Foto AMACC.
 

Por Miguel Ravelo

La noche del lunes 24 de junio fue de celebración. Cobijada por la Cineteca Nacional, la 61ª entrega del Ariel reunió a decenas de involucrados en todas las ramas del quehacer cinematográfico para celebrar al cine mexicano, en un año especialmente favorable en cuanto a la calidad de sus producciones. Largometrajes de ficción como “Las niñas bien”, “Roma”, “Museo”, “Nuestro tiempo” o “La camarista” fueron los que alcanzaron la mayor cantidad de nominaciones, pero otras películas, no menos relevantes, protagonizaron cada una de las 25 categorías en las que la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas reconoció a lo más destacado del cine mexicano.

Desde antes de comenzar la ceremonia, la tarde inició con un momento memorable: la alfombra roja recibió a mujeres que forman parte y laboran en las diversas ramas del medio para presentar la iniciativa #YaEsHora, la cual surgió de reuniones entre mujeres de la comunidad cinematográfica buscando cambiar las experiencias vividas dentro de la industria, uniendo fuerzas a fin de formar una comunidad y establecer una nueva cultura entre mujeres, defendiendo la dignidad y trabajando una agenda de género que considere tres ejes fundamentales: espacios de trabajo libres de violencia, igualdad y paridad, y una mayor inclusión de narrativas con perspectiva de género. 

Ilse salas. Foto: AMACC.
 

Unos minutos después de las ocho de la noche dio inicio la ceremonia de premiación. Como los pronósticos apuntaban, “Roma”, de Alfonso Cuarón, fue la película que más reconocimientos obtuvo, llevándose el Ariel en 10 de las 15 categorías en las que estaba nominada, incluyendo los de Mejor Película y Mejor Director. Marina de Tavira abrió las premiaciones llevándose el Ariel a la Mejor Coactuación Femenina, dedicando el premio a todas las mujeres que han tenido que enfrentar la maternidad por sí solas.

Por su parte, “Las niñas bien”, de Alejandra Márquez Abella, obtuvo los premios al Mejor Vestuario, Música Original, Maquillaje y por supuesto el de Mejor Actriz para Ilse Salas, uno de los premios más aplaudidos de la noche. El Ariel al Mejor Actor fue para Noé Hernández por su trabajo en “Ocho de cada diez”, de Sergio Umansky; “Museo”, de Alonso Ruizpalacios, se hizo del galardón a la Mejor Coactuación Masculina para Leonardo Ortizgris; el Mejor Largometraje de Animación fue para “Ana y Bruno”, de Carlos Carrera; el Ariel a la Mejor Ópera Prima fue para “La camarista”, de Lila Avilés, y el Mejor Largometraje Documental fue recibido por un trabajo que promete convertirse en uno de los más relevantes y necesarios de la historia del género en México: “Hasta los dientes”, de Alberto Arnaut.

Algunos de los momentos más emotivos de la noche fueron protagonizados por los tres homenajeados con el Ariel de Oro, reconocimiento que se entrega a las más destacadas trayectorias dedicadas al cine nacional; talentos indiscutibles que han formado parte del cine mexicano durante años y los que, tanto al frente como detrás de la cámara, han protagonizado la historia cinematográfica durante ya varias décadas y han sido parte de la propia historia de cada espectador.

El primer homenajeado de la noche con este galardón fue Nerio Barberis. Editor y diseñador de sonido en una carrera que alcanza ya las cuatro décadas, catedrático del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos y del Centro de Capacitación Cinematográfica, Barberis está detrás del sonido de ficciones y documentales como “Mi vida adentro”, de Lucía Gajá; “El crimen del Padre Amaro” y “La mujer de Benjamín”, de Carlos Carrera; “Salón México” y “Nocaut”, ambas de José Luis García Agraz, o más recientemente, “Huérfanos”, de Guita Schyfter. Barberis, nacido en Buenos Aires, agradeció la calidez con la que México lo acogió luego del exilio y la forma en que el cine mexicano recibió su trabajo con los brazos abiertos. Hizo hincapié en la importancia que tiene el reconocer el derecho de las personas a migrar y no cerrarle las puertas a aquellos que buscan mejorar su situación de vida en un país extranjero.

Más tarde, en uno de los momentos más entrañables de la ceremonia, la extraordinaria guionista Paz Alicia Garciadiego recibió el siguiente Ariel de Oro de la noche. Reconocida con algunos de los premios más importantes de la industria como la Concha de Oro del Festival de San Sebastián y la medalla Salvador Toscano, y con una carrera de más de 30 años, Garcíadiego es autora de guiones tan destacables como los de “Ciudad de ciegos”, de Alberto Cortés, “El imperio de la fortuna”, “Principio y fin”, “Profundo Carmesí” y “El coronel no tiene quien le escriba”, todas dirigidas por Arturo Ripstein, por mencionar una breve muestra de su talento frente a la página.

Garciadiego habló de cómo todo guionista debe aceptar la fugacidad de su trabajo, pero que, al mismo tiempo, es gratificante y jubiloso el momento en el que el guion desaparece frente a la cámara para morir en el papel y con ello darle vida a la película. Agradeció a la buena estrella que la acompañó desde el inicio de su carrera para llegar hasta este momento, en el que se reconoció no solo su trayectoria, también a sus compañeros de oficio. El Ariel de Oro recibido esta noche marcó la primera vez que un guionista obtiene este premio, que Garciadiego dedicó al gremio del que forma parte, el cual mencionó que siempre se ve injustamente relegado y que es tan enormemente importante.

El tercer y último Ariel de Oro fue para Héctor Bonilla, actor protagonista de decenas de momentos memorables para un sinnúmero de espectadores que fueron testigos de episodios fundamentales en la historia del cine mexicano de la mano de su trabajo, y que tuvieron el privilegio de encontrarlo una y otra vez en historias que dejarían huella en generaciones completas. Ya sea en “Patsy mi amor”, de Manuel Michel; en “El cumpleaños del perro”, “Matinée” y “María de mi corazón”, de Jaime Humberto Hermosillo; o en “Rojo Amanecer”, de Jorge Fons, por la que ganó el Ariel como Mejor Actor en 1991, Héctor Bonilla es ya una parte imposible de separar en la vida de nuestro cine.

Bonilla dedicó el premio a su familia, la “Bonillada”, como él mismo los llamó, y a toda la gente que ha estado presente en su vida. Mencionó que se sentía feliz de recibir el Ariel de Oro en la Cineteca Nacional, la casa de los que hacen el cine, y deseó que éste sea a partir de ahora el espacio en el que se entregue año con año el Ariel. Mencionó que no hay mejor lugar que ese para reunirse a celebrar al cine nacional, la casa de todos los que dedican su vida al cine.

La noche llegó a su final con el siempre peculiar estilo de Arturo Ripstein, que presentó el Ariel al Mejor Director y Mejor Película para Alfonso Cuarón y su “Roma”, no sin antes aprovechar para hablar del arte y su papel en tiempos como los que vive ahora el país. Mencionó que el arte debe ser subversivo, ya que cuando es útil a alguna causa, deja de ser arte. El arte con propósito se llama propaganda, y las buenas intenciones acaban empequeñeciendo al cine, convirtiéndolo en películas con mensaje. El arte no está en las respuestas, sino en las interrogantes, dijo. Los apoyos gubernamentales al cine no son dádivas generosas ni limosnas extraídas de recursos sobrantes que los creadores deben sumisamente aceptar y agradecer. Continuó, diciendo que el apoyo a la cultura es un deber del Estado, y así debe entenderlo la sociedad y el gobierno. El cine no es un lujo que pueda desecharse; no es un bien prescindible. Si se pierde el cine, se habrá perdido el rostro, la voz y el alma. Finalizó subrayando que el cine premiado esa noche es, indiscutiblemente, cultura.

Entre abrazos, felicitaciones, discursos memorables, el reconocimiento -y varios recordatorios,  siempre necesarios- de la fuerza que la cultura le inyecta a un país y a su identidad, la ceremonia concluyó y dio paso a una cálida reunión en la que los protagonistas de la noche convivieron con propios y extraños. Es imposible saber si en los años por venir la Cineteca Nacional repetirá como la casa que albergue la entrega de los premios; es difícil inclusive pronosticar el papel que tendrá la cultura en nuestro país en los años venideros. Pero si algo dejó claro esta noche, es que más allá de majestuosos palacios o íntimas salas de cine, la celebración está en el alma, en el corazón y en el trabajo de todos los que hacen cine y en los de todos los que lo consumen.

El placer y la entrega de cada una de las personas que hacen las películas, se vuelven uno solo en la pantalla y salen de ella para llenar de vida a los cientos de personas que se encuentran sentadas en la oscuridad. Espectadores que saben y reconocen que el cine mexicano vive, y nos sobrevivirá a todos. Y a las futuras generaciones les hablará de las muchas caras y momentos vividos por un país tan rico como el nuestro, y como siempre, el cine proveerá una de las más ricas ventanas para conocer nuestra propia historia y para que ésta sea reconocida más allá de nuestras fronteras. Sí, la gente se apropiará del cine, pero al mismo tiempo el cine se nutrirá de cada una de las historias que forman la vida de cada espectador. Y a este ciclo, vital y necesario, no tenemos permitido dejarlo morir jamás.

Para saber más y registrarse en el movimiento #YaEsHora: https://www.yaeshoramx.org/

Para conocer la lista completa de los ganadores del Ariel dale clic aquí.

Héctor Bonilla. Ariel de Oro.

Arturo Ripstein.

Paz Alicia Garciadiego. Ariel de Oro.

Nerio Barberis. Ariel de Oro.

Alfonso Cuarón en su mensaje en video.

Ilse Salas. Mejor Actriz.