Por Pedro Paunero
Desde algún sitio de la selva chiapaneca, sintiéndose bastante enfermo, Matthew Bright, el director de “Autopista” (aka. Encuentro con el lobo; Freeway, 1996), la película de culto de los ´90s (con una Reese Witherspoon en su estado más salvaje), se dispone a responder las preguntas que Rebecca G. Wilson, periodista del “Punk Globe”, el magazine fundado por la cantante punk rock Ginger Coyote, le formula vía correo electrónico.
“¿Existe alguna posibilidad de que vuelvas a los Estados Unidos?”, le pregunta. “Sí -responde Bright-, cuando el infierno se congele volveré permanentemente”.
Gran amigo del compositor Danny Elfman, con cuyo hermano, Richard, escribiera “Forbidden Zone” (1980), la película que los llevó a la bancarrota -y en la que incursionara por primera y única vez como actor, y también fuera el debut de los Elfman en el cine-, le cuenta de su amistad con una joven maya, quien lo guiara en su recorrido por los hermosos ríos de la zona. La caminata, que demoró nueve horas, lo dejó tan agotado que se echó a dormir profundamente, sin importarle el paso del tiempo. Bright ha estado trabajando en sus cuadros, escribiendo guiones, tocando música y haciendo fotografías de la gente, los paisajes y las cosas de Chiapas.
Durante las últimas tres semanas ha lidiado con el Virus H1N1, razón que impulsó a la muchacha a acompañarlo a una clínica, donde le diagnosticaran una “ligera neumonía”, tras someterlo a rayos X. Bright, que se siente destruido por la enfermedad, se pregunta “si eso era leve, no creo que hubiera podido sobrevivir si hubiera sido grave”. La chica no se ha separado de él en todo momento. “Ahora”, le confiesa a G. Wilson, “me he estado preguntando si debo adoptarla como hija o casarme con ella”.
“Autopista” -producida por un Oliver Stone que no tuvo mucha injerencia en la película- toma como pretexto narrativo “Caperucita roja”, el iniciático (y antiquísimo) cuento que popularizara Charles Perrault, remarcando sus interpretaciones sexuales, simbólicas y de indagación de la personalidad. Cuenta la historia de Vanessa Lutz (Whiterspoon), una adolescente de catorce años cuya madre, Ramona (Amanda Plummer), se prostituye mientras es “cuidada” por Larry (Michael T. Weiss), su padrastro, que en distintas ocasiones ha abusado sexualmente de ella. Cuando Ramona y Larry son detenidos por prostitución y posesión de drogas, respectivamente, Vanessa, que está enamorada de “Chopper” Wood (Bokeem Woodbine), un chico negro, miembro de una pandilla criminal, recibe de su parte un arma para que la venda en el camino, ya que ha decidido ir a vivir con su abuela -que ignora de su existencia-, y así librarse de ser puesta en algún hogar de adopción. Chopper es asesinado a balazos y Vanessa, que ha tomado el destartalado auto de su madre se queda varada en la carretera, donde recibe ayuda de Bob (Kiefer Sutherland), cuyo apellido “Wolverton” (de “Wolve”, lobo en inglés), resulta más que significativo, y se ofrece a llevarla a Los Ángeles.
Bob se presenta como un consejero en una escuela para niños problemáticos y la somete a un interrogatorio que la hace confiar plenamente en él, por lo cual, en algún momento del viaje, la ataca sexualmente, descubriéndose como el “Asesino de la I-5” (la Interestatal 5), pero Vanessa coge el arma que le ha dado Chopper y la vacía en Bob, que queda aparentemente muerto en la carretera. Ella toma su cartera y entra en un restaurante, más sus ropas ensangrentadas ponen en sobre aviso a los dueños del local, que llaman al 911. Acusándola de asesinato, los detectives Mike Breer (Wolfgang Bodison) y Garnet Wallace (Dan Hedaya), la arrestan.
La película es por completo irreverente, y evita la corrección política en todo momento, como en la escena en la cual Vanessa se defiende del detective Breer a golpes y cachetadas, llamándolo “Negro” y amenazándolo de “golpear su trasero negro” pero, cuando Wallace le pregunta por qué ha tenido esos arrebatos de aparente racismo, se excusa que lo ha hecho porque era la manera en que sabía que el detective se sentiría ofendido. En otra escena vemos cómo Breer descubre que el novio de Vanessa había sido Chopper, por lo cual expresa, a la vez, que la chica es “una amante del carbón”.
La alucinante entrevista que Bright les concediera a G. Wilson y Ginger Coyote, también toma un cariz irreverente. “Jamás me he sentido tan enfermo en mi vida”, escribe. “Tal vez debería volver a la cama. O comer algo. No puedo trabajar en este momento. Ojalá hubiera un gato que viviera cerca y me visitara. Creo que esta gente aquí debe haberse comido a todos los gatos. O se los tragó algún reptil horrible. Tienen cosas asesinas de agua dulce en los ríos de aquí. Nada me asusta más que algo que vive en agua dulce y podría morderte tan fuerte que puedes morir por eso. Aquí viven peces realmente grandes y feos. Y un tritón de veinticinco libras que parece material de pesadillas. Encontré una rana con rayas como un tigre en la almohada junto a mi cabeza esta mañana. Me despierto todos los días con el sonido de varios gallos de mierda que quiero matar con cada fibra de mi ser”.
Sus opiniones son disparadas en violenta andanada, sin miramientos, muy parecidas a las furiosas líneas que Graham Greene le dedicara a un México que le disgustara a propósito del cierre de las iglesias, durante la Guerra Cristera -en especial a un estado, el Tabasco de Garrido Canabal-, en su virulento “Caminos sin ley”. También Greene enfermó en la selva, mientras hacía un camino a lomos de mula. También Greene estuvo a punto de morir, deshidratado por una incesante diarrea. También Greene encontró a las mujeres indígenas “sensuales”, y deseables. (1)
“Nunca veo gatos. Nunca veo gente blanca”. G. Wilson le pregunta “¿Te mudaste a la jungla para alejarte de los Estados Unidos?”. Bright responde: “¿A ti no te ha jodido la economía o no has esquivado una bala? Espero de verdad que no te haya hecho daño ese maldito Lil’ Bush. (Creo que Lil’ Bush fue quien me hizo abandonar el maldito país en primer lugar. Nunca perdonaré eso al pueblo estadounidense). De hecho, he estado viviendo en México de vez en cuando durante los últimos quince años. Mi industria está en problemas en este momento. Nadie le da crédito. Las películas que se encuentran dentro de mi presupuesto no están siendo financiadas por nadie. Estoy tratando de trasladar todo el maldito espectáculo aquí, y convertirme en un director latinoamericano, con gafas de sol envolventes y una vieja Karmann Ghia dorada y destartalada llena de zorras de cine súper morenas con melenas enormes. Algo así como un director italiano, solo que con cactus”.
El cine de Bright se nos presenta como una indagación de lo criminal -escribió los guiones de “Guncrazy” (Tamra Davis, 1991), y “Shrunken Heads” (Richard Elfman, 1994), escribió y dirigió “Ted Bundy” (2002)-, lindando a veces con la comedia ácida (“Freeway”), adentrándose, por fin, en la indagación de la otredad con “Tiptoes” (2003), la película que acabó con su carrera. “Tiptoes” podría haber sido más valiente con su insistencia en la sexualidad de toda una familia afectada por el enanismo, pero el resultado final es decepcionante. Cuando Bright fuera despedido y sustituido por otro director, pidió que retiraran su nombre de los créditos, pero este se conservó y la cinta se ha catalogado como una de las peores jamás realizadas, manchando su nombre de paso. El actor Peter Dinklage (con una altura de 1.35 m en la vida real), vio con optimismo la inclusión del gran Gary Oldman, cuya actuación -como siempre- resultó sobresaliente como personaje con acondroplasia (los prostéticos para “disminuir” su altura son una proeza de los efectos especiales), en una película en la que su personaje brilla, aunque se opaque tristemente el resto. “Tiptoes” es incómoda, pero su incomodidad se debe a un guion poco cuidado. Al crítico de cine Nathan Rabin le pareció una película que resultaba ofensiva con las personas enanas. “Como pintarse la cara de negro”, según su opinión. (2)
G. Wilson le pregunta a Bright sobre las fotografías de Chiapas, que acompañarán a la entrevista, a lo cual responde:
“Las fotos son simplemente de lo que te encuentras cuando caminas unos minutos desde mi casa. La foto de la jungla es si caminas hacia el sur durante quince minutos. Y el tipo gigante que vende caramelos fritos a los niños es si caminas hacia el norte durante diez minutos. Las mujeres indias están ahí simplemente porque creo que son bastante atractivas. Mis preferencias sexuales, románticas y de ligue se basan en gran medida en los valores de National Geographic”.
En “Lobos, criaturas del diablo” (aka. En compañía de lobos; The Company of Wolves; Neil Jordan, 1984), el tratamiento que se le da a la serie de cuentos de “La cámara sangrienta”, de Angela Carter -quien trabajara, en conjunción con Jordan, el guion-, dejan entrever el carácter sexual que, desde “El hombre lobo” (The Wplf Man, George Waggner, 1941), la clásica cinta de la Universal, protagonizada por Lon Chaney Jr., se ha venido adjudicando al mito. La película de Jordan y Carter es la consecución onírica, y más bella, del cuento de Perrault. “Ginger Snaps” (John Fawcett, 2000), con sus hermosas hermanas licántropas como protagonistas, incidía en el tema. Pero “Autopista”, aunque reincidente en la sexualidad, la criminaliza, nos la devuelve monstruo, a través de los crímenes de su lobo humano, y el trasfondo social que la enmarca por -y a través- de su personaje femenino, que no es cuestionado finalmente, quedándose en el terreno de la fábula, que es lo que realmente importa en el filme.
Vanessa es enviada a prisión, no sólo por intento de homicidio, sino por los cargos anteriores que acumula, mientras Bob, que milagrosamente sobrevive, recibe un tratamiento mediático que lo convierte en una víctima. La actuación de Sutherland como un ser contrahecho, como resultado del ataque y posterior tratamiento quirúrgico para salvarle la vida, es sumamente divertida y, se nota gozosa por parte del mismo actor, cuya sonrisa, debajo del maquillaje que le tira la mejilla hacia un lado, adivinamos como espectadores. En la prisión, Vanessa entabla amistad con Rhonda (Brittany Murphy), lesbiana declarada y un tanto lenta de entendimientos, cuyo rostro está cruceteado por cicatrices de navajas, y después con Mesquita (Alanna Ubach), la chola con quien tiene un altercado que la deja con la nariz rota por parte de nuestra anti heroína, antes de convertirse en su mejor amiga en un proceso del que no se ocupa mucho la película. Juntas, al lado de un par de desaprovechadas gemelas psicópatas (Monica y Leaana Creel), escapan de la prisión, y vemos a Vanessa fingiendo ser prostituta callejera para robar a los clientes.
La investigación del caso lleva a la pareja de detectives Breer y Wallace, a identificar a Bob como el asesino tan buscado. Pero no sólo eso, también se le acusa de pedofilia (el descubrimiento de un rimero de revistas pornográficas así parece indicarlo, aunado al de restos humanos encontrados en la propiedad). Ante las pruebas, a su amorosa esposa Mia (Brooke Shields), que se ha mantenido dolorosamente a su lado todo el tiempo, no le queda más remedio que dispararse en la cabeza. Bob, que tenía la dirección de la abuela de Vanessa gracias a una fotografía que ella le había mostrado, asesina a la anciana, se disfraza y ocupa su lugar en la cama. Cuando Vanessa llega a la caravana de su abuela reconoce a Bob, quien sólo puede morir. Una última escena, en la que vemos a Vanessa sonriendo, tras pedirle un cigarrillo a los detectives, deja en claro que será exonerada.
En una entrevista para “La luna del Siglo XXI”, el suplemento cultural de “El mundo”, Jordy Costa recoge las palabras de Bright, a propósito de su película “Ted Bundy”, que reflejan su fascinación por el criminal y la mente criminal, por otro lado, muy americana, debido a la naturaleza “perversa” de los Estados Unidos (3):
“Cualquier persona extrema, aberrante y abyecta es fascinante, aunque no me gustaría estar cerca de Ted Bundy. Eso no quiere decir que alguna vez no fantasee en traerlo a través del tiempo para poder cenar con él y fumarme un canuto en su compañía. También me gustaría llevarlo a un club de striptease y que los dos hiciéramos un sándwich con una puta”.
El cine iconoclasta de Matthew Bright permanece como un intento autoral, nunca acabado, encuadrado en el “exploit” más descarado, a pesar de sus pinceladas sociales. Desde su retiro en Chiapas, hace más de una década, no ha vuelto a trabajar en el cine, pero sus películas siguen reflejando el lado más abismal de la “América” (léase estadounidense) profunda, esa que hace tiempo dejó de ser una opción. Esa que -parafraseando a “Réquiem por un sueño” (Requiem for a Dream, Darren Aronofsky, 2000)- hace mucho no es sino una pesadilla doméstica, pero cuyas resonancias afectan a todo un mundo.
Nota:
El texto anterior ha sido adaptado de dos entrevistas realizadas por “Punk Globe” a Matthew Bright:
“Filmmaker Matthew Bright” by Ginger Coyote. July 2012.
https://www.punkglobe.com/matthewbrightinterview0712.php
“Matthew Bright has swine flo in the Jungle”. Matthew does an exclusive interview with Ginger Coyote and Rebecca G.Wilson.
https://www.punkglobe.com/matthewbrightinterview0110.html#thumb
Bibliografía:
- Greene Graham. El poder y la gloria. Caminos sin ley. Porrúa. Colección “Sepan Cuantos” No. 693. 2ª. Edición. 2014. ISBN 9789700752136
- Rabin, Nathan (20 January 2010). “It’s Only The Size Of Your Heart That Counts Case File #154: Tiptoes”. The A.V. Club. Retrieved September 10, 2010.
https://www.avclub.com/it-s-only-the-size-of-your-heart-that-counts-case-file-1798218880
- Ted Bundy. Sensación de matar por Jordi Costa. La luna del Siglo XXI. Un suplemento de “El mundo”. Viernes 23 de mayo de 2003 , número 223.
https://www.elmundo.es/laluna/2003/223/1053532697.html