Por Ali López
A Denise Maerker hay que aplaudirle y reprocharle el mismo asunto, la congruencia. Primero en el título: “PRI, Crónica del Fin”. Ya que su serie documental termina por ser simple y llanamente eso, una crónica tajante del declive del partido revolucionario institucional. Con imágenes de archivo, entrevistas (unas muy llamativas y rimbombantes) la docuserie nos toma de la mano y nos lleva paso a paso por el declive de los tricolores. Una suerte de malas decisiones que llevaron a la ruina lo mismo a la institución política como al país que solían gobernar. Ahí la congruencia.
Sin embargo, lo primero que la directora nos presenta es una leyenda, que cito textual:
“Este documental es resultado de un trabajo de investigación periodística en ejercicio de la libertad de expresión basado en la información pública, el cual tiene como objetivo principal la crítica de un tema de interés público”:
Ahí es donde la congruencia nos abandona, sí, ya desde el primer aliento. Porque la mirada crítica no aparece, aunque se busque. Aparece, eso sí, un pequeño, muy pequeño atisbo de mirada autoanalítica por parte de los priistas de vieja cepa. Convocados a ser partícipes de la crónica, así como solían hacerlo cuando ostentaban el poder, de forma omnipresente, siendo juez y parte.
Pero mas allá de la grandeza de la dictadura perfecta, y su propio canibalismo, a Maerker se le olvida que el mal no llegó por sí solo. Era inconcebible, o así me parecía, que existiera un testimonio del poder del PRI en el México del siglo XX sin la mención de su mancuerna con Televisa y su líder de aquellos años, Emilio Azcárraga Milmo. Y aunque el Tigre hace un cameo en el primer episodio, no hay más. El archivo, que viene de las entrañas de la televisora, solo se presenta como el coro griego que narra los hechos, sin intervención en la trama. Ahí la falta de congruencia.
Y claro, puede argumentarse que Vix, la misma plataforma que da cabida a la serie, no querrá morder la mano de quien la alimenta. Pero en las otras producciones del sistema de streaming ya se ha hablado de lo que parecía innombrable. En el documental sobre el asesinato de Paco Stanley (El show: Crónica de un asesinato | Diego Enrique Osorno | 2023) se da a conocer el cambio que aparentaba llegar a la empresa, con la asunción a la presidencia del heredero Azcárraga Jean; afirmando, a voz, y con el buen decir, de Talina Fernández, que antes la línea estaba muy marcada, Televisa, gobierno y PRI eran la santísima trinidad mexicana. Incluso en el documental ¿Qué onda con los 80?, de María José Cuevas, existen también tintes de esa función de la televisora de San Ángel y Chapultepec, con el grito clamoroso, disfrazado de sonido ambiente que dicta “Televisa te idiotiza”.
Porque querer ocultar ese matrimonio tóxico (para nosotros sus hijos), del PRI y Televisa es ya francamente ridículo e imposible. Pero aquí hay una omisión total, lo que deja el rompecabezas arruinado, pues ya jamás se completa. La postura final, la de que el PRI se llevó a la destrucción a sí mismo, no se sostiene como tesis ante la omisión de su más cercano aliado, que también vio un desquebrajo en su propio edifico, y ante él proyecto fallido de Peña Nieto, amainaron las mismas consecuencias que los pusieron cerca del final definitivo. Vix es resultado de ese mismo caos, hijo ilegitimo (o clon espurio) del risorio Blim.
Hay otras omisiones graves, puntos de inflexión clave que tampoco permiten cerrar el círculo de la serie. El sismo del 85, punto donde la corrupción y descuido del PRI se hizo evidente, el reproche de la población en el mundial del 86, donde la fractura expuso el punto sin retorno. Así como las masacres de Aguas Blancas y Acteal que hicieron ver que ese partido es y será el mismo siempre. Por alguna razón Maerker deja fuera de su crónica los seis años de Felipe Calderón en la silla presidencial, y ese es un espacio que no es blanco en la historia del partido, pues se tiño de rojo como el de todos los que habitamos este territorio y el silencio, su silencio, cobra aún sus consecuencias.
Del 2 de octubre de 1968 al 26 de septiembre de 2014, el PRI cierra su círculo nefasto logrando lo que nadie creía que podía lograr, ser aún peor. Y ni siquiera peor para el país, peor para sí mismo. Maerker, con la voz y mano de muchos de los grandes símbolos tricolor —como Salinas de Gortari, Peña Nieto, Paredes, Beltrones, Madrazo y Labastida— da una sentencia hauntologica: el PRI está en nuestra piel, porque forjó el México en el que estamos. Pero ya es solo un fantasma, una parte del panteón histórico, lo que hay ahora, y en próximas fechas, son los remansos de un dios que ya no existe. Puro mito.