Por Benjamín Harguindey
CorreCamara.com-EscribiendoCine.com

Lucía Puenzo, guionista de   “La puta y la ballena” (2004) y directora de  “XXY” (2007) y  “El niño pez” (2009) nos habla de su más reciente película,  “Wakolda” (2013), que adapta nuevamente una de sus novelas al cine. En diálogo exclusivo con nuestros compañeros de EscribiendoCine, la realizadora nos habla del origen del proyecto, las peripecias de presentarlo y filmarlo, de su modo de trabajar y del estado en el que se encuentra el cine nacional.

Ambientada en los ‘60s, narra la historia de la mutua fascinación entre Lilith, una niña de 12 años, y el médico alemán que cruza camino con su familia rumbo a Bariloche. Se trata de una co-producción argentina, francesa, española y noruega que aborda la cuestión del nazismo exiliado a plena vista en Argentina.

¿Cómo surgió la idea de tratar el personaje de Josef Mengele en la película?

Cuando yo empecé a escribir la novela ni siquiera era Mengele. Era un alemán de identidad desconocida. Y funcionaría igual. Si fuera un médico fanático y no fuera nazi, también funcionaría igual. Porque hay algo que hasta tiene ecos con el cirujano de “XXY,” que es un médico oscuro que cruzó el umbral y es capaz de todo. Que sea Mengele es anecdótico en un punto… a mí me pasaron dos cosas: por un lado, el comienzo de la novela fue también el comienzo de la película, que es esa familia, en esa ruta, y ese personajito de esa niña que es una especie de ninfa diminuta con su enganche con este tipo. Era medio lo único que sabía. Después sí, a medida que se transformó en Mengele, apareció todo ese universo de lo que Mengele hizo en nuestro país.

Tus historias son muy pequeñas, sobre personajes en algún tipo de cruce, lo cual es muy introspectivo. Pero por otro lado tiene estos “grandes pequeños mundos”, que dan la impresión de siempre estar funcionando detrás de todo. En gran parte tiene que ver la fotogenia de los lugares que vos elegís.

Está bueno que lo digas. Yo creo que eso es un gran mérito del equipo, te digo la verdad. El equipo era de 25 personas, el equipo de arte eran 5 personas. Para que esto que vos decís se genere, detrás hay mucha gente laburando. Hay algo de todo eso que se impregna en lo que la gente ve. Cuando la gente dice “Acá hay un mundo”, es porque de verdad hubo un equipo que pensó cada detalle. Hay un equipo laburando muy apasionadamente en estas cosas. Sino no te pasa. Yo creo que hay algo del cine que está tan en los detalles.

Tengo entendido que es la primera co-producción con Noruega [SØRFOND].

El año en que yo estaba tratando de armar la película se estaba cayendo Argentina del Fonsud [fondo de apoyo a la industria cinematográfica para el sur]. Cosa que era un golpe, porque está Ibermedia y está Fonsud para nosotros. Argentina no es considerada cinematografía que necesita del Fonsud, entonces ya nos están sacando de ahí. Y apareció este fondo nuevo en Noruega, que nadie sabía si era real o no, porque era demasiado bueno para ser verdad. Fuimos a Oslo para hacer una presentación, pensando que era mentira. ¡Y ganamos! Gracias a eso yo filmé. A mí se me estaba cayendo la película. Estábamos a punto de levantarla.

Hubo cierta reticencia en Alemania, ¿puede ser?

Fue una mezcla entre fascinación, tentación y un miedo atroz. Fui cuando estaba armando la película a buscar co-productores en el mercado de la Berlinale. Los alemanes me miraban y me decían “¿Por qué te vas a meter con este tema? ¿Por qué no hacés otra cosa?”. No les gustaba ni medio. Al mismo tiempo les interesaba y me decían “Traémela cuando esté terminada”. Lo que yo les decía era que, en la medida en que todos estos jerarcas nazis llegaron a la Argentina, el tema es nuestro también.


Y en Bariloche también hubo un poco de…

Ambientada en los ‘60s, narra la historia de la mutua fascinación entre Lilith, una niña de 12 años, y el médico alemán que cruza camino con su familia rumbo a Bariloche. Se trata de una co-producción argentina, francesa, española y noruega que aborda la cuestión del nazismo exiliado a plena vista en Argentina.

Como artista explorás varios medios. ¿Vos cómo te considerás?

Yo lo que más disfruto es escribir, lejos. Me gusta escribir guiones, pero lo que más me divierte es escribir literatura, a años luz de distancia de cualquier cosa. Me gusta estar metida ahí con una frase, digamos. Los meses o el año que estoy escribiendo una novela, cada día vale la pena. No hay nada que me guste más que estar escribiendo. El rodaje en sí me gusta mucho. Lo que pasa es que para hacer una película son 3 años, de los cuales lo que me divierte son las 6 semanitas de rodaje. Ni siquiera la previa. Es muy trabajoso, hay que ponerle mucho el hombro. Y me gusta mucho editar. Creo que lo que más se parece a filmar o escribir es editar. Son 10 semanitas de tranquilidad total que me encantan. Pero después la planificación y toda la previa me mata.

Y eso por ahí te quita las ganas de empezar un nuevo proyecto de película.

Ni bien terminó Wakolda dije “Quiero un año de escritura”. No quería saber nada. El mundo de la producción me parece muy bravo. Lo voy a hacer con mis películas porque no hay más remedio, sino no filmo. ¿Sabés lo que pasa? Cuando vos estás en la producción, se te llena la cabeza de números. Y los números son más urgentes que las palabras. Hay un lugar en el que, si vos tenés un problema porque no le podés pagar a un técnico, importa más que lo que estás escribiendo esa mañana. Entonces dejás de escribir. Tenés que elegir, no hay manera de hacer las dos cosas.

¿Qué tipo de cine te gusta?

Una mezcla enormísima de diferentes cosas. Hablando así de los indies, Todd Solondz me encanta. Me gusta el cine de Michael Haneke, de Bruno Dumont… de los argentinos me gusta el cine de Rejtman, me gusta toda la banda de Llinás, Piñeyro, Campusano, el cine de Lucrecia Martel me encanta, Fendrik me gusta mucho, las películas de Favio… pero después me gusta Bergman, Lynch, Woody Allen, Tarantino… tengo un espectro muy amplio, soy muy cinéfila. En general a mí me gusta mucho el cine que más que peripécico es sobre personajes, encuentros de personajes.

¿Qué comentario tenés para hacer respecto al estado actual del cine nacional?

Yo creo que lo que más frágil está ahora y lo que más tenemos que laburar y meterle el hombro es a la distribución. Yo soy parte del PCI [Proyecto Cine Independiente], una asociación de 60 directores de mi generación que estamos trabajando mucho en diferentes cosas que hacer con la distribución. Nosotros tenemos la suerte de tener una ley de cine. El nuevo cine argentino no nace de un repollo, nace porque hubo tipos – entre ellos mi viejo [el director Luis Puenzo] – que se arremangaron e hicieron una ley de cine que, aunque sea imperfecta, existe y gracias a eso existe el nuevo argentino. Salvo el caso de Piñeyro y los chicos que filman por fuera, tuvimos la suerte de estar subsidiados para poder filmar. La gente de afuera no lo puede creer. Está más difícil filmar en Europa que filmar en Latinoamérica, ni hablar en Argentina. Acá es más fácil filmar que afuera. Pero la verdad es que cuando llegamos a los cines se hace muy difícil. Es muy triste que vos estés 3 años de tu vida empujando una película y te barran en 2 semanas.

Con alguna peli de Pixar.

Con “Shrek 28”. La verdad es que somos todos una manga de locos que nos olvidamos de eso y volvemos a hacer una película. Creo que ahí hay todo un trabajo que hacer de circuitos de distribución, incluso sellos independientes de distribución. Están cerrando los distribuidores más chicos, que eran los que nos estrenaban, y se van a quedar tres majors… todo bien con las majors, pero nos vamos a tener que hamacar. Al margen de que es una respuesta larguísima para dar, creo que lo más delicado es la distribución, y la permanencia de nuestras películas en las salas. Ahí hay que laburar.

Por S TP