Por Ali López

En la programación de cine mexicano de Feratum Film Fest 2018, podemos ver las contrariedades, y contraluces, de un cine fantástico nacional que deambula entre la necesidad de visualización, la insatisfacción nacional y la siempre abrupta condición de la producción a la mexicana. 

 

Las reglas de la ruina

En primer lugar, la cinta “Las reglas de la ruina” (Víctor Osuna | México | 2018) película que retoma el universo ficticio de Howard Philips Lovecraft, sus libros malditos, así como las sociedades ocultas y males suprauniversales que asolan al protagonista en cuestión. En este caso, Minerva (Yunuen Pardo) una madre de familia que cuida, o eso intenta, a su hija en estado de coma. Mientras, un extraño libro aparece en su vida; su traducción y lectura la llevará a un circulo de caos y locura.

Es plausible el intento, y la visión, de hacer una adaptación Lovecraftniana en latitudes lejanas a Providence. En México, hay que decirlo, hay una larga tradición literaria en este ramo, pero en cine, sobre todo en la época actual, los títulos que podemos mencionar son escasos. Además, el conocimiento de la subcultura emanada del autor estadounidense no puede cuestionarse, hay guiños, homenajes y referencias que los conocedores, y hasta los que no, verán sin mayor reparo. 

Sin embargo, eso no justifica los resultados. La película es parca, con un horror extirpado de la televisión nacional, que poco emula lo dictado por Lovecraft. Más allá de algunos gritos malsanos, y manos chamuscadas que danzan frente a la cámara, la aparición de lo maligno es escueta y poco comprensible; pues no nos queda claro que es lo que la fuerza contraría está buscando. Se pierde en lo que deberíamos saber, y por obviar conocimientos, justamente pensando que con hablar de Lovecraft es más que suficiente, deja de lado la elaboración de su propio arco argumental.  Así el terror no se apodera jamás de nosotros, pues no hay una conexión con lo que vemos en pantalla, y aunque el final busca abrazar al público, termina por ser ajeno a todo lo que antes se estuvo presentando. 

“Las reglas de la ruina” Más que convertirse en una película de culto, se quedará en la curiosidad, en el recuerdito extraño que alguna vez vimos, y existió. 

En segundo lugar, tenemos la película “El expediente Atlimeyaya” (Hugo Vivar | México | 2018) basada en los hechos –supuestamente– reales, acontecidos en el estado de Puebla durante las décadas de los 80 y 90. Cuando unas luces extraterrestres llegaban a la zona, contactando a los habitantes, y hasta abduciendo a dos de ellos; que fueron los que dieron a conocer el caso. 

La película tarda en lograr su solidez, y cuando lo hace, se pierde en intentos de vigorizar la trama. Al inicio, los saltos temporales hacen que la calidad dramática se pierda, pues nunca hay un lazo que logre extenderse fuera de la pantalla, todo sucede tan rápido, y tan espontaneo, que no hay una invitación ni a la reflexión ni al sentimentalismo. Después, la farsa interviene, y tras burlarse del famoso ufólogo mexicano (si, ese que están pensando), por fin la audiencia atiende a la pantalla, pues al fin algo está pasando. Pero, hay que decirlo, unos hombres de negro versión poblana aparecen y, de pronto, todo se echa a perder. 

 

El expediente Atlimeyaya

Entiendo que hay una competencia malsana contra el cine estadounidense, de pronto, la audiencia se pitorrea de todo lo que no parece hecho en Hollywood, sin embargo, a mi parecer (y por lo que se vio en la audiencia) causa más risa aquello que intenta emular a las películas del verano y de plano, no lo logra. 

La solidez que pudo tener “El expediente Atlimeyaya” se diluyó en algo que pudo ser, y no lo fue. Todo por falta de honestidad, por mirar a otros mundos (literal) y no apostar por una base más contundente. De los efectos podemos hablar bien, pero poco, porque ellos solos no sostienen a una cinta que carece de un guion que se justifique por sí mismo. Y, aunque apuesten por el aspecto visual como su gran fuerte, ya tiene perdida la contienda, eso sí, contra las cintas de los vecinos del norte. 

Después llega “Moronga” (John Dickie | Mexico | 2017) y la cosa comienza a mejorar. Es cierto que la película poco tiene de género fantástico, y su inclusión en el festival Feratum está hecho con cuña, pero también, debemos admitirlo, pocos foros admitirán proyectar una cinta como esta. 

La película es brutal, habla de la condición política de un México con confrontaciones sociales que son, desgraciadamente, atemporales. Hablar de lo que va la trama sería revolver una mezcla exquisita que, en ese galimatías, permite que todo se construya. Más que situaciones, que las hay, son personajes, representaciones de males comunes del país, y del mundo, que como tarjetas de lotería vemos desfilar frente a nosotros. 

Este es el verdadero México Bárbaro, una cinta cruenta que evidencia, bajo la mirada de alguien ajeno, lo que cegamos, a veces, voluntariamente. El humor podría ser uno de sus pocos trompicones, pues cae en lo burdo y simple, pero, está sequía, tal vez dicte también lo simple y soez que es un universo ficticio donde todo sucede; y que tanto se parece a la realidad donde habitamos. 

 

Moroga

Una de las mejores producciones nacionales de los últimos años, que emula de muchas de las formas de hacer cine, y por eso mismo, estará relegada. Valdrá la pena rescatarla, mirarla y darse contra la pared, pensando que las diferencias entre “Moronga” y “Coco” (Lee Unkrich, Adrián Molina | USA | 2017) no son muchas; pues ambas nos muestran lo bueno y lo malo de nuestro país, presentándolo de una forma en que podamos entenderla y, tal vez así, hagamos algo al respecto. 

Para finalizar, está “Dis” (Adrián Corona | México-USA | 2017) una película que, aunque está firmada como producción estadounidense, las personas involucradas en su creación y realización son mexicanas. Esta película roza con el llamado art-horror, que películas como “La Bruja” o “A Ghost Story” han puesto en el radar, y los fanáticos del horror, contrario a lo que podría pensase, han tomado con gusto. 

“Dis” comienza de forma brutal, sin escatimar en sangre, horror o sexo, desde ahí, se diferencia de las pudorosas cintas mexicanas, como “Las reglas de la ruina”, que enseñan sólo para vender, sin proponer ni justificar. Entonces, ya tenemos un punto de partida diferente que, por lo mismo, logra que su audiencia tenga interés. El ritmo, después de eso, se vuelve lento, más no pesado, pues las preguntas rondan siempre por la sala y no permiten que el drama decaiga.

El quehacer cinematográfico alcanza aquí su mayor punto, por lo menos de esta ronda de películas, pues toda la manufactura que rodea a “Dis” está a un nivel digno de cualquier otro foro, este sí, pudiendo salir e instalarse en las carteleras dedicadas al cine de género en festivales menos especializados. 

Una película que, espero, tenga muchas más vistas en el país, pues más allá de que su trama sea o no digna, o su ritmo no encaje con todos, esta película tiene una virtud que tienen pocas, saber lo que hace. Se respeta a sí misma, y no piensa ni quiere ir más allá de lo que es, y no es que no sea arriesgada, sino que es fiel a una idea, cosa, que el cine mexicano fantástico necesita. 

 

Dis