Por Manuel Cruz

A diferencia de la vida, el amor no funciona en etapas. Incluso si la costumbre social invita apensar en los menos jóvenes como personas mayores, dulces abuelitos de fogata, o para los más francos, viejos. Existe también la frase “adultos en plenitud”, que sin haber sido pensada especialmente para “Gloria”, una cinta del director y guionista chileno Sebastián Leilo y en competencia para el mejor Oscar extranjero este año, ciertamente funciona para describirla.

Gloria (Paulina García) es una mujer que debería encajar en todas las frases anteriormente mencionadas, excepto por un pequeño detalle: su peculiar resistencia a envejecer. No estamos hablando de espejos á la Blancanieves o los tratamientos que acabaron por destruir a Sophia Loren, sino una lucha contra el significado de la edad: la aparente antítesis del placer y el impulso. Concretamente, la misteriosa inmoralidad frente al sexo cuando ya se tienen ‘suficientes años’ para evitar tal conexión. Aquellos que deseen encubrirse en engaños moralinos podrían creer que es así, pero la vida, como Gloria, sigue: entre clubs de baile, vecinos locos, encuentros fugaces, hijos alejados, y un repentino enamoramiento una vez que encuentra a Rodolfo (Sergio Hernández) un anciano recién divorciado que tampoco es Cary Grant en sus últimos años. Juntos inician un romance sin adornos por su edad: no representan el espíritu de felicidad conjunta, aunque honesta, que se ve en “Elsa y Fred”, o la constante solidaridad de “Amour”.

Es una trama de sube y baja hasta su impresionante final, que no será revelado. Leilo ciertamente escribe un buen guión y lo filma aún con más ingenio, capaz de mantener interés. Pero la verdadera estrella aquí es Paulina García, interpretando a un personaje cuyo dolor y frustración con las circunstancias queda bien disimulado tras sus lentes, labios rojos y habilidad para sobresalir. Es una cinta donde las risas y las lágrimas van juntas, como suele ocurrir en muchas situaciones reales.

Una colega me contó recientemente sobre la respuesta que tuvieron otros de la cinta: uno de ellos pensaba que una mujer así era en esencia, una zorra. Hay algo perversamente extraño en la equivalencia de la edad y la libertad, en muchos casos oculta por esta noción de que los viejos son más felices estándose quietos… mientras se abre el debate a semejante afirmación, “Gloria” se encarga de mostrar, independientemente de un juicio, como son las cosas para una mujer que podrían ser muchas, jóvenes y adultas al mismo tiempo. Es una película que merece todos los premios que ya ha tenido, y aunque la inclusión del Oscar ciertamente la pondría en el mapa del mundo, por ahora habrá que conformarse con esperar, e ir a verla.

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