Por Lorena Loeza
“Benedetta” (2021) reafirma que siempre será interesante mirar esta clase de cine, en donde las propuestas apuntan cada vez más a la revisión crítica de nuestras creencias generalizadas, y nos mueven de las zonas de confort que hemos construido a lo largo del tiempo acerca de variados temas.
Desde luego, nadie dice que eso sea tarea sencilla. Sólo un cineasta como Paul Verhoeven que ha recorrido un largo trayecto para encontrar voz y discurso propio, es capaz de retomar el asunto de la religión como forma de control y privación de la libertad, de una manera distinta e inquietante.
De inicio, es claro que nadie será llamado a sorpresa cuando se trata de cuestionar el papel que ha jugado el dogmatismo religioso como medio de control para las mujeres a lo largo de la historia. Es evidente que no se trata de un asunto novedoso. Sin embargo, al final no es lo que la cinta cuenta, sino la particular maestría con que lo hace, logrando convertir a esta película en una experiencia relevante y profunda para las y los espectadores.
Verhoeven adapta al cine el libro “The Life of a Lesbian Nun in Renaissance Italy (Studies in the History of Sexuality)” de Judith C. Brown. En él se cuenta la historia de Bendetta Carlini, novicia del Convento de Pescia en Toscana, durante el siglo XVII en Italia.
Benedetta es una joven de familia adinerada, que llega al convento convencida de que es la elegida por Jesucristo para ser su esposa, además de que se cree que tiene la capacidad de hacer milagros. También tiene extrañas visiones que la colocan en el papel de ser salvada y protegida por un Jesús amante y justiciero, cualidades atribuidas a un hombre como ejemplo de lo divino, y muy dignas de resaltarse en un contexto machista y patriarcal donde las mujeres no toman decisiones por ellas mismas.
Es por ello de resaltar el papel que juegan las extrañas visiones de Benedetta, que más que contemplativas, constituyen escenarios alternos de la realidad, mostrando los múltiples derroteros de las pasiones humanas en un ambiente tan opresivo. Despojada de misticismo, la pasión es sobre todo, una experiencia humana, atravesada por el deseo de control, de poder y de toma de decisión.
Pero ésta no es de inicio, y contrario a lo que pudiera pensarse, una historia sólo de sufrimiento. Benedetta entabla una relación lésbica con otra novicia. Logra ascender en tan extraña estructura patriarcal, donde la culpa, el pecado y el control dejan de tener límites definidos. De esa toma de decisiones y la factura por desafiar lo establecido es de lo que se nutre la historia.
En su hechura, tampoco hay sorpresas en el cuidado de los detalles de época y en las sobrias actuaciones que tienen el tono preciso para encarnar a personalidades tan complejas. Un sello definido en los tonos y el ambiente, que nos recuerda que el cine de autor existe todavía en esta industria, que a veces pareciera que sólo se limita a producir blockbusters de verano.
A estas alturas, sabemos que el cine de Veroheven no podría ser menos que provocador. El cineasta holandés no falla ni decepciona en mostrar una narrativa compleja que no deja indiferente a nadie, y que no nos resulta difícil de identificar como parte de su firma autoral. Al final, no se trata de mirar con disgusto o asombro lo que pasó hace más de tres siglos. La película y su director acaban por mostrarnos lo que estos personajes y sus paradojas nos dicen de nosotras y nosotros aún en la actualidad.