Por Ulises Pérez Mancilla
Fotos de Jesús Torres Torres
Han pasado seis horas desde que inició el llamado. No hay una
primera toma e incluso el fotógrafo, Mario Guerrero, pide unos minutos
más. Como quien dice: “se toma su tiempo”. Roberto Fiesco, el director,
está tranquilo. No hay gritos, no hay estrés, nadie corre y se
tropieza. Jesús Torres Torres detalla el arte del lugar: el viejo bar
Bremen, en el corazón de Garibaldi. Julián Hernández alista la cámara B
con ayuda de Alex Ortíz, el segundo de cámara. Alex Zuno hace que se
concentra en su lectura de Luna Nueva tras haber checado el micro del
presentador de la noche: Joaquín Rodríguez. Alrededor de treinta extras
esperan las indicaciones de Ernesto Martínez, el asistente de dirección
que no suelta su claqueta marcada con la escena número 100 del
documental Quebranto.
Laura García de la Mora pide ayuda: “ésta o ésta”. En sus manos,
penden dos fajas de colores: naranja y roja. La naranja, le digo
mientras observo a Coral Bonelli que espera en calzones a que la
vestuarista le pase su traje de charro. O de charra, propiamente dicho.
Coral es la protagonista del documental de Fiesco, a quien halló cuando
produjo El Mago, en una azarosa marejada de extras. Al escuchar el
apodo de “Doña Pinoles”, su insoslayable inquietud por la historia del
cine mexicano lo llevó a relacionar. ¿Tenía algo qué ver ésta mujer con
el famoso “Pinolito”, el niño actor que interpretaba al hijo de Katy
Jurado en el episodio dirigido por Jorge Fons en Fe, Esperanza y
Caridad? “Sí, es mi hijo”, contestó Lilia Ortega, la madre.
Anochece. Los hijos pequeños de don Jesús González “Moroco” son
dirigidos por Pepé, su tío, el gaffer titular del set donde “El cubano”
reparte los últimos props a los extras: “no beban, no fumen, es
utilería señores”. Roberto López motiva a la audiencia: “ánimo,
aplaudiendo, lo están disfrutando, que suba el ánimo”. En los ensayos,
un dolly recorre el escenario principal hasta descubrir el rostro de
Joaquín en un espejo: “Con ustedes, la que fue y regreso de la tumba:
Lucha Villa señores”. En el monitor Fiesco asienta, le gusta lo que
vio. “Es eso”.
El origen de Quebranto, como en las mejores secuencias de
cine, se remonta a la promesa cumplida de doña Pinoles de presentar a
su hijo con el productor. Fiesco quedó arrobado con el potencial de la
historia en ese instante. El alguna vez Fernando Gómez era ahora una
mujer que se presentaba a sí misma como Coral Bonelli, un hecho que le
significó no sólo la decisión más importante en su vida, sino que lo
llevó a interpretar todos los días al personaje más complejo de su
carrera. El papel que hoy, a través de Quebranto, la convierte en la protagonista de su propia vida.
Te vi llegar y sentí la presencia de un ser desconocido,
Te vi llegar y sentí lo que nunca jamás había sentido.
Te quise amar y tu amor, no era fuego, no era lumbre…
Las distancias apartan las ciudades,
Las ciudades destruyen las…
“Corte”. Coral congela los labios. El playback se detiene. Pide que le revisen el lipstick. Busca atención.
La ópera prima documental de Roberto Fiesco, cortometrajista constante y uno de los productores mexicanos más accesibles en lo que se refiere a conciliar los deseos creativos del director con los presupuestos; se ha realizado por etapas y, contrario a lo que pudiera pensarse, como muchos otros proyectos ha sufrido sus contratiempos para ver la luz. La primera “temporada” de grabación se efectúo de manera guerrillera, asumiendo los gastos a través de su productora Mil Nubes Cine. La cosecha fue más que fructífera: el primer acercamiento a Coral en imágenes le merecieron a Quebranto el FOPROCINE y el apoyo de coinversión del FONCA obtenidos por su productor Hugo Espinosa, que esta noche se anima a documentar el llamado a través de fotografías que irán a parar a la galería de su perfil en facebook.
La cámara ha comenzado a rotar. Y junto con ella, los descansos de los extras, esa horda de gente extraña tan prescindible como necesaria en el cine. Tan necesaria como discriminada y cuya existencia aborda en su dramaturgia la irlandesa Marie Jones, al igual que la serie de la BBC ganadora de un Globo de Oro: Extras, que convierte a esta particular especie en motivo de burla antropológica.
Coral platica familiar y atenta con los extras. Ella misma lo ha sido por décadas junto a su madre cuando la adolescencia mató al personaje de Pinolito. Lo somos esta noche algunos amigos invitados por Fiesco a aplaudirle a la doble de Lucha Villa. En la mesa estelar: Carlos Merino, el maquillista que entre aplausos revisa el rostro de Coral, Elena Hernández, colaboradora frecuente de Mil Nubes que entre toma nos cuenta de las últimas balaceras en Monterrey y yo, que entre corte y corte cuido obsesivamente la continuidad de mi mesa, pero no puedo evitar pajarear en una de esas tomas excelsas en las que todo funciona menos la metida de pata de un extra muy presente.
¿Extras en un documental? Sí, y luces que no hay necesidad de ocultar porque la recreación de las glorias travestis de Coral son el escenario perfecto para enfrentar a un ser cuya fascinación por la farándula y la desconstrucción de realidades, ficticias o no, en torno a él o a ella, a su apariencia y al mundo que le rodea, son la pauta de su existencia, no importa cuán terrible pueda ser la vida a su alrededor.
Ya es de madrugada, por lo tanto, 20 de abril. Coral cumple un año más de vida tomando como referente la fecha en que nació Fernando, aquel al que tuvo que darle la espalda cuando salió del closet. Exhausta, sobándose los tobillos, me confiesa que ya no es lo mismo de antes, que ya se cansa. “Y encima ahorita llego a preparar el mole”. Es tradición de su madre obligarla a hacerlo año con año y aunque a ella lo que le gustaría, también año con año, es festejar comiendo gratis en el California y relajándose en el vapor de los baños Mina; esta vez el cumpleaños tiene otro sentido: será un llamado más con la cámara que hoy inmortaliza tantas y tantas noches todo lo que soñó de sí misma.