Por NOTICINE/Correcamara.com
El joven cineasta norteamericano Cary Joji Fukunaga, ganador del premio como mejor director en el último Festival de Sundance con “Sin nombre”, estrena esta semana en México (en las salas que permanezcan abiertas) su ópera prima, Sin nombre, en cuya producción participó junto a Focus Features Canana, la compañía de Diego Luna y Gael García Bernal. Fue precisamente aquí donde se filmó la cinta y transcurre la mayor parte de la historia, protagonizada por emigrantes centroamericanos que atraviesan el país en ruta hacia el Norte.
“Sin nombre” tiene tres personajes principales: Sayra (Paulina Gaytán), una adolescente hondureña, hambrienta de un futuro mejor, que decide emigrar a Estados Unidos junto con su tío y su padre, quien ahora tiene una nueva familia; Casper (Edgar Flores), un adolescente integrante de la Mara Salvatrucha. Vive en Tapachula, Chiapas; Smiley (Kristyan Ferrer), de doce años de edad, quien es sometido violentamente al proceso de iniciación para pertenecer a la Mara.
Sayra y sus familiares logran cruzar a México. Allí se unen con otros inmigrantes que esperan de noche en las vías del tren de Tapachula la llegada de un tren carguero que se dirija hacia los Estados Unidos para viajar en el techo. Lil´ Mago, el jefe de la pandilla, Casper y Smiley, suben también al tren para asaltar a los indocumentados.
– ¿Cómo tomó forma este proyecto con el que ha debutado como realizador de largometrajes?
Llegó a través de mi cortometraje, “Victoria para Chino”, acerca de un camión cargado de inmigrantes que fueron abandonados y que se asfixiaron en Victoria, Texas. Al hacer la investigación y filmar en México, supe de los inmigrantes centroamericanos. Cuando pensamos en la inmigración, usualmente pensamos de México hacia los Estados Unidos. Pero hay hondureños, guatemaltecos y nicaragüenses que viajan al norte para introducirse a México y de México hacia los Estados Unidos.
Sabía que esta era una historia que quería contar en un largometraje. Me sorprendió personalmente. Quería que el público tuviera esta experiencia desde una perspectiva humana, una que no tiene nada que ver con la política o los programas de inmigración acerca de lo que “significa” o lo que “debería” ser. Internet, los periódicos y los libros tienen información pero para mí es difícil tener una idea de los cosas a menos que vaya a un lugar y lo vea en persona.
El cortometraje se estrenó en el Festival de Cine Sundance de 2006 y se me pidió que les presentara un guión para el Laboratorio Sundance. Había invertido mucho tiempo terminar el corto, así que tuve sólo dos semanas para hacer el borrador del guión del largometraje. Basé mi investigación en lo que había hecho para el corto, pero sabía que tenía que averiguar más sobre las cosas que yo no sabía sobre el tema y escribir más proyectos. Quería autenticidad.
– ¿Hubiera aceptado que otro director filmara su guión?
No, siempre iba a ser un proyecto que yo quería dirigir y yo siempre tuve previsto el rodaje en México, ya que es donde tiene lugar la historia. No había manera de que hubiera escrito Sin nombre sin haber visto lo que esta escribiendo. Entonces en el verano del 2005 fui a Tapachula, Chiapas, con un par de amigos que habían trabajado en el corto, para hacer investigación de primera mano. Hablamos con la policía. Fuimos a las cárceles para reunirnos con integrantes de las pandillas que formaban parte del comercio de contrabando de inmigrantes. Fuimos a las fronteras y vimos vigas en el río Suchiate entre Guatemala y México. Visitamos a los inmigrantes en la estación del tren y en las vías y también en los refugios incluidos aquellos que son designados para los inmigrantes que han sido heridos en los trenes; por ejemplo, muchachos de 16 años de edad que perdieron sus piernas. Estas son personas que se dirigían al norte para lograr una vida mejor para ellos y sus familias y ahora que están heridos nunca llegarán. Después de verlos, mis amigos decidieron que no querían viajar en los trenes. Así que terminé haciéndolo yo solo.
Una noche a las dos de la mañana en las vías de Tapachula, salté de un tren de carga con dos hondureños con los que me había reunido la noche anterior. Los había invitado a quedarse conmigo en mi hotel en lugar de esperar toda la noche en la estación, lo cual era peligroso. Todos nos subimos y viajamos a través de Chiapas. Mucho de lo que ocurrió en ese viaje de 72 horas, dentro de las primeras horas, constituye la base de lo que ocurre en el techo del tren en “Sin nombre”. El ataque de bandidos que ocurrió no muy lejos de nosotros y la camaradería con los inmigrantes enriqueció mi perspectiva.
– ¿Hubo mucho caos en el viaje?
Si ves drama o locuras, éstas ocurren en el instante y luego se van tan pronto como llegaron. Lo que me sorprendió fue que mucho del viaje es como la vida ordinaria, de todos los días. Esta es la manera en la que aprendí a mirar a través de la perspectiva de los inmigrantes; si suceden cosas buenas o malas es sólo otro día y todo, todo el mundo está en manos de Dios. Si están en el techo del tren totalmente deshidratados, dicen: “Lloverá y podremos recoger agua”. Si los bandidos atacan el tren ellos dicen: “Vamos a correr y regresaremos al tren cuando los bandidos se hayan ido”. Pase lo que pase van a viajar en él. No dramatizan lo que está sucediendo en sus vidas.
– ¿Qué aprendió de ellos que pudiera usar para su narración?
Los inmigrantes que conocí sabían que el viaje y la vida a la que se dirigían iban a ser dificiles. No conocí a nadie que pensara que las calles de Estados Unidos iban a estar pavimentadas de oro. Esa ya no es la perspectiva que la gente tiene. El viaje es ahora uno de supervivencia, de necesidad, de economía básica… en la casa, logran ganar hasta 45 lempiras al día y la leche cuesta 15. Muchas personas no ganan el suficiente dinero para cubrir el costo de la vida o alimentar a sus familias en su país, donde la economía se está cayendo a pedazos.
Nos detuvieron por varias horas y ellos buscaban agua en los canales de irrigación a lo largo del camino. En ese momento no hay nada más que hacer sino hablar y me preguntaban, “¿Qué haces tú aquí?” Y les contestaba, “Estoy escribiendo una historia”. La idea de que alguien tendría todo el tiempo del mundo para sentarse y concebir y escribir una historia… escribía en mi diario y algunas personas decían “Bien por ti”, y otros que decían “Por favor, cuenta nuestra historia”. Al final de los viajes, había aprendido mucho, vivido algo de ello yo mismo. Así que me sentí aún con más responsabilidad de contar la historia.
– ¿Qué es lo que mueve a los personajes principales de su película?
Esta película habla de gente de nuestros días, en nuestro tiempo, en este mismo momento. Están viviendo sus vidas y han tomado la decisión de tratar de buscar algo mejor. Smiley busca ser parte de una comunidad. Después de haber sido criado por su abuela y no tener ninguna figura masculina. Casper, como miembro de la Mara, es su ejemplo. Puede haber historias estándar de por qué los niños se unen a las bandas, pero cada caso es individual. Casper y Sayra buscan reconstruir las familias que nunca han tenido, lo cual es un tema que se sitúa perfectamente en el mundo de la inmigración y las bandas. Cuando se conocen, se construye una confianza entre ellos poco a poco. Se vinculan entre sí pero al final de la historia se encuentran en lugares muy diferentes.
– ¿Ese viaje fue todo lo que necesitaba para escribir el guión y preparar la película?
No. Hice más viajes a México. El último tren que tomé fue en el verano del 2006 a través de Veracruz. Un año y unos meses después estábamos filmando escenas similares a las que tuve en mi viaje. Estábamos creando una ficción en los sitios donde cosas reales siguen sucediendo. Los actores estaban a cuadro y a unos metros de distancia había inmigrantes reales que habían viajado por días.
– Háblenos del rodaje…
El plan original consistía en filmar desde Honduras hasta llegar a Texas. Cuando nos enteramos de lo costoso que sería, vimos que había que reconsiderar el plan de rodaje. Pero las locaciones en donde filmamos eran preciosas. Lo único triste es que nunca tuvimos tiempo de disfrutarlas porque ya estábamos en la siguiente; no estábamos más de tres días y por lo general sólo era un día. Afortunadamente también tuvimos una segunda unidad captando partes de las locaciones en las que habíamos estado antes. El caso es que al final todo se hizo en diferentes lugares de México. Por ejemplo las escenas de Tegucigalpa, en Honduras, fueron filmadas en Naucalpan.
– ¿Cómo fue el proceso de selección de actores y cómo trabajó con ellos?
Buscábamos autenticidad… lo habíamos impuesto en el contrato que el casting de la película se hiciera con centroamericanos. Para los papeles principales quería que la gente capturara el espíritu de sus personajes. Por lo tanto a través de Carla Hool (directora de casting) hicimos el casting con personas con mucha experiencia como Paulina Gaytán, y personas con prácticamente ninguna experiencia como Edgar Flores. Fue una buena mezcla para mí y eso significa que yo no podía planear una escena que no me gustaba hacer desde la primera toma, ya que me gusta la espontaneidad.