Por Lorena Loeza
  

Ni duda cabe, el remake (un modo elegante de nombrar al “refrito”) llegó para quedarse. Lo que al principio parecía una propuesta audaz y cuasi experimental, terminó por convertirse en tendencia para la industria norteamericana, significando en ocasiones mayor inversión en producción fílmica, que el monto que se destina para producciones originales.
  

Este “volver a hacer” ha sido señalado como una señal del agotamiento creativo del cine hollywoodense y en general, una clara muestra de que impactar a la taquilla es un criterio primordial para los grandes estudios a la hora de decidirse a filmar nuevos proyectos. Antes que arriesgarle a lo nuevo hay que agotar lo que ya se sabe que funciona. Sin embargo, esta premisa no ha sido cumplida en todos los casos, a pesar de que comprobarlo no explica el porqué se siguen haciendo al por mayor.
  

Lo que si podemos hacer ahora que ya hemos visto remakes de muchos tipos y desde diferentes propuestas, es que existen algunos rasgos tendenciales que abren la discusión entre críticos y espectadores, acerca de las expectativas que puede o no generar un remake y sobre todo: ¿Cómo apreciar este tipo de propuestas más allá de la nostalgia? A continuación algunas líneas que podría servir para mirar con nuevos ojos lo que ya sabemos que nos van contar.
  

1.- El género:¿Qué género funciona mejor para hacer un remake? Queda demostrado que el de horror y sus variantes de terror y suspenso. Si bien al principio esta tendencia de volver asustarnos con lo mismo parecía a responder a la elemental necesidad de contar las mismas historias con mejores efectos especiales, con el tiempo demostró que las cosas que nos asustan en general, no son tan variadas ni se modifican mucho a lo largo del tiempo, a diferencia de las que nos hacen reír o llorar. Los mitos, los miedos arquetípicos, los monstruos clásicos, siguen siendo efectivos para llevar gente a las salas e impactar en la taquilla.
  

Ello no quiere decir que sólo se hagan remakes de cintas de terror, hay westerns, dramas y comedias entre otros ejemplos destacados. Pero no han resultado tan exitosos ni han dejado satisfechos a los que vieron la primera película. Por otra parte, esta tendencia también puede interpretarse como la clara señal de que el horror y el terror en realidad no son considerados como un género serio, por lo que puede jugarse un poco con ellos.
  

2.- Los clásicos de la época dorada son hasta ahora intocables: Nadie hasta ahora se ha atrevido a “refritear” películas de la época dorada o melodramas considerados clásicos en donde haya la necesidad de buscarle un sucesor a figuras de la talla de Viven Leigh o Clark Gable o Marlon Brando en papeles que los hayan consagrado. Quizás el mejor intento de llevar de nuevo un clásico al cine, lo realiza Gus Van Sant con su nueva versión de “Psicosis” (“Psycho”, 1998) que cumple digamos con la premisa de ser un filme de suspenso filmado en su versión original por Alfred Hitchcock y protagonizado por Anthony Perkins. El filme se lleva muchas críticas en contra -incluída la de considerarlo una herejía y cosas por el estilo-. Y sin embargo, no logra borrar de nuestra memoria la soberbia y perturbadora actuación de Perkins, y eso que de ningún modo el actor podría compararse en popularidad y fama a otros actores norteamericanos.
  

3.- ¿Dónde está ahora la sorpresa? Una de las cosas que funcionan bien para lograr la aceptación del público cinéfilo, es la sorpresa. En general al público le gusta que le cuenten cosas creativas e imaginativas, que jueguen con él y sus emociones y que los finales no sean del todo predecibles. Es claro entonces que el remake se encuentra en seria desventaja ante este recurso.
  

Sin embargo, al parecer no todo está perdido. Cambios en la trama, en los personajes, o en el final generan la expectativa suficiente para que llevar gente a las salas a ver de nuevo una historia que ya conoce. Quizás el mejor ejemplo de esta estrategia para hacer películas antiguas nuevamente interesante es “El planeta de los simios” (“The planet of the apes”, Tim Burton, 2001). Volver a llevar a la pantalla este clásico de 1968 implicaba primero encontrar un buen sustituto de Charlton Heston y competir con uno de los considerados mejores finales en toda la historia del cine, justamente por sorprendente. Burton no por nada es uno de los directores más destacados de esta época: resuelve el asunto contando una historia nueva tomando elementos de la original, y para los que extrañarían a Heston lo incluye con pequeño papel, esta vez del lado de los simios. Cambia el final que sin embargo nunca llega a la maestría del original, dando como resultado uno de los remakes más cuestionados de esta nueva tendencia, tanto por no haber respetado la historia, como por cerrarla sin la claridad y contundencia que se esperaría.
  

4.- Los que se refritean a sí mismos. Si bien muchos directores admiten que aceptaron el proyecto de hacer un remake porque admiran al director que la hizo la primera vez, o son fans de la propuesta original, también está el caso del creador que vuelve sobre sus pasos. El caso más destacado es sin duda Wes Craven, que ha estado muy ocupado volviendo a filmar las películas que le dieron alguna vez fama y fortuna; y también sería digno de mención Michael Haneke y sus dos versiones de “Funny games”.
  

Otra vertiente de autoremake, la constituyen los directores japoneses, que más que volver a hacer sus películas originales, participan en el traslado cultural de sus creaciones al mundo occidental, abriendo nuevos mercados para el horror venido de oriente. Hideo Tanaka y Takashi Shimizu, abren este nuevo mercado con “El aro” (“Ringu”) y “La maldición” (“The grudge”), cintas que ya habían sido todo un éxito en Japón y que gracias a la adaptación al mercado norteamericano abrieron la puerta para que los estudios “refritearan” historias terroríficas y ampliaran el número de admiradores de este nuevo estilo de generar miedo en el espectador.
  

5.-La prueba del tiempo. ¿Cuánto tiempo hay que esperar para que un éxito taquillero funcione bien en taquilla? En general, hasta ahora hemos visto que los éxitos ochenteros son los que mejor funcionan para generar la expectativa suficiente que las haga rentables. 20 años parece ser un tiempo de espera suficiente para que una generación sienta nostalgia de su juventud y quiera volver a ver las películas o mostrárselas a sus hijos de un modo que las comprendan mejor.
  

En general, los remakes de cintas no tan antiguas en el tiempo no funcionan de la misma manera porque el recuerdo de las originales son más recientes y las más antiguas tampoco, porque a las generaciones de entonces no les interesa volver a ver una película que recuerdan como algo sorprendente, aplicando la máxima de “todo tiempo pasado fue mejor”.
  

Finalmente, es claro que el “remake” tiene algunas reglas que hasta ahora han funcionado y que sirven de guía para apreciar este nuevo estilo de hacer cine: Lo importante sigue siendo la historia, y dado que no van a sorprenderte, es interesante averiguar cómo es que la película deja de ser predecible: cómo se resuelven los conflictos derivados del cambio de época, con el uso de las nuevas tecnologías o la referencia al contexto social y político de las obras originales; y finalmente echar una mirada al casting, que debe ser lo suficientemente cuidado para resistir la comparación con las actuaciones originales.
  

Tampoco hay que tocar a los clásicos ni a los monstruos sagrados, (nadie se ha atrevido hasta ahora a proponer un remake de “El exorcista” o de “Lo que el viento se llevó”, por ejemplo); incluir a los protagonistas centrales en pequeños y fugaces papeles (cameos) casi siempre funciona, y es permitido cambiar el final y un poco la historia pero no la esencia de los personajes o la historia misma, es decir: lo que daba risa debe poder volver a provocarla, igual que lo que te hacía llorar o te daba miedo.
  

Finalmente, volver sobre el camino andado no parece tan mala idea después de todo, sobre todo pensando que el cine es una ventana a la inmortalidad, al mundo sin tiempo, a las imágenes suspendidas sin edad. Ya lo decía por ahí Alejandro Lerner en la voz de Miguel Ríos. “Si volver es una forma de llegar….”