Por Carolina G.Guerrero
Noticine.com-CorreCamara.com
El cine de Terrence Malick se ha convertido en imán para los cinéfilos, incluso ahora cuando ha dado un giro de 180 grados para pasar de la escasez al abuso laboral, o sea de rodar una película cada siete años a hacer siete en tres años (no es textual, pero seguro que lo entienden). En los grandes festivales hay tortas por entrar a las salas y conocer la última deriva del siempre ausente cineasta norteamericano. En la 65 Berlinale el ruido fue mucho mayor que las nueces… una vez más, ahora con “Knight of cups”.
El chileno Patricio Guzmán demuestra solidez con “Nostalgia de la luz”
Y mientras Malick daba más de lo mismo pero más insulso, el chileno Patricio Guzmán demostraba con “Nostalgia de la luz” que se puede hacer un cine esteticista o estético, con bellas imágenes y voz en off -características similares a las del film estadounidense- pero con historia, con carne dentro, algo un tanto paradójico si consideramos que la cinta chileno-francesa es un documental. Fuera de concurso, se presentó la agradable y poco más última aventura de Sherlock Holmes, con Ian McKellen como el sagaz detective.
Imaginamos que no es casual la coincidencia en la misma jornada de dos películas tan diferentes en resultados pero tan similares en determinados aspectos como las de Malick y Guzmán. “Knight of cups” es la constatación de dos cosas: que el cineasta estadounidense sabe captar la belleza, del paisaje y de la gente, con la complicidad del “Chivo” Lubezki, pero que lo mismo que cuida la estética, se despreocupa por el contenido. Le interesa mucho más captar la belleza del momento que contar algo. No usa guiones, no saben ni el espectador ni él mismo cuando empieza una película cómo acabará y qué pasará enmedio. Sí, es bonito lo que nos muestra, pero para ver bellas imágenes no necesitamos ir al cine. Nos gusta, al menos a algunas y algunos, que se nos cuente algo.
Sí, en el film que protagonizan Christian Bale, Natalie Portman y un puñado de rostros conocidos más, entre ellos en una breve aparición el español Antonio Banderas, hay una base dramática, un punto de partida, en este caso la crisis existencial de una figura de Hollywood, pero luego la cosa se diluye en imágenes más propias de anuncios de colonia masculina, que se repiten hasta aburrir. Sí, posiblemene haya quien encuentre profundidad en todo esto… Hay gente para todo.
El contraste es que Patricio Guzmán, en su segunda entrega de una trilogía documental sobre naturaleza y pasado político, que inicio con “Nostalgia de la luz”, sí es capaz de contar algo, al poner en paralelo las matanzas de indígenas en la época colonial en el sur de Chile con las desapariciones en esas mismas aguas que bañan las costas patagónicas de los opositores a Pinochet, arrojados desde aviones militares. Usando como Malick la voz en off, en este caso la del propio cineasta autor de “La cantata de Chile”, sabe lo que quiere decir y sobre todo tiene algo que decir.
La jornada se completó con el reencuentro, fuera de concurso, de Bill Condon con Ian McKellen, al que dirigió hace más de un cuarto de siglo en “Dioses y monstruos / Gods and Monsters”, en la adaptación de una novela de Mitch Cullin que narra la postrera investigación de un nonagenario Sherlock Holmes (así se llama directamente el film, “Mr. Holmes”), sobre un caso irresoluto con raíces en su propio pasado. Y ello mientras es consciente que su avanzada edad está afectando irremisiblemente a su antaño infalible mente. Se trata de una cinta agradable de ver, para pasar un rato entretenido y sin otras pretensiones.