Por Matías Mora Montero.
Neil (Tim Roth) es un británico que ronda por lujosos sitios vacacionales en Acapulco junto a su hermana Alice (Charlotte Gainsbourg) y sus sobrinos, hijos de Alice, disfrutando de lo que aparentan ser unas inofensivas vacaciones hasta que, en plena relajación otorgada por piscinas y margaritas, ella recibe la noticia de la hospitalización de la madre de ambos y entonces se apresuran hacia el aeropuerto para regresar a casa. En el camino la devastación y el duelo consumen a la familia y, al llegar al aeropuerto, Neil alega que se le ha olvidado su pasaporte y gracias a ello se ve forzado a permanecer en Acapulco.
Y a partir de ahí, el cineasta mexicano Michel Franco se embarca en un viaje callado de soledad y reflexión, conducido por su personaje, su actor y bellas sutilezas. Es muy probable que ‘Sundown’ sea su mejor trabajo hasta la fecha.
Franco tiende a ser, o a querer ser, un cineasta escandaloso. En su trabajo previo parecía mirar hacia abajo a la audiencia con un sentido francamente –ninguna broma intencionada aquí– molesto de omnipotencia, al dar su discurso alrededor de temas mayoritariamente sociales que vivimos en nuestro país. Sobra hablar de todo el relajo causado por su ‘Nuevo Orden’ y es que, a este punto, da una flojera discutir películas que se creen mejores a su audiencia, aunque carguen con discursos retrógrados y baratos (eso igual va para ti, Luis Estrada).
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Es por eso, que el cine de Michel Franco siempre me ha dado la percepción de un hombre blanco privilegiado gritándole a una pared porque las conversaciones de moda no giran a su alrededor. Vaya la sorpresa que me llevé viendo su nuevo largometraje, donde la contemplación y los silencios predominan, donde la indagación permanece en los tres elementos: cineasta, personaje, espectador.
Inesperada en sus decisiones y en su forma, esperada en su conclusión, pero no por ello insatisfactoria, ‘Sundown’ se apega a una narrativa clara rompiendo ciertas convenciones: posibles conflictos se vuelven momentos intrascendentes, cosa que podría tender a arrojar a las audiencias a un rechazo ante la película que se les presenta, pero lo vital que hace funcionar a ‘Sundown’ es la comprensión y empatía ganada hacia su protagonista, una tierna ambigüedad que nos lleva a la reflexión final del filme, que aporta a que las decisiones creativas y narrativas adquieran un sentido incluso devastador.
La soledad presentada como algo a los que nos rendimos mientras somos testigos de nuestro propio atardecer, cuando el cuerpo se pudre solo queda ceder a lo que el alma demande, por más misterioso que esto sea. Neil vaga por las calles, las playas, los hoteles, su cuerpo es un transporte sin prisa alguna, de su boca son pocas las palabras que se toman el tiempo de ser expresadas. Encuentra un sentido de ser en el amor y lo explota con un cuidado sospechoso.
Su actitud de hippie valemadrista parece ser regalo de su riqueza, es divertido verlo caer en la trama de taxis que sobre cobran al reconocerlo como un extranjero ignorante, mientras más nos adentramos a su viaje emocional más comprendemos que si, hay una evidencia del tema social de la gentrificación pero más allá, Neil solo abraza lo que el viento le traiga, no le queda de otra. El dinero no es nada en comparación con la relajación encontrada en la brevedad. La violencia, la sangre, incluso encontrada en el mar (hay un plano en específico que recuerda a ‘End of Evangelion’) causa una indiferencia ante lo cercana que parece, hasta que, se convierte en lo cercana que se siente. Franco no teme abordar los temas sociales por los que tanta controversia se ha vuelto, la violencia en el país y las clases sociales están presentes, las brechas culturales forman una gran parte de la sangre del discurso de ‘Sundown’ pero no interrumpen con su historia ni reflexión, se presentan desde un ojo distinto, más interesado en la condición humana que en gritos sin profundidad, que busca preguntar más que pretender tener las respuestas. Un trabajo evidentemente más honesto que lleva a que las virtudes de Franco como cineasta, tal como su sentido de composición y ritmo, se hagan brillar permitiendo un visionado más genuino a su obra, con mayor accesibilidad a una conexión emocional. ‘Sundown” pertenece a un cine que vale la pena, que no causa mucho ruido porque al entrar a las salas donde se proyecta, demanda el silencio, no solo durante la función pero al momento de procesar lo presenciado en la misma.
Caminando de regreso a casa, cuestionando, ¿cómo reaccionar ante la muerte?