Por Samuel Lagunas

En la primera secuencia de “Mi pequeño vampiro” (Uli Edel, 2000) un aterrorizado Tony Thompson corre desesperado hacia la habitación de sus padres a guarecerse de sus pesadillas con vampiros. Interpretado por el todavía chaparrito y cuatro ojos Jonathan Lipnicki (mejor conocido como el hermano mayor de Stuart Little), Tony encarna, desfasadamente, al típico niño inadaptado recién llegado a una nueva primaria y víctima de todo el bullying posible (por su complexión, por su estatura, por su forma de hablar, por sus ideas) que encuentra en un inesperado nuevo amigo el único medio para normalizar su proceso de socialización y sociabilidad, es decir: gracias a su vampírico amigo Rudolph (Rollo Weeks), Tony aprende que todos somos diferentes, pero que es desde esa diferencia que podemos descubrir nuestro lugar en el mundo. O que todos somos especiales, diría un manual de autoayuda. Algo muy parecido ocurría en “Casper” (Brad Silberling, 1995) y, desde luego, en “Stuart Little” (Rob Minkoff, 1999). En esta trilogía de los amigos monstruosos la moraleja es evidente: no importa si eres tímido, aislado o regordete, siempre encontrarás un amigo. Ésa era la gran aventura de esas cintas, donde lo monstruoso se diluía hasta el punto de la ternura y la ñoñería.

Casi veinte años después, el entonces productor Richard Claus revive de nuevo esta historia, basada en los best-seller de Angela Sommer, ahora como director y en animación 3D. De aquel reparto, sólo permanece Jim Carter quien da voz nuevamente a Rookery, el villano de la cinta. Es el cumpleaños número 13 de Rudolph, quien se ha quedado atorado en esa edad desde hace 300 años, y todo el clan de los Sackville-Bagg abandona sus tumbas para asistir a la celebración. Estamos en Transilvania, Rumania, donde un temible cazador de vampiros, Rookery, junto con su atarantado secuaz Maney, olfatea en el ambiente la presencia de numerosos espectros chupasangre. Paralelamente, la familia Thompson viaja de Estados Unidos a Rumania para unas vacaciones. Tony ya no es el temeroso niño del 2000 sino un intrépido buscador de vampiros que no titubea en saludar a uno cuando lo observa desde la ventana de su auto. Atrapados casi todos los Sackville en una catacumba por una trampa carcelaria de Rookery, Rudolph deberá romper todos sus prejuicios y, en compañía de su hipnótica y hechicera hermana Anna, de Tony y de la infaltable vaca voladora, salvar a su familia.

Contraria a la adaptación dirigida por Uli Edel, Richard Claus decide ahora poner el acento de la aventura ya no en la búsqueda de un objeto mágico sino en el rescate de los seres que más nos importan: nuestra familia; y poner el énfasis en la perspectiva de Rudolph antes que en la de Tony es uno de los logros del guion más destacables como lo es también ya no conciliar la relación entre Tony y Rudolph convirtiendo al vampiro en humano, sino respetando lo que cada uno de ellos es. Por eso, en “El pequeño vampiro” no hay mudanzas en los personajes ni éstos buscan ser portadores de una compleja psicología; en vez de ello, la cinta nos arroja de inmediato a la acción. Desafortunadamente, después de un prometedor inicio, la trama se atora en secuencias que, en vez de acercarnos al argumento, nos alejan de él. Al ser los personajes tan planos, los momentos más débiles de la película ocurren cuando los vemos interactuando en el día, fuera de peligro. Hacia el final, lógicamente, la cinta vuelve a levantarse, aunque cargue a cuestas el apático y fallido personaje de Anna.

Convencidos, finalmente, de que no se harán daño, como sus papás lo habían augurado y asegurado, Rudolph y Tony se darán cuenta de que en nuestra adolescencia seguimos necesitando héroes. Sin duda, y a pesar de sus yerros, “El pequeño vampiro” es una grata invitación a abrirnos al otro, por más diferente que sea; tal vez descubramos en él ya no un héroe sino un amigo. No puede haber mensaje más adecuado en un momento histórico como éste, en el que el miedo, la indiferencia y el odio parecen ser los vínculos más estables que tenemos con quienes nos rodean. Amigos, ya lo sabemos, siempre hacen falta: héroes, ya no. 
  

Ficha técnica:

Año: 2017. Duración: 83 min. Países: Alemania, Holanda, Dinamarca. Dirección: Richard Claus, Karsten Killerich. Guion: Richard Claus y Larry Wilson. Música: Vidjay Beerepoot Reparto: Jim Carter, Rasmus Hardiker, Alice Krige, Tim Pigott-Smith.