniones deben haber sido tan desastrosas como la película en su
conjunto.
Habrá que admitir, con justa razón,
que la actuación de Javier Bardem es impecable y magistral, pero ni él consigue
salvar a la película. Por otra parte, se echa en falta la presencia de talento
mexicano en la actuación, dominada por españoles. Uno piensa que las
coproducciones deberían ser —y normalmente lo son— más equitativas en la
repartición de papeles y funciones. Una lástima.
“Biutiful” es también sospechosa
de algo más, de complicidad con el sistema político, económico y social que ha
dado al traste con nuestro mundo. Al carecer de análisis se convierte en
inofensiva para el sistema de poder y por tanto, en su aliada. Es debido a esto
que los medios de comunicación han inflado la figura de González Iñárritu como “gran
director” y promocionado la película hasta el cansancio. Por obvias razones
Luis Estrada y su reciente “El infierno” no corrieron con la misma suerte.
Al principio de este escrito
mencioné que” Biutiful” es peligrosa. Exhibir una película sobre la miseria
humana sin ningún sustento, crítica o cuestionamiento lo es. Puede crear la
ilusión de que el mundo es simplemente así, sin razón aparente y sin remedio.
Para observar la pobreza no hace falta más que abrir los ojos, lo
verdaderamente útil es preguntar por sus causas, sus consecuencias y sentar las
bases de una estrategia de cambio. Por fortuna, aún existen cineastas
dispuestos a crear a partir de estas preguntas.
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