Por Ali Lopez

No hay quien aguante un cañonazo de 50 mil referencias. Marvel Studio aprendió de las pasadas cintas de los Cuatro Fantásticos, aquellas de principio de siglo dirigidas por Tim Story, y enfocó de inmediato la película, su película de la familia de superhéroes, a los fanáticos del comic. Inicia el filme con una buena dosis de minutos explicando el origen de los personajes, que valga decir que a estas alturas la mayoría del público que compró un boleto para la película ya lo sabe, en un clip lleno de pequeños y grandes guiños para que uno se fascine y esboce la sonrisa de la erudición pop que acompaña al neerdismo ególatra de los que hacemos llamarnos geeks. Así se pude abrir el diálogo, la pantalla invita a la reciprocidad, saben ellos que estamos ahí.

Pero la alegría, al final, no queda más que en una nostalgia que se esfuma en el último cuadro de la película; por que ya no hay nada más. Acostumbrados a que aquello que llamamos Universo Cinematográfico de Marvel nos diera historias que se alargaban fuera de las salas, en conversaciones, teorías, especulaciones y demás neurosis colectivas; la película de los Cuatro Fantásticos, Primeros pasos; hace caso omiso a su nombre y no inicia ningún camino, por más que la escena post-créditos nos venda un personaje que ya compramos desde hace tiempo y que sigue sin aportar nada que resulte parecido a un gancho.

No hay gran misterio en la trama, Galactus busca devorar el planeta entero, que es algo muy parecido a la tierra, pero en otro lado, un universo que resulta similar al nuestro, pero tienes ligeras diferencias, la más importante: el pretexto de que aquí no haya más superhéroes y se puede desarrollar la trama heroica sin que uno se ande preguntando dónde está el Capitán América.

Sin embargo, esa trama que podría ser libre, termina por ser como cualquiera, y ya entrados en gastos, se confecciona una especie de conjuro pop en donde parece que no hay manera de hacer una película decente de Reed Richards, Ben Grimm y John y Sue Storm. Porque sé que los seguidores de Pedro Pascal no verán los pecados, pero el actor dejó el carisma en la máscara del Mandaloriano. Lo mismo sucede con Vanessa Kirby y Joseph Quinn, que dejaron en sus shows televisivos el sello característico y aquí se dedican a cumplir una serie de fórmulas que evitan la profundidad en sus personajes. La madre que es madre, el joven que es alegre y la oquedad que da el cine; por que en las páginas de las historietas había mucha más materia para exportar, no solo la sarta de referencias.

Y el problema como siempre es la Mole, que de alguna manera ha encontrado la forma de perder todo su carisma en la transición del papel a la pantalla; como si la roca evitara que ese personaje, uno de los mejores construidos en la casa de las ideas, pudiera brillar con luz propia. Del villano podemos obviar los comentarios, el malo malísimo de Malolandia y su heraldo que duda de su propósito. La fórmula certera y conocida, pero mal ejecutada; por que lo llamativo y pastel del diseño de producción absorbe todo el color. En esencia, la película termina por ser gris, opaca; una línea recta que no lleva a ninguna parte.

Después de lo logrado por “Thunderbolts” (a.k.a The New Avengers) esta nueva película de Marvel tira por la borda una saga que ya se mantiene viva por la necedad de un estudio, y algunos cuantos fanáticos, que quieren creer que se puede rescatar; pero cada nueva entrega certifica que es imposible. Lejos, lejísimos, casi en otro universo, quedó la Saga del Infinito, de la cual, hasta sus más paupérrimos errores parecen hoy una joya comparándolas con esta era en Marvel.

La última escena, con un chiste sobre las sillas de auto para bebés que se extiende hasta pasar de la mala comedia o lo que verdaderamente molesto, ejemplifica el ciclo completo de la película. Una historia que es mucho mejor antes de que iniciara, sin rumbo, sin sentido y que parece no tener propósito, o como pudo resumir de manera certera, con una referencia de la cultura milenial, mi acompañante en la sala: a .