Por Eduardo Larrocha
Noticine.com-CorreCamara.com

Joe, el personaje central de “Nymphomaniac”, es Sísifo en femenino. Al mito griego condenado a rodar sin tregua una roca hasta la cima de una montaña Albert Camus le describe como un héroe absurdo, tanto por sus pasiones como por su tormento. La protagonista, otra vez Charlotte Gainsbourg, narra sus anhelos y desvelos sexo-masoquistas a Seligman, Stellan Skarsgård, benefactor venerable de oídos perversamente virginales. ¿Será el alter ego de Lars von Trier?

El propio director danés ha elegido las dos partes del montaje en las que, por motivos de distribución comercial, ha convertido las más de cinco horas de la película original en su primera versión. A pesar de las quejas durante el rodaje, la actriz francesa se ha vuelto a poner a las órdenes del estrambótico y epatante realizador para cerrar la trilogía de la depresión que compone “Nynphomaniac” junto a “Melancolía” y “Anticristo”. La propia actriz acusó al director de pretender llevar demasiado lejos sus obsesiones sexuales. Esta hija de la bohemia parisina Gainsbourg-Birkin reconocía haberse negado a masturbar a un actor porno.

Más allá de la provocación que tanto hiere a feministas -que se sienten ultrajadas por el director danés a quien acusan de misógino- lo que nadie podrá negar es que tiene una manera propia de ver y de contar. La mirada propia es lo que, en definitiva, justifica el esfuerzo de crear un mundo, ya sea como cineasta o como mero espectador. En realidad de lo que habla esta coproducción de varios países europeos es de una mujer que sufre y busca la salvación en el laberinto mecánico del sexo. Una quimera. En el origen de la insatisfacción, asistimos a una visión religioso sacrílega que corta de raíz y para siempre su placer.

Stacy Martin encarna esa etapa de doncella. Cuando volvemos al presente, Joe se confiesa, o se psicoanaliza, con su salvador. Seligman no la juzga. Por el contrario indaga en sus tribulaciones  poniéndole delante el espejo de figuras legendarias. Es ella quien sufre y se hunde en el abismo de su insaciable sexualidad. El pecado lleva su penitencia. Quien vaya buscando sexo explícito encontrará una cama diván preparada para poner palabras a cualquier fantasía de perversión.

¿Es Joe ninfómana o, para ser políticamente correctos, habrá que calificarla de adicta al sexo? ¡Que más da! Al otro lado de la pantalla quien ha captado su esencia es el malvado L. –William Dafoe- que, en su propio beneficio, dará alas a la dolorosa perversión de Joe.

Cualquiera de sus dos partes provoca una reacción apasionada a favor o en contra. Esta segunda entrega se ve, por sí misma, como una película certera y redonda. Habrá quien tenga suficiente. A otros espectadores les servirá de aliciente para ver el primer volumen que sigue en cartel con un relativo éxito de público. El cine de Lars von Trier no es apto para todos los públicos.

No sabemos si en los próximos meses, tal y como ha prometido el director, tendremos en las salas la versión íntegra y editada por el propio cineasta danés de “Nymphomaniac”. No llegó a tiempo al festival de Cannes. Está anunciada para participar en el próximo Festival de Berlín. De momento, nos tendremos que conformar con estos dos capítulos.

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