Por Hugo Lara Chávez
A lo largo de su ya larga trayectoria, el cineasta inglés Stephen Frears (1941) ha logrado integrar una apreciable y consistente filmografía, con títulos indispensables como “Relaciones peligrosas” (“Dangerous Liaisons”, 1987), “Alta fidelidad” (“High Fidelity”, 2000) o “La reina” (“The Queen”, 2006). Es un director versátil que tiene los arrestos para moverse bien tanto en la comedia como en el drama. Así lo demuestra en su más reciente filme “Philomena” (2013), basada en el libro “The Lost Child of Philomena Lee”, de Martin Sixsmith sobre un personaje real, y adapatada por el mismo Frears y su actor protagonista Steve Coogan.
El papel principal de “Philomena” recae en la siempre solvente actriz Judi Dench y la trama toca uno de los asuntos más polémicos de la actualidad: la impunidad de la Iglesia católica frente a sus actos de injusticia, ilegalidad e incluso hechos criminales. Aunque el caso de “Philomena” va en otra dirección que, por ejemplo, el escándalo del padre pederasta Marcial Maciel, fundador de la congregación de los Legionarios de Cristo, ambos permiten asomarse a la velada represión y violencia que por años ha ejercido la Iglesia y sus miembros sin que nadie les pida cuentas.
La película en cuestión narra la historia de Philomena (Dench), una mujer irlandesa quien después de 50 años de silencio decide averiguar el destino de un hijo que tuvo cuando era adolescente y que le fue arrebatado por unas monjas para darlo en adopción a un matrimonio estadounidense. Para ello, Philomena se apoya en un veterano periodista, Martin Sixsmith (Steve Coogan), quien la acompaña en su búsqueda que los lleva de un convento irlandés a los suburbios de Washington, en Estados Unidos.
“Philomena” es una película afín a “Las hermanas de la Magdalena” (The Magdalene Sisters, 2002) dirigida por Peter Mullan y que denuncia la forma en que operaban los conventos de la Magdalena en Irlanda, verdaderas prisiones donde las monjas recibían a jóvenes mujeres enviadas por sus familias o por los orfanatos, y que eran obligadas a trabajar en las lavanderías para expiar sus “pecados”, como ser madres solteras o ser diferentes o rebeldes. Sobra imaginar toda la clase de abusos y vejaciones de las que eran víctimas.
Es verdad que estas infames prácticas se han hecho famosa a partir de los conventos irlandeses, pero lo que estamos viendo en estos filmes es presuntamente la punta del iceberg, con réplicas igual o peor de crueles en diferentes partes del mundo, incluido México.
“Philomena” es, en este sentido, una película oportuna para ayudar a disipar la oscuridad que cubre a la Iglesia actualmente. Es un filme construido a partir de las sólidas actuaciones de la dupla Dench-Coogan, del buen ritmo y tono que asume el director, quien no lleva el relato al rincón de la tragedia, sino que lo equilibra con un sentido de humanidad, con el espíritu de la reconciliación y el perdón que convierte a Philomena en un ser especial, misericordioso.
Técnicamente “Philomena” es bastante aceptable, aunque nada fuera de serie. Está nominada a cuatro Oscares, incluyendo mejor película, mejor música original, mejor guión adaptado y mejor actriz protagónica. Tal vez no gane ninguno, pero es un filme que vale la pena ver.