Cinecrítica: “El chico de la bicicleta”, el coraje por crecer
Por Hugo Lara Chávez
“El chico de la bicicleta” es uno de los estrenos más discretos de la cartelera mexicana pero sin duda de los más recomendables, especialmente para aquellos que quieren escapar de la sobredosis hollywoodense de verano. Es el filme más reciente de los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne, con el que obtuvieron el gran premio del jurado en el Festival de Cannes de 2011.
Los hermanos Dardenne pertenecen a la élite de los mejores cineastas europeos de la actualidad, con un cine dramático de mucha potencia, personajes entrañables y una carga social como ingrediente constante. Su reputación se ha reafirmado tras haber ganado en dos ocasiones la Palma de Oro por “Rosetta” (1999) y “El niño” (2005).
“El chico de la bicicleta” está centrado en Cyril (Thomas Doret), un rebelde niño de once años que ha sido recluido en un orfanato, de donde escapa con la idea de recuperar su bicicleta y regresar a vivir con su padre. El azar hace que conozca a Samantha (Cécile de France), una peluquera que se vuelve su mentora y que acepta su custodia los fines de semana. En medio de su confusión y coraje, Cyril busca la forma de encontrar a su padre, pues no acepta que éste lo haya abandonado. La realidad terminará por imponerse. Decepcionado, Cyril se deja manipular por unos delincuentes del barrio pero tendrá la oportunidad de reivindicarse y corresponder al cariño y la confianza de Samantha.
“El chico de la bicicleta” es un filme emotivo y tierno, trágico también, lleno de notas agridulces, pero sin chantajes baratos. La estupenda construcción del personaje central, Cyril, está notablemente bien llevada por el joven actor que lo encarna, Thomas Doret, quien inevitablemente recuerda al legendario Antoine Doinel/Jean-Pierre Léaud de “Los 400 golpes” (1959) de Francois Truffaut, e igualmente puede hallarse afinidad con Pedro/Alfonso Mejía, el protagonista de “Los olvidados” (1950) de Luis Buñuel. Como esos personajes, Cyril no es más que un chamaco que quiere escapar, huir, pero sobre todo quiere sentirse querido.
Estéticamente, el filme está resuelto con sencillez, con una paleta de colores ocres y grises y una cámara que por momentos emula el estilo documental, con cierto nerviosismo pero sostenido por un buen ritmo. “El chico de la bicicleta” propone diferentes líneas de análisis y reflexión, sea el crudo paso de la infancia a la adolescencia; de la violencia del desamor paterno; del desamparo infantil; de la rabia por no encontrar un lugar en el mundo; de la corrupción que acecha y la pérdida de la inocencia, etcétera. Al final, los hermanos Dardenne nos entregan dos seres profundamente humanos, diferentes entre sí pero que son capaz de encontrarse: el pequeño Cyril y Samantha.
“El chico de la bicicleta” se exhibe en la Cineteca Nacional.