Por Hugo Lara
Hubo un tiempo en que ser agricultor significaba mucho. De allí surgió el conocimiento y la civilización. Poseer tierras fértiles valía el futuro: representaba riqueza y desarrollo. Incluso hubo revoluciones por poseerlas. Tierra y libertad, clamaban. Esa época parece haber pasado, hasta llegar a ver lo campesino como algo atrasado. Pero el campo sigue siendo nuestra fuente de vida. “La agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada del hombre sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre”, escribió Cicerón en los días del Imperio romano.
Tamara Kotevska es una joven documentalista de Macedonia que desde hace algunos años viene llamando la atención. Su hermoso documental “Honeyland” (2019), centrado en una mujer apicultora en las montañas de Macedonia, fue galardonado en distintos festivales internacionales y nominado al Óscar en su categoría. Esta película dejaba claro su interés por asomarse a las comunidades rurales de su país, acercarse a su gente con respeto, a sus problemáticas y a la belleza de una vida unida a la naturaleza y al conocimiento ancestral.
“The Tale of Silyan” (“El cuento de Silyan”, 2025) es su documental más reciente, que viene cosechando —valga la palabra en doble sentido— buenas críticas desde su estreno en la pasada Mostra de Venecia. La cinta se sitúa en una comunidad agrícola del norte de Macedonia, donde seguimos la vida de Nikola, un hombre maduro de unos sesenta años que conserva su fuerza. En esa región, las cigüeñas son aves comunes que construyen sus gigantescos nidos en los techos de las casas, edificios y postes de luz. Nikola, su familia y su comunidad pasan de la alegría de la cosecha a la tristeza por la especulación del mercado y la caída de las ventas. Los agricultores protestan en las calles, arrojan sus productos al asfalto y bloquean el paso con sus tractores. El pueblo entra en crisis, y la solución parece ser vender la tierra. Para ello, Nikola se queda solo en su granja mientras su familia migra a Alemania.
Como analogía, las cigüeñas se alimentan de la basura en un extenso tiradero, imagen vergonzosa de nuestro presente. Allí, Nikola rescata a una de esas majestuosas aves, herida e imposibilitada para volar. La cuida y la cura. Este proceso lo lleva a transformarse también a él y encontrar un nuevo aliento.
La directora construye un relato que se asoma a la intimidad de Nikola con autenticidad. Como hilo conductor, retoma una fábula tradicional de la región —la que da título al documental—, sobre un muchacho indolente que desea escapar del trabajo en el campo y cuyo padre, mediante un hechizo, lo convierte en cigüeña para reprenderlo. En la película, las cigüeñas se convierten en un símbolo de ese pueblo: reflejan su grandeza, pero también su crisis en un mundo globalizado que pone en riesgo las formas de vida comunitaria campesina, su gente y su supervivencia. La narración nos sitúa como observadores de esa circunstancia, denunciando las condiciones de injusticia que sufren los agricultores.
“The Tale of Silyan” tiene una estructura sencilla pero bien ajustada entre el retrato realista y la leyenda que evoca, lo que nos permite conectar con esos granjeros macedonios —pues algo muy similar ocurre en México y en el mundo— y admirar a las cigüeñas, sus numerosos nidos en medio de la ciudad, su crotóreo —el sonido de golpear sus largos picos— como un rito de la naturaleza: una llamada salvaje, insólita e impactante. Toda esta carga poética choca con la crudeza de los desechos, con la basura que transforma el entorno natural, orientando la trama hacia una alerta ecologista para salvar nuestro mundo del desastre. Sin embargo, no hay una intención didáctica o aleccionadora —he ahí uno de sus mayores aciertos— sino de diálogo con el espectador, al que deja pensando. Los diálogos y las situaciones se tejen con sutileza, sin apresuramiento, bien dosificados. La música y la fotografía enriquecen la experiencia que nos ofrece este documental.
“The Tale of Silyan” es un documental que estará en boca de todos en los próximos meses. Hay que verlo y comentarlo.

