De Roma con Amor: Más sabe Woody por Allen
Por Ulises Pérez Mancilla
En su ya prolongada etapa de cineasta (turista cínico) relajado, y explotando al máximo las posibilidades que le da la coproducción internacional; de nueva cuenta, Woody Allen echa mano de un elenco multiestelar inmerso en una atmósfera que él mismo se ha encargado de construir a lo largo de décadas y décadas de oficio cinematográfico. Esta vez, el pretexto para no parar de filmar se llama “De Roma con amor”, una sencilla comedia veraniega, cuyo trazo es llevado por apuntes “a bote pronto” sobre lo que es ser “célebre” en la era de Facebook.
Allen distribuye su película en cuatro historias sin conexión aparente que baraja al espectador como quien hojea estampas postales: deslices y devaneos efervescentes sobre los avatares de la fama, esbozados sobre una línea entre aquellos que la desean y quienes no la necesitan para vivir. Sus moralejas habitan un contexto que aunque apenas dibujado, plantea el apetito neurótico de los individuos por exponerse al reconocimiento del otro, en ambos lados de la palestra: desde el nivel más básico (la de robar la atención del objeto del afecto) hasta la farsa extrema (la delicia embriagante del montón de aplausos).
Un hombre promedio que se vuelve famoso de la nada es seducido por los reflectores de la tele hasta el hartazgo, un arquitecto joven introvertido es seducido por una potencial actriz Hollywoodense, una mujer casada conservadora es seducida por un actor no muy agraciado y un hombre, a cargo de una funeraria, se debate entre ser el hazmerreír de la ópera o preservar su gusto por cantar en la bañera.
El director y guionista contrapone dos visiones sobre la fama en tiempos en que la vida íntima de las personas ha sido trastocada por las redes sociales, al grado de hacer público el hecho de anunciar si se está comiendo una hamburguesa o si se está saliendo del baño, minuto a minuto y anhelar un “me gusta” en fanática aprobación (un coqueteo sutil, resaltado en la historia protagonizada por Roberto Benigni, aunque en vez de redes, Allen traslada el fenómeno al poderío del show televisivo).
Homenaje personal a “la bella italiana”, guiños al cine de Fellini y mucho desenfado alrededor de su eterna acidez intelectual; a pesar de bautizar su nueva obra con la palabra Amor, se trata de una comedia anti-romántica cuyos desenlaces más que finales felices, son la continuidad de una vida ordinaria que se acomoda ante los eventos externos, siempre en vías de la comodidad. El impacto como motivo de cambio y la decisión libre de dejarse llevar o seguir siendo como se es.
“De Roma con amor” es una película ligera, que revira hacía la conquista de nuevos públicos por parte de un director emblemático que, podría decirse, se ubica más allá “del bien y del mal”. Después de todo, cualquier película menor de Woody Allen a estas alturas de su carrera, tiene la garantía de ser mejor que la filmografía completa de muchos colegas suyos en el mundo.