Por Pedro Paunero

John Allman (Harry Connick Jr.) adquiere una casa “al borde del abismo”, en la parte griega de Chipre, la isla que, desde la antigüedad, cobró fama por ser el lugar donde recaló la vieira de la diosa Afrodita, después de brotar de la espuma en Citerea. Apartado de la población, tan pintoresco como hermoso, el risco resulta ser un lugar “de moda” para los suicidas. Un tema que, aunque parezca un tanto insensible por su tratamiento en la película, se nos revela -una vez investigamos- tan griego como el mito, cuando nos enteramos del “Salto blanco de Léucade”, un risco, en el cual se levantaba un templo a la diosa, y desde el cual se arrojaban los amantes al mar, para curarse de amores (1), entre estos, la célebre Safo, quien muriera irremediablemente. Así es cómo John, que resulta ser un músico de rock, con una canción exitosa en su haber, “La chica de la playa” (Girl on the Beach), y que sólo quiere olvidar su reciente y fracasado álbum, se ve presentado en la sociedad local.

Después que Melina (Ali Fumiko Whitney), cantante en un restaurante local y encargada de llevarle las provisiones de la tienda, descubre su identidad, será Manoli (Tony Demetriou), el jefe de policía que lleva los casos de suicidio, quien intente mantener el secreto del músico, pero en una reunión a la que John acude a regañadientes, se encontrará con Sia (Agni Scott), el amor de antaño que, precisamente, sirvió de inspiración de la canción “La chica de la playa”, desatando una serie de situaciones románticas, enmarcadas en el bello telón de fondo de Chipre, con sus tintes costumbristas y pintorescos, bien representados por la cinematografía de Stephan Metzner.

La película narra la consabida historia de una celebridad que se refugia en un rincón apartado de la Tierra, de forma anónima, ya sea para olvidar un amor, un fracaso o simplemente terminar sus días lejos de la barahúnda de la fama. Este argumento ya lo hemos visto en series animadas como “Remi”, en la cual el Señor Vitalis, el personaje que compra al huérfano para que lo ayude con su espectáculo ambulante, resulta ser un afamado cantante de ópera, en “El cartero de Neruda” (Il postino, Michael Redford, 1994), con el poeta del título viviendo solitario en Isla Negra, o en la más reciente “Mr. Holmes” (Bill Condon, 2025), con un Sherlock Holmes recluido en un pueblecito inglés, con problemas de Alzheimer.

“Al borde del abismo” (Find Me Falling, 2024), cinta debutante de Stelana Kliris, directora sudafricana-chipriota, se ocupa menos de los porqués una persona busca la muerte, se aleja del bullicio de su propia celebridad, o de la segunda oportunidad que se puede presentar una vez en la vida, que de la comedia romántica, ligera y entretenida, que realmente es.

A Kliris, también guionista de la película, le importa poco que Melina, la cantante a quien John augura éxito, y uno de los personajes más interesantes, cuente sus razones para no abandonar la isla, que a Sia no le importen los rumores de amoríos pasados de John -supuestamente habría salido con Cameron Díaz y Tyra Banks-, que este se vea convertido en una especie de terapeuta para suicidas o que la abuela de Melina busque morir atropellada, como el tema político al ser Chipre -la isla de los “limones amargos”, de Lawrence Durrell-, una isla ocupada, en parte por Turquía.

“Al borde del abismo”, título igualmente de una canción que Allman compone, transcurre plácidamente, presentándose de forma romántica y bonita, pero intrascendente.

Para saber más:

  • “Extrañas voces en la niebla: Lawrence Durrell en la isla de Léucade” por Pedro Paunero.