Por Denise Pieniazek
EscribiendoCine-CorreCamara.com

Beetlejuice” (1988), uno de los primeros largometrajes de Tim Burton, fue un éxito, tanto en lo comercial, como en la crítica norteamericana de la época. Incluso la notoriedad del filme generó una serie televisiva animada homónima (1989-1991). Sin embargo, la obra creció culturalmente en popularidad conforme al paso de los años y su revisión, a la par de la carrera de Burton, quien se destacó en Hollywood por proponer historias con personajes excéntricos y rasgos formales muy propios. Basta con ver una sola secuencia de sus películas para reconocer inmediatamente que estamos frente a una de sus creaciones autorales.

Treinta y seis años después se estrena su imprevista secuela “Beetlejuice Beetlejuice” (2024), dirigida nuevamente por Burton y escrita por Alfred Gough y Miles Millar -“Merlina” (Wednesday, 2022)-, basada en los personajes creados por Larry Wilson y Michael McDowell (este último, guionista de la primera entrega). La acción inicia varios años después del final de la película 1988, con una adulta Lydia Deetz (Winona Ryder) como host de un programa televisivo llamado “Ghost House”, en el cual utiliza sus dones para conectar con espíritus, con el fin de resolver experiencias paranormales del público. Aunque Lydia aún se siente atormentada por Beetlejuice, pues sigue viéndolo involuntariamente, lo que le produce ataques de pánico.

Luego de la repentina muerte de su padre Charles (devorado por un tiburón, por eso el monumento de su tumba tendrá forma de aleta), para realizar su funeral Lydia y su madrastra Delia (Catherine O’Hara) -ahora devenida en una exitosa artista visual performática-, buscan en una escuela pupilo a Astrid (Jenna Ortega), la hija adolescente de la médium (cuyo padre y esposo de Lydia, a su vez falleció años antes, tras ser atacado por pirañas, criaturas acuáticas a las que Burton también recurre cómicamente en Merlina). Al igual que Lydia en su adolescencia, Astrid no tiene una relación cercana con su madre y se siente muy distinta a ella.

Por otro lado, en el inframundo (“afterlife”) asistido de los “Bob”, aún habita Beetlejuice (Michael Keaton), que ha recuperado -no sabemos cómo- el tamaño normal de su cabeza (si recordamos el gag final con la que terminaba el relato de 1988). El carismático y tramposo fantasma es buscado por su presunta esposa, Dolores (Monica Bellucci), quien se observa en una Burtoniana escena logra unir las partes dispersas de su cuerpo descuartizado mediante costuras gracias a una engrapadora. Dicha sutura del cuerpo femenino es similar a otros personajes creados por Burton como Sally de “El extraño mundo de Jack” (The Nightmare before Christmas,1993), “Frankenweenie” (1984/2012) o de algunas de sus ilustraciones exhibidas en el MoMA (2009).

El pasado sentimental entre ambos personajes es narrado en blanco y negro en código de melodrama gótico, estableciendo una relación intertextual con el director de cine Mario Bava, pionero del giallo (subgénero de terror italiano), pero también posee comicidad macabra. Dolores en busca de venganza contra Beetlejuice, irá absorbiendo el alma de los pobres fantasmas que se crucen en su camino. Así, se presenta un divertido cameo de uno de los actores fetiche del director, Danny DeVito (“Batman Returns“, “Mars Attacks!“, “Big Fish“, “Dumbo”). Pues resulta pertinente mencionar que al igual que en muchos filmes, el realizador recurre a algunos de sus actores favoritos: Keaton (“Beetlejuice”, “Batman”, “Batman Returns”, “Dumbo”), Ryder (“Beetlejuice”, “El joven manos de tijera”, “Frankenweenie”), O´Hara (“Beetlejuice”, “El extraño mundo de Jack”, “Frankenweenie“) y recientemente incorporó a Ortega -protagonista también de la serie “Merlina” (producida y dirigida mayormente por Burton). En adición, pensando en el star system pero dentro del relato, otro de los personajes del inframundo Wolf Jackson (Willem Dafoe), es una estrella cinematográfica del género de acción, que hacía sus propias escenas de riesgo (y así murió) y aquí es un “intento de policía”, funcionando como el comic relief del relato.

Por último, la escenografía del inframundo, enfatiza las formas planteadas en la primera entrega, con sus pasillos que remiten por sus irregularidades arquitectónicas y sus pisos geométricos, a la escenografía de “El gabinete del Dr. Caligari” (1920). Para Jenny He y Ron Magliozzi, Tim Burton es “un director de fábulas (…) con una estética que incorpora lo gótico, el Grand Guignol y el Expresionismo alemán”. En el Grand Guignol también entendido como cine gore, predomina la violencia gráfica y la teatralización de la mutilación con el fin de evidenciar la vulnerabilidad del cuerpo humano. A veces, como en esta obra, el gore es tan excesivo que se convierte en un elemento cómico manteniendo el tono gótico. Todo esto sucede, como en tantas otras  obras de Burton, en las vísperas de Halloween. Esto se debe en parte a la fascinación del director por esta celebración, él ha confesado en reiteradas ocasiones que en su niñez pasaba mucho tiempo en los cementerios. Pues la impronta del director y su deleite para los fans está de principio a fin, ejemplo de ello es el sistema de créditos inicial con su cámara cenital área, la tipografía y la música característica de su asiduo colaborador Danny Elfman. Como así también el retorno de las esculturas realizadas por el personaje de Delia en la película del ´88 y su jocosidad para representar el “soul train”.

En consecuencia, “Beetlejuice Beetlejuice” a pesar de poseer una resolución del conflicto final demasiado veloz y de dejar algo desdibujado el personaje tan interesante de Dolores, logra entretener y satisfacer al público. Especialmente a los admiradores de Burton -como quien escribe-, pues el largometraje está plagado de su originalidad y esencia constantemente. Una vez más, sus estilemas se reiteran: la alternancia y oposición de universos paralelos que contrastan visualmente, la diversidad de personajes incomprendidos, la presencia del universo juvenil rebelde, la estética gótica, la presencia de personajes creativos/artistas (Delia Deetz), una casa peculiar en la cima de una colina, la importancia del maquillaje la caracterización y el vestuario en pos de la psicología de los personajes, las caras/gestos horríficos (aquí a cargo de Beetlejuice, como los que habían en la primera entrega o en “La leyenda del jinete sin cabeza“), la iluminación con tonos de verde estridente, la presencia de maquetas y su atinado tono de humor negro.

Además, el director recurre acertadamente a efectos visuales aggiornados, sin abusar de los recursos actuales, manteniendo la estupenda estética de la película del ´88, mejorando la calidad de la imagen, volviéndonos a sorprender. En conclusión, Burton entrega una secuela más que digna, que, a pesar de surgir en un contexto de refritos constantes y carentes de originalidad, el artista logra conservar la esencia de su primera “Beetlejuice“. Pero adhiere además una nueva historia que no resulta para nada forzada y se aggiorna muy bien a la actualidad, donde a pesar de su sobrecargada apariencia, el director siempre se centra en los vínculos sentimentales, en este caso principalmente la relación madre-hija.