Por Ulises Pérez Mancilla
  

Foto cortesía de Arián Sánchez
  

“Todo el mundo tiene a alguien menos yo” es el título de la ópera prima de Raúl Fuentes realizada bajo la producción de la UNAM. Se trata de la novena película a cargo del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos desde la creación de este programa, que arrancó hace más de una década con “Rito terminal” de Antonio Urrutia y que ha dado origen a “Flor de fango” de Guillermo González, “La mitad del mundo” de Jaime Ruiz Ibáñez, “Espiral” de Jorge Pérez Solano, “Todos los días son tuyos” de José Luis Gutiérrez Arias, “La vida inmune” de Ramón Cervantes, “El mago” de Jaime Aparicio y “Un mundo raro”, del actual director del CUEC Armando Casas.
  

A punto de concluir la tercera semana de rodaje, marcada en su totalidad por llamados nocturnos, CorreCamara.com visitó el set de filmación de esta historia de amor entre mujeres, realizada en blanco y negro y protagonizada por Andrea Portal y Naian Daeva, ambas en su debut cinematográfico estelar.
  

ESE AGRIDULCE BLANCO Y NEGRO DE TUS BESOS
  

Todo el mundo tiene a alguien menos yo excepto esta noche. Así podría versar el título de las escenas con las que arranca el quinceavo llamado de este rodaje, acogido por un aura de buenos deseos y mucha gente joven, empezando por el director que a su vez emana una energía que es reflejo total de sus planos: contenidos, reposados, de un blanco y negro agridulce y una confianza serena que a su vez lo llevaría a postear en su perfil de Facebook, al regresar a su casa esa mañana del 11 de junio: “No sé si peguen pero así sueltos se ven muy bien”.
  

Ubicado en el Fraccionamiento Jardines del Ajusco, en la calle de Ticul, se encuentra el set donde fue diseñado el loft de Alejandra (el personaje de Portal), sobriamente ambientado por el departamento de arte al mando de Ileana Leyva, que sube y baja las escaleras con herramientas en mano: desde pinzas hasta jugo de manzana para simular una bebida. En la historia, Alejandra retiene en su cama a María: el amor bajo las sábanas que irremediablemente está predestinada al goce instantáneo, al constante huir de la permanencia.
  

En un corte a cenar, sostuvimos una breve plática con el director, que para entonces ya había asumido la magnitud de su ópera prima, contrario a lo que él estaba acostumbrado, desde familiarizarse con decenas de gente hasta tener por primera vez a un continuista al lado y conocer la desfachatez de un médico de sindicato, o sentir la angustia de perder a su actriz protagónica días previos a la filmación. A juzgar por su rostro, Raúl logró intimar con el monstruo de la producción (en ésta ocasión a cargo de Carlos Taibo y Laura Pino) y lo traspoló a su estilo de trabajo íntimo con que creó su emblemático cortometraje: “Yo estaba sentada esperando respuestas mientras tú simplemente seguías con la vida real”.
  

El equipo de fotografía departe en una mesa con el titular de su departamento Jerónimo Rodríguez. Todos ellos orgullosamente Cuequeros, desde los asistentes: Lalo Rivas, Poncho Mendoza y Arian Sánchez, hasta el videoassist, Esteban Arrangoiz, semanas atrás ganador del Ariel al mejor corto documental por “Río Lerma”. El plato fuerte de la cena: sopes, aunque algunos miembros del crew como la coordinadora de arte y la contadora habían emigrado ya a los tacos de la carretera a Picacho.
  

Dos emplazamientos revelan el estilo radicalmente opuesto al resto de las óperas primas en cuanto a narrativa: un par de planos secuencia en los que Andrea Portal habría de cambiar el tono de felicidad a orgullo, de arrobo a soledad. Ambos, particularmente arriesgados y sin la obstrucción de la ansiosa cobertura que juega a tenerlo todo a fin de “protegerse”. Uno, de alrededor de 5 minutos, aparentemente fijo que posterga lo inevitable y captura el absurdo de una llamada telefónica con un till up hacia un perfecto vacío. Y el otro, un plano abierto fijo en el que a Alejandra le queda chico el cuarto. Empequeñece.
  

La luz desde un paralelo despierta a una camada de pájaros tanteados que creen que ha amanecido. Comienzan a cantar hasta que su reloj biológico los calla. También ha despertado la dueña de la locación que a esas horas de la madrugada debía estar arrepentida de haber rentado su casa. Mientras el equipo creativo comienza a concentrarse en una banca de madera detrás del video assist, arrejuntados para sobrellevar las horas más difíciles de los nocturnos, el staff del señor Jesús González “Moroco” comienza la avanzada para recoger el equipo. “¿Se va o se queda el paralelo?”, pregunta Pepe Castellanos pero lo que en realidad se va es una pila y entonces, se escuchan los pasos agigantados de Poncho, el asistente de cámara, que retumban en el cuarto baja corriendo a la búsqueda de una nueva.
  

CURSO DE MAQUILLAJE PLANO POR PLANO
  

Un par de días después, el rodaje a pesar de seguir, como dicta la canción: “en el mismo lugar y con la misma gente”, tenía ya otra esencia. Bajo el intenso sol, el crew se adaptaba al cambio de horario. Volver a trabajar de día tras varias noches continuas no puede más que dejar auténticas caras de crudo, pero nunca el ánimo abajo y menos a dos semanas de concluir. En el Ajusco, reverdecido en su totalidad, se escuchaba el eco aislado del griterío de adrenalina de los clientes del parque de diversiones Six Flags. Es martes y el llamado transcurre a buen ritmo, tanto, que el director ha planeado una escena extra en la que sus actrices se maquillan la una a la otra.
  

Es el regreso del corte a comer. En el camper hay cola para cepillarse los dientes. Le preguntan a la sonidista, Evelia Cruz, si las chicas irán microfoneadas, pero no. En medio de tantos jóvenes estudiantes de cine que por primera vez se enfrentan a un rodaje profesional, Evelia es un pilar del cine mexicano con más de una decena de películas (entre ellas “Del olvido al no me acuerdo” y “Km. 31”, que le hicieron ganar dos Arieles, entre muchas otras). La auxilian en esta ocasión Sergio Zavala del sindicato y Alicia Segovia. Evelia muerde una manzana mientras hace coincidir las claquetas con la clasificación de sus tracks.
  

Del sobrio loft ahora sólo queda un piso armado. La ambientación es empacada de nuevo para seguir su peregrinaje. La datamanager arma algunas secuencias de días pasados y Mario Guerrero, el script, parece batallar con el match de las chicas que se maquillan siempre de manera distinta. Cortes inmediatos, risas de las actrices en el monitor mientras son observadas por la diseñadora de vestuario, Mariana Gandia y el making off Julián Fernández, que empiezan a poner de su cosecha al plano, bromeando sobre qué tal se vería el close up de las chicas con un poco de viento como en videoclip de Yuri y terminan por preguntarse, “¿qué habrá sido de Benny Corral?”, ociosidad generacional imposible de pasar desapercibido.
  

Mientras tanto, Raúl Fuentes, preferentemente siempre detrás de la cámara y no en la “tiendita” del monitor del videoasist, retoma la acción concentrado en que la esencia del plano vaya más allá de las acciones. El maquillaje es lo de menos, otra vez, son esos besos amargos en agridulce blanco y negro que al final del día, no pueden ser otra cosa que la más triste premonición de su ópera prima: “Todo el mundo tiene a alguien menos yo”.