Por Hugo Lara
“Elysium” es el segundo largometraje del sudafricano Neill Blomkamp que llega tras su opera prima, “Sector 9” (District 9, 2009), un relato de ciencia-ficción lleno de ingenio y frescura. En su nuevo filme, el joven director explora otra vez el mismo género, con un elenco actoral de renombre internacional, buenos recursos de producción, un presupuesto mucho mayor (115 millones de dólares) pero desafortunadamente con resultados inferiores en el aspecto narrativo.
Situada en 2154, “Elysium” plantea un mundo donde los pobres habitan un sobrepoblado y contaminado planeta Tierra, mientras los ricos viven lujosamente en una estación espacial llamada Elysium. En la paupérrima ciudad de Los Ángeles, Max (Matt Damon), trabaja como obrero y un día sufre una mortal accidente que lo expone a una fuerte radiación. Su única alternativa consiste en viajar ilegalmente a Elysium para poder curarse con la ayuda de los aparatos médicos que sólo allá se encuentran. Para poder hacerlo, tiene que aceptar un acuerdo con Spider (Wagner Moura), jefe de una banda que organiza los viajes ilegales a Elysium y quien le ofrece su salvación a cambio de participar en el secuestro de un rico empresario para extraerle su memoria y así acceder a sus cuentas bancarias. El plan se complica cuando la víctima del secuestro resulta ser el operador de un golpe de Estado que planea la ambiciosa ministro Delacourt (Jodie Foster).
“Elysium” resulta decepcionante y son pocos los elementos que vale la pena rescatar como relato futurista, al margen de los ya mencionados valores de producción. Hay que recordar que para la recreación post apocalíptica de Los Ángeles fue elegida como locación principal el Bordo de Xochiaca, un cinturón de miseria de la Ciudad de México donde se ubica uno de los tiraderos de basura más grande del mundo. Además del paisaje tan devastador, esta locación aporta la presencia latina como la masa principal de los pobres del futuro (con Diego Luna y el brasileño Moura como principales representantes), mientras en Elysium se encuentra la población anglosajona y europea, que habla francés y bebe cocteles en sus albercas.
El gran problema de la película es su rebuscado guión (del mismo Blomkamp), que no tiene la consistencia que sí tenía su anterior trabajo, “District 9”, en el que es posible encontrar elementos bien manejados que le daban otra dimensión, como el de la crítica social. En “Elysium”, aunque parece que esto será primordial, en realidad se plantea de forma burda y eso le resta poder a la intriga. La realización busca llevar al extremo temas como el de la segregación racial, la oposición a los estados totalitarios, la lucha de clases y la gran división entre ricos y pobres, pero en ese intento deja hoyos por todas parte y muchas interrogantes (una amigo señalaba que el gran defecto del filme es describir ese mundo de grandes diferencias sociales en el futuro, ¡cuando el presente es así o peor!).
Asimismo, el héroe es planteado como una especie de Espartaco, un esclavo que desencadena una revolución, un poco a la manera en que se ha representado en algunas películas del género, como en “Total Recall” (1991) de Paul Verhoeven, o “Gattaca” (1997), de Andrew Niccol.
El guión también incorpora forzadamente una cursi historia de amor entre el personaje de Damon y una doctora (Alice Braga), quien desea salvar a su hija de cáncer y también se une a la expedición ilegal a Elysium. Y, por otra parte, construye a un sobreactuado villano que nunca termina por convencer: el mercenario que interpreta Sharlto Copley, el otrora protagonista de “District 9”. En fin, a la cinta no le ayuda, ni siquiera para elevar la adrenalina, los asombrosos implantes biónicos tanto del protagonista como de su némesis y que los vuelve en hombre superpoderosos. Blomkamp queda a deber a los seguidores que se había ganado con “District 9”. Ojalá se reivindique en un próximo trabajo.