Por Jean-Pierre García
En exclusiva desde Cannes
Leyendo de modo rápido la presentación de “Burning“, la ultima película de Lee Chang-dong (Corea del Sur), es fácil creer que se trata de un thriller que con sus dos horas y 28 minutos, sería algo comparable en términos de acción y duración con “El padrino”. Pero no es exactamente de lo que se trata en “Burning”, la cual fue proyectada dentro de la Sección oficial de Competencia del Festival de Cannes.
El filme empieza con el encuentro, por casualidad, entre Jongsu y Haemi. El primero es un joven torpe y tímido que pasa el tiempo entre cuidar el rancho de su padre enfermo y su deseo de iniciar una carrera de escritor. Por su parte, Haemi es una chica que baila delante de un almacén para atraer a los clientes. Haemi llama a Jongsu por su nombre y le dice que se conocen desde su niñez, son del mismo pueblo y él le salvó la vida de niña cuando ella cayó a un pozo y consiguió llamar por ayuda. Eran vecinos y fueron en la misma escuela. De hecho, son dos caras de un mismo país, dos posibles porvenir extraídos de un pasado casi común. Se acercan y Haemi le pide que cuide su casa mientras ella se va de viaje a África del Sur. Jongsun así podrá cuidar de su gato, el cual no veremos del todo durante su estancia, lo que no impide a Jongsun enamorarse de la linda y un poco loca Haemi.
La trama pasa al momento en que Haemi vuelve de viaje y ya está con un nuevo amigo, Ben, guapo y rico que a pesar de su juventud tiene bastante dinero para gozar de la vida sin tener que trabajar. Además siempre viaja en su lujoso auto deportivo Porshe. Ella se queda con Ben, hombre que se comporta con mucha soberbia y arrogancia frente a Jongsun, perdedor nato en el mundo rico que domina el país. Ben le roba a Jongsun su prospecto de novia y además presume ser un gran lector de novelas extranjeras, como lo es Jongsu. Así lo hace con Faulkner, novelista preferido de este mismo. De cierto modo Ben se comporta como un vampiro que niega al otro, por todas partes. Se inventa el hecho que para divertirse juega a quemar invernaderos de plástico y le anuncia que lo hizo muy cerca de su casa. Jungsun empieza a correr de uno a otro de los invernaderos de los alrededores, como una búsqueda ética o amorosa, trata de saber quién es este hombre que le arrebató a la mujer que quiere, sin decírselo a ella, y quizás a sí mismo tampoco. Jongsu, sigue buscando por todas parte, conduciendo la camioneta de su padre y se pone a seguir el porshe de Ben. Todo le parece confuso pero al mismo tiempo se vuelve fascinante su búsqueda, tanto para el personaje como para nosotros. De cierto modo, Jongsu parece correr detrás de su carrera de escritor para hallar el inicio de su novela, tanto como si estuviera persiguiendo este primer amor. Y un día Haemi, ya no le responde por teléfono y desaparece, como lo hizo en su juventud la propia madre de Yongsu.
Con esta historia aparentemente confusa, el director brinda un retrato muy preciso y fuerte de un personaje original pero de cierto modo simbólico de su país, la Corea del Sur contemporánea. Lo confuso de los personajes nos llevan al fondo de un país y su sistema, lo que no es fácil expresar en términos de cine. Lee Chang-dong logra hacernos entrar en un universo muy particular sin entrar en una dramaturgia clásica pero con un sentido de los detalles excelentemente filmados. Nos lleva más allá de los clichés para introducirnos en la realidad inquieta e inquietante de Corea.
No es una película fácil de entender pero la narración resulta tan impactante que días después sigue en nosotros muy fuertemente.