Por Natali Rashel Riquelme Barrios

Durante el rodaje de una película o documental se filma varias veces una misma escena hasta lograr el objetivo del director, o al menos lo más cercano a lo que quiere mostrar; con las cámaras digitales es cuestión de unos minutos lo que dura la revisión y validación de esas tomas. La situación era muy distinta cuando se trataba de cámaras analógicas que usaban material fílmico, ya que el proceso, que implicaba tiempo y costos, consistía en revelar el negativo de cámara, y al obtener su positivo se revisaban las escenas filmadas, se elegían las tomas que quedarían en la versión final de la obra y se hacía el montaje y edición para posteriormente hacer un duplicado negativo que serviría para hacer las copias necesarias para su proyección.

Al material no utilizado o desechado de la versión final de una película se le llama descarte. El destino de los descartes ha sido azaroso debido a que en el momento del montaje pierden su “valor” al quedar fuera de la obra, ya sea por lo que mencioné antes, por la selección del director, por la censura en algunos casos o por cumplir los tiempos propuestos por los productores. Los laboratorios entregaban todo el material procesado a la producción, los negativos y copias eran repartidos a quien quedara con los derechos, pero los descartes eran tirados a la basura, o en el mejor de los casos se entregaban a quien quisiera aceptarlos: podían ser los productores, directores, cinefotógrafos o editores. Al pasar el tiempo algunos también fueron entregados a los archivos; otros siguen siendo resguardados por algún particular.

La mayoría de los archivos fílmicos y no fílmicos van incrementando sus colecciones gracias a las donaciones y muchas veces éstas son de material no identificado. El trabajo de catalogación en un archivo es permanente, pues no sólo se revisa el material recién incorporado, sino que se realiza una actualización de la información y el estado de conservación de las colecciones ya existentes. Una de las principales actividades en un archivo fílmico es la identificación del material.

La FIAF (Federación Internacional de Archivos Fílmicos) tiene publicado un manual de catalogación fílmica con los procedimientos y recomendaciones para un óptimo resultado. Una de las principales recomendaciones es sobre al perfil que los revisadores y catalogadores deberían tener. Algunas de estas aptitudes son las mismas que el detective del siglo XIX, Sherlock Holmes, enumera a su amigo Watson “… tiene dos de las tres cualidades necesarias para ser un detective ideal: el poder de la observación y el de deducción, lo único que le falta es el conocimiento, que con el tiempo, puede llegar a adquirir.” (Arthur Conan Doyle; p. 51). Son justo estas tres cualidades, entre otras, los pilares para la identificación de material fílmico. 

Cuando se abre una lata con descartes lo primero que vemos son muchos pequeños rollos separados y sin identificar, procediendo a unir todos para formar un solo rollo que facilite la digitalización, la cual se realiza con los estándares de calidad que el material requiere y permite. Con el archivo digital se comienza la revisión para la identificación y catalogación, lo cual puede ser un proceso largo de arduo trabajo por las dificultades que este tipo de material presenta. El primero de ellos es que son fragmentos de apenas unos cuantos segundos, sin un orden secuencial y la mayoría de las veces sin sonido, pues al tratarse de material no utilizado no fue sincronizado.

Para proceder con la identificación el catalogador se tiene que valer de los indicios que le ofrece el material físico y el contenido de la imagen. El primero indica qué tipo de soporte es: nitrato, acetato o poliéster; con esto se puede ubicar la época, si se trata de un negativo de cámara o de una copia de trabajo (en el caso de los descartes); también se pueden deducir las condiciones en que ha sido resguardado o preservado y los tipos de degradaciones que presenta. La imagen en movimiento puede dar más información, en cuanto a los elementos que aparecen (calles, monumentos, automóviles, ropa), para identificar el lugar, la época o hasta el año de filmación y personajes.

Es a partir de la identificación del material cuando se debe considerar la importancia de los descartes, los cuales, aunque no fueron parte de una versión final, se integraron a la representación de una o varias ideas de los involucrados en la producción. Con la investigación pertinente, incluso se podría llegar a entender los criterios políticos o ideológicos por los que se dejaron fuera estos fragmentos.

La importancia de revisar todo el material de un archivo es innegable, sin importar la jerarquía o la importancia presumible en el nombre de la lata que lo contiene. Se tienen muchos ejemplos alrededor del mundo para demostrarnos esto y uno de ellos es el final alternativo de “Los olvidados” (1950, de Luis Buñuel), encontrado en 2010 por la Filmoteca de la UNAM.

Lo que era considerado basura, y que técnicamente llamamos descartes, ahora son vestigios del pasado.

Obras consultadas:

Arthur Conan Doyle, “El signo de los cuatro” en “Tres aventuras de Sherlock Holmes”, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 2009, pp. 47- 191.

Federación Internacional de Archivos Fílmicos, Comisión Catalogadora, “Catalogación fílmica” en Boletín CIDUCAL 4, 2a. ed., México, Filmoteca UNAM, abril de 1982, 101 p.

Lata con rollos de descartes.

Rollos de descartes

* Las fotos que acompañan el presente artículo se incluyen únicamente como apoyo al contenido del texto, cuyo cometido es de difusión cultural sin fines de lucro.