Por Lorena Loeza
En 1979, se publica la novela “Los renglones torcidos de Dios” escrita por el también abogado y periodista español, Torcuato Luca de Tena. Para entonces, él ya era un escritor con otros éxitos conocidos, sin embargo, esta novela representa uno de sus trabajos más populares, debido entre otras cosas, a que se contaba la leyenda de que para escribirla el autor se había internado de verdad en un hospital siquiátrico para poder construir personajes verosímiles y una historia congruente.
La novela fue todo un éxito de ventas y la primera vez que se adaptó a la gran pantalla fue en 1983 en México. Tuvo como director a Tulio de Michelli y llevaba a Lucía Méndez y a Gonzalo Vega en los roles principales. Contó con la participación del propio Torcuato Luca de Tena en la adaptación del guion y fue también un comentado éxito de taquilla por aquellos entonces.
Este 2022, la cadena Netflix, presenta en la plataforma una nueva adaptación de la novela filmada en España, dirigida por Oriol Paulo y con Bárbara Lennie y Eduard Fernández en los roles principales.
Además del evidente hecho de que entre 1983 y 2022 han pasado muchas cosas, la verdad es que la nueva adaptación demuestra que aún hay interés por la historia y que se puede conseguir atraer nuevas audiencias si se hacen adaptaciones con inteligencia y entendiendo las nuevas tendencias de las narrativas cinematográficas.
Para quienes vimos las dos versiones, lo que es evidente es que no extrañamos a los hermanos Méndez – sí, el hermano menor de Lucía hacía su debut como actor en esta cinta- que se veían forzados y muy sobreactuados. Bárbara Lennie logra una mejor interpretación al lado del antagónico que desarrolla de modo muy convincente Eduard Fernández -quien viene de un éxito rotundo gracias a la serie “30 monedas”, dirigida por Alex de la Iglesia -.
Sin embargo, aún cuando se trata de una versión que intenta adaptarse a los tiempos actuales, es evidente que en la primera versión cinematográfica el propio autor de la obra tenía muy claro lo que quería decir y cuidó que eso se reflejara fielmente en la pantalla.
La nueva versión se pierde un poco en el tejido policiaco, logrando un thriller convincente con la suficiente emoción y los giros de tuerca que el desarrollo de la historia exige, aunque en esta ocasión se llega a un final un tanto ambiguo que no resuelve la duda central de la trama.
Aquí es necesario recordar que la trama gira en torno de Alicia Gould, una refinada y aristocrática mujer que también es detective privado. Se interna en un hospital psiquiátrico con el objeto de investigar un supuesto asesinato ocurrido en el lugar hace algunos años. Sin embargo, todo parece una trampa de su marido para deshacerse de ella, lo que hace al público dudar tanto de la sanidad de la mujer, como del juicio del director de la clínica que está convencido de que es una paciente más.
En el libro mismo y en las dos versiones en pantalla grande, es evidente que lo más complicado es hablar de salud mental sin estereotipos. La obra original, por supuesto es producto de su tiempo por lo que las actuales discusiones acerca de la dignidad de las y los pacientes y de los derechos de estos, no está presente en modo alguno. Es claro que el propósito es evidenciar la delgada línea entre salud y enfermedad mental, usando un sinnúmero de estereotipos acerca de lo que el autor considera que es la locura.
Quizás por ello la nueva versión decide explotar la intriga de la trama, antes que ofrecer una mirada sin estigmas de la enfermedad mental. Y es que también ha sido una dificultad hablar de estos temas en la pantalla grande sin prejuicios. Si bien hay películas interesantes como “Atrapado sin salida” (One Flew Over the Cuckoo’s Nest, M. Forman, 1975) o “La isla siniestra” (Shutter Island, M. Scorsese, 2010); que también juegan con la situación de que una persona sana acabe en un hospital siquiátrico, la verdad es que tampoco construyen una mirada del todo objetiva de lo que es vivir con una enfermedad mental.
Sin embargo, a pesar de ello, esta nueva versión de los “Renglones torcidos de Dios” logra interesar a las nuevas generaciones, quizás por su componente claustrofóbico – muy ad hoc después de la pandemia- y por el interés de que te cuenten algo que no sea del todo plano y que al final te sorprenda.
Y en eso sí, la verdad es que la película cumple. Además, como ya lo decía contundentemente Norman Bates en Psicosis -otro gran perturbado de la pantalla grande- “Todos nos volvemos locos alguna vez” ¿Y acaso eso no es verdad? Yo pienso que definitivamente sí.