Por Manuel Cruz
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@cruzderivas
La soledad es personal, aunque siempre sea vista por los otros. ¿De qué se han tratado los últimos 100 años si no es en la examinación, a veces obsesiva, de la intimidad? Detrás de aquello que no permite el acceso naturalmente colectivo, yace un misterio: el mismo que impulsa la urgencia en las maestras de primaria porque todos hagan amigos, y el ser adulto viva como parte de un grupo, unido por intereses comunes. Alejarse de la sociedad no está bien visto.
¿Por qué Dominguinhos da Pedra se apartó de la “civilización” y hacia las cuevas de Minas Gerais en Brasil, donde ha permanecido 41 años? “El Alma del Hueso” (A Alma do Osso, Brasil, 2004), presentándose en Cinema Global, no tiene la respuesta, y es probable que nadie la conozca. Lo que sí descubre es la soledad del otro; aquel estado cuya equivalencia es falaz entre personas (por más que insistan en decir “sé como te sientes”) puesto en vista de todo aquel que tenga paciencia para observarlo. La primera mitad de esta película podría unirse al club del aburrimiento, pero llega un punto en que Guimaraes, armado con una cámara y poca intervención, enseña a un personaje lejos del cliché que aparenta: un mendigo en las montañas. Da Pedra es el arquetipo de muchas cosas, excepto ese designio urbano: funge como canta-autor y cuenta-cuentos para un peculiar grupo de turistas que aparece de la nada, y maestro de la enorme jungla que habita, una que literalmente va más allá de sus propios ojos: si Guimaraes deja una sensación visceral en los espectadores, es en la atmósfera de sus cintas: en este caso, una selva vieja, no sólo por sus años, también por el intencional uso de “ruido” en la imagen, presentándose como una fotografía vieja que atraviesa los bosques, océanos y cavernas. Hay algo en la combinación del sonido y la imagen, característico del cineasta brasileño, a juzgar por la publicidad que Cinema Global ha hecho de su obra (anunciándola como “la fascinación por la imagen”) Es cierto: Guimaraes deja algo indescriptible y poderoso, una experiencia que casi nos mete en la vida de Da Pedra, y pone en reflexión las ideas sobre las cuales se ordena el mundo. Es un retrato misterioso, por ratos intimidante pero conmovedor hasta el final, de todo lo que se creía perdido, y lo que falta por descubrir .