Por Pedro Paunero

No te acostumbres a esto. La comida gratis no es algo real
Advertencia de la narradora al mapache

Un mapache sin mucha experiencia, una hembra preñada de ratón y una rana toro acobardada son los héroes o, mejor dicho, antihéroes, que intentarán sobrevivir, trasladándose a través de un bosque de noche, hasta una cabaña semi abandonada. El viaje será iniciático, y estará plagado de peligros: aves de presa, furiosas colonias de hormigas, lagartos recién nacidos y, por supuesto, hambrientos, serpientes devoradoras de ranas, una tormenta desatada que arrastra todo a su paso o, por el contrario, un sol quemante que evapora las charcas, antes que los tres animales logren refugiarse en su cálido interior. Sin sospechar que el mayor de los peligros está por llegar.

 Sin renunciar a su propósito principal —el didáctico— y con el rigor científico siempre al frente, “Naturaleza de pesadilla” (Nightmares of Nature, Nathan Small, 2025) utiliza una dramatización guionizada, con tono de cuento de terror y suspenso, narrada en off por la cantante y actriz Maya Hawke, la hija de Uma Thurman e Ethan Hawke. El resultado es una serie que, sin abandonar la belleza característica de los documentales de naturaleza, opta por mostrar la “supervivencia de los más aptos” como algo supeditado a la amoralidad de los elementos, al azar y a la contingencia, pero en un tono de amenaza sobrenatural. Producida por la estadounidense Blumhouse Television —especializada en cine de terror de bajo presupuesto (responsable de películas como “Sinister”, “Insidious” y franquicias como “La purga”, “Actividad paranormal” o “Teléfono negro”)— y la británica Plimsoll Productions —centrada en documentales de vida salvaje como “A Real Bugs Life”, “Shark! Celebrity Infested Waters” o “The Devil´s Climb”, para National Geographic—, la serie combina la visión particular de ambas compañías junto a Netflix en una propuesta breve: tres capítulos de menos de 50 minutos (Escapar del bosque, La cabaña, Hay que salir de ahí) que culminan al estilo de los episodios de los viejos seriales de Serie B, con un “continuará” que mantiene un suspenso inusitado.

Hace más de cien años -hacia 1916-, el autor mexicano Alfonso Reyes, uno de los padres de la crítica de cine a nivel mundial, se preguntaba “¿A nadie se le ha ocurrido (¡oh, Fabre, gran poeta de Aviñón!) montar un laboratorio especial para presentar en el cine los amores de los alacranes y de las arañas, o la perseverancia del escarabajo sagrado?” En 1955, en una revisión sobre el texto anterior, añadiría: “Walt Disney realizó más tarde nuestro sueño, dando la vida del desierto”. Se trata de “El desierto viviente”, un documental dirigido por James Algar (1953), de la casa Disney. Reyes había vivido lo suficiente para atestiguar el nacimiento del documental -antes, con los cortos de los hermanos Lumière, y después de Robert J. Flaherty, con su “Nanuk el esquimal” (Nanook of the North, 1922), y el auge y caída del documental en los años 70s del Siglo XX- así como su desarrollo. Si hubiera tenido la oportunidad de ver “Naturaleza de pesadilla”, Reyes se hubiera rendido ante su narrativa.   

“Naturaleza de pesadilla” recuerda aquel otro corto animado de Disney, “El viejo molino” (The Old Mill, Wilfred Jackson, 1937), perteneciente  a la serie de las “Sinfonías tontas” (Silly Symphonies), y ganador de un premio Oscar, filmado con un naturalismo convencido, preciosista, sobre lo ocurrido a un molino de viento, habitado por toda clase de animales (un búho, murciélagos, unas ranas en coro, incluidas unas flores, grillos, luciérnagas, los juncos del estanque), durante una noche de tormenta. Las aspas del molino se sueltan, poniendo en peligro al búho, y a un ave que intenta proteger los huevos de su nido, mientras los sonidos del viento se revelan musicales entre los juncos quebrados, o el golpetear de la madera de una cerca, a la vez que el agua hace estragos, filtrándose por entre el tejado agujerado. Al amanecer la placidez sorprende al molino, ya arruinado, los murciélagos regresan y los huevos, en el nido, ya eclosionados, atraen a los padres que alimentan los polluelos. Así, tras la destrucción, el molino permanece, pletórico de vida.

El documental de Blumhouse-Plimsoll-Netflix, se permite grandes momentos que nos recuerdan la dulce ingenuidad de lo natural: la hembra de ratón pariendo a sus crías en una lata de veneno para ratas vacía, la rana toro refugiada en una taza de metal oxidada y agujerada, el mapache durmiendo en un baúl, entre ropa sucia, ante la inminente llegada del dueño de la cabaña, con su perro guardián, sin que ninguno de los protagonistas animales sospeche que este será el mayor de los peligros, antes de intentar volver al bosque, donde realmente pertenecen.

Con un dejo de moralina -la cabaña incendiándose porque “no pertenece al bosque”-, “Naturaleza de pesadilla” no reinventa el documental, pero trae un aliento fresco al género, sobre todo para las fechas del Spooktober, en las cuales podemos gozar de un cuento sobre “la naturaleza de las cosas”, oscuro, conmovedor y, al mismo tiempo, festivo. Sin que dejemos el aprendizaje de lado.

Por Pedro Paunero

Pedro Paunero. Tuxpan, Veracruz, 1973. Cuentista, novelista, ensayista y crítico de cine. Pionero del Steampunk y Weird West. Colabora con diversos medios nacionales e internacionales. Votante extranjero de los Golden Globe Awards desde 2022.