Obra racista, aunque magnífica y convertida ya en todo un clásico En esta película, Griffith consolida el lenguaje cinematográfico
 

Por José de Jesús Chávez Martínez

Esta película muda y de enormes dimensiones (en todos sentidos: duración, producción, guion, narratividad, etc.), dirigida por David Wark Griffith, cuenta la historia de dos familias que viven en Carolina del Norte en los tiempos de la Guerra Civil estadounidense. Los clanes Cameron y Stoneman son amigos que deben decidir entre unirse a uno de los bandos en pugna, ya sea los simpatizantes secesionistas del sur o los seguidores del gobierno federal encabezado por el entonces presidente Abraham Lincoln.

Después del conflicto armado y durante la reconstrucción, la familia Cameron enfrenta las consecuencias del triunfo de los estados de La Unión al ver perdidos sus bienes y sufrir el hostigamiento de esclavos negros ya liberados y en pleno descontrol con el goce de todos sus derechos, hasta para cometer fraude electoral y dominar la cámara de representantes. Los Cameron entonces huyen al norte para evitar tal avasallamiento, en tanto que Austin (Ralph Lewis), el patriarca de la familia Stoneman, aliada a la Unión, decide crear un ejército de negros, organizado por Silas Lynch (George Siegmann) para gobernar el país luego de la muerte de Lincoln (interpretado por Joseph Henabery), lo que deriva en una anarquía que debe ser intervenida y que provoca así la creación del Ku Klux Klan (KKK) para restablecer el orden y justicia en favor de los pobladores blancos. El romance entre Elsie Stoneman (la naciente estrella Lillian Gish) y el coronel sureño del KKK, Benjamin Cameron, (Henry B. Walthall) se da en medio del conflicto narrado en esta cinta de gran éxito en los inicios del cine estadounidense.

La historia ha reconocido a Griffith como el padre del cine moderno e incluso el padre del lenguaje cinematográfico. Este director, originario de Kentucky, comenzó a experimentar con cortometrajes lo que sería una gran revolución en la manera de captar imágenes y sobre todo de hilarlas con un sentido narrativo, aunque cabe señalar que anteriores cineastas como Edwin S. Porter o los integrantes de la Escuela de Brighton habían sentado las bases de un montaje que diera mayor poder descriptivo a las filmaciones. Precisamente el montaje da valor a esta obra de producción monumental, superando las tomas largas y muy abiertas que utilizaban muchos de los cineastas anteriores y contemporáneos de Griffith. La combinación de planos abiertos y cerrados, cortos y largos, en “El nacimiento de una nación” ofrecen al espectador mayor naturalidad y fluidez a las acciones, sobre todo en escenas de persecución, como cuando el renegado Gus (Walter Long) persigue a Flora Cameron (Mae Marsh) o cuando un comando del KKK salva a los Cameron del acecho de gente de color.

Griffith también consigue con este filme un gran avance en cuanto a la alternancia y el paralelismo logrados mediante el montaje, con escenas en exteriores y en interiores, en acciones simultáneas, y con un enorme sentido de la continuidad (el llamado raccord). Este cineasta sienta las bases de una realización con mayor arte y emotividad que sorprenden y logran poner en tensión al espectador, lo que repercutió de manera definitiva en la manera de hacer cine a partir de entonces y hasta la fecha, especialmente en las producciones hollywoodenses. Por otra parte, cabe señalar que “El nacimiento de una nación” es una película marcadamente racista, debido a la influencia que en Griffith tuvo su padre, un coronel sureño.

La manera de exponer a los personajes negros, enloquecidos y ladinos, generó varias críticas, sin embargo, es necesario insertar esta obra en un tiempo determinado (1915) en el cual había otra perspectiva y otra argumentación acerca de la segregación racial, un tema que ha sido revalorado hasta nuestros días, pero que aún conserva opiniones divididas.

Esta obra maestra debe verse, entonces, más en función de sus grandes aportaciones narrativas y en la magnificencia del diseño de producción.

Título: El nacimiento de una nación. Año: 1915. País: Estados Unidos. Dirección: D. W. Griffith. Producción: D. W. Griffith y Harry Aitken. Guion: D. W. Griffith y Frank E. Woods, basada en la novela “The Clansman” de Thomas Dixon, Jr. Música: Joseph Carl Breil. Fotografía: G.W. Bitzer. Montaje: D. W. Griffith. Reparto: Lillian Gish, Mae Marsh, Henry B. Walthall, Miriam Cooper, Ralph Lewis Austin Stoneman, George Siegmann, Walter Long, Wallace Reid, Joseph Henabery.

Por José de Jesús Chávez Martínez

Comunicólogo egresado de la UAM Xochimilco. Profesor investigador en la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Occidente Unidad Culiacán, con las líneas comunicación y educación, y el cine como dispositivo didáctico, de las cuales se han desprendido diversos artículos científicos y tres libros. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII). Desde 2021 es colaborador de correcamara.com