Por Benjamín Harguindey
EscribiendoCIne-CorreCamara.com

¿Alguien espera que Indiana Jones y el Dial del Destino (Indiana Jones and the Dial of Destiny, 2023), dirigida por James Mangold, supere de alguna forma la trilogía original de Steven Spielberg? ¿Hay dudas sobre el star power de Harrison Ford a sus ochenta años en el papel del aventurero trotamundos? La verdadera incógnita es si la quinta entrega supera a la anterior Indiana Jones y la Calavera de Cristal (Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull, 2008) firmada por el propio Spielberg.

La más reciente despedida de Indy esencialmente borra la anterior, quitándole a su esposa e hijo sólo para inventar nuevos personajes análogos (salidos de un pasado apócrifo) y arribar más o menos a la misma catarsis otra vez. No es un final muy prolijo ni muy digno. El personaje casi queda relegado a un segundo plano y rara vez se le otorga el lujo de motivar o redirigir la acción, más testigo que protagonista en la película que lleva su nombre. Comparada al resto de sus aventuras esto es un paseo dominical.

La mejor parte de la película es su comienzo: un prólogo ambientado a fines de la segunda guerra mundial rejuvenece a Indy (la técnica sigue sin ser muy convincente pero el film conoce sus limitaciones) y lo pone a pelear contra nazis y recuperar tesoros antiguos en una enorme secuencia que empieza en un castillo en llamas y termina a bordo de un tren. En síntesis es un muy buen cortometraje hecho por fans, incluyendo algunos burdos efectos digitales.

Luego saltamos a 1969. Indiana Jones se encuentra en vías de irrelevancia, en medio de una separación y a punto de retirarse. Se ha convertido en un viejo cascarrabias que le grita a sus vecinos hippies y no sabe (o no le importa) que se está perdiendo el festejo del alunizaje. La trama se anima a indagar en la vejez de su héroe, que por primera vez arranca la aventura en su punto más bajo, fuera de su espacio y tiempo, aunque todo lo que sigue elige tratar el tema de su obsolescencia más bien de fondo y de manera muy selectiva.

El MacGuffin de turno es el “Anticitera”, un antiguo mecanismo creado por Arquímedes y dividido en dos que se rumorea puede invertir el tiempo. Dos personas salidas del pasado de Indy, ambas con sus recriminaciones, buscan obsesivamente el dial: Helena Shaw, la ahijada de Indy (Phoebe Waller-Bridge) y Jurgen Voller (Mads Mikkelsen), un nazi que se ha mimetizado en la NASA con ayuda de la CIA. La aventura los lleva alrededor del Mediterráneo, de Tánger a Grecia a Sicilia; ninguna localidad muy distinta a la otra, ninguna persecución motorizada muy distinta a la otra. El tiempo pasa volando pero no deja una sola secuencia memorable.

Voller es el villano más tieso y aburrido al que se ha enfrentado Indiana Jones. Ni él ni su séquito son tan temibles o detestables como podrían y deberían serlo. Helena no tiene una gran química con su padrino ni convence como su heredera espiritual. Waller-Bridge es una comediante avispada y carismática cuando trabaja con su propio material. Aquí su personaje falla porque su motivación nunca es clara o consistente. El guión no le da una dirección concreta hacia la que ella – o para el caso su relación con Indiana – puedan crecer.

Si bien el film es entretenido en el nivel más básico del género y Mangold es un director competente – Logan (2017) es una gran tesis sobre despedidas heroicas y Contra lo imposible (Ford v Ferrari, 2019) una de las mejores películas de ese año -, aquí no demuestra la calidez, el ingenio o el sexto sentido para la magia cinematográfica de Spielberg. Firma una aventura que en teoría cumple con todos los requisitos de un crowd-pleaser disfrazado con látigo y fedora pero nunca toma altura y va perdiendo inercia hasta desembocar torpemente en el final más rotundamente absurdo de la saga, sin fortuna ni gloria.