Por Lorena Loeza
  

Sucedió al parecer por casualidad: la semana pasada la televisión de paga se ocupó del tema del suicidio y la depresión vía documental desde tres visiones diferentes que son dignas de comentar.
  

Desmitificar la acción de quitarse la vida, pasa por la enumeración de las distintas causas que llevan a una persona a tomar esa decisión y en ningún caso representa una empresa sencilla, porque las razones de una sola persona para atentar contra el instinto básico de supervivencia, ameritan todo un tratado al respecto.
  

Pero me tocó en suerte ver tres tipos de documentales que abordan el tema desde tres perspectivas distintas y desde tres estilos diferentes, que dejan al final -como suele suceder- la reflexión de que en el cine no hay limites para la creatividad, la reflexión y las distintas miradas sobre un mismo tema.
  

El primer trabajo a comentar es “El puente” (“The bridge”, E. Steel, 2006) Este interesante documental se construye a partir de un dato que pareciera trivial y propio de un concurso de saberes populares y por tanto inútiles la mayoría de las veces. Resulta que el Golden Gate en San Francisco, es el lugar que más suicidios registra en el mundo; el sitio más asociado al acto de quitarse la vida en el mundo sumando cerca de 24 suicidios al año (por lo menos es la cifra que se registra durante la filmación de este documental, que duró precisamente cerca de doces meses).
  

Steel se da a la tarea de investigar la historia de los suicidas, entrevista a sus familiares, amigos o conocidos, así como a los testigos que presenciaron el hecho. Intercala este material con imágenes genuinas de las cámaras de seguridad, que registran el instante en el que las personas saltan al vacío. ¿El resultado? Un perturbador documento sobre la depresión, los trastornos emocionales, las ideas suicidas y el entorno. Y sobre todo, desvelando sin imponer, cómo las personas conviven a diario con este tipo de padecimientos sin entender la peligrosidad de no atender las señales de aviso a tiempo.
Historias verídicas de personas que tocaron fondo (incluido el caso de un sobreviviente) es de lo que se compone esta interesante aunque para algunos, morbosa propuesta. Interesante resulta siempre descender al fondo, sentir el vértigo de la muerte cerca. Todo un tema de reflexión, donde el puente es más que una estructura arquitectónica: se convierte en una auténtica conexión entre la vida y la muerte.
  

El segundo es un trabajo pertenece a la serie de producciones documentales que la cadena HBO produce como material exclusivo para sus suscriptores. Hay que decir que la cadena ha sabido asimilar la experiencia de producir material con calidad cinematográfico para televisión, produciendo trabajos como éste que conjuga varios elementos para hacerlo interesante: un tema polémico y poco tratado para el gran público, narrado por una de sus estrellas más identificables, James Gandolifini, que de hecho es coproductor de este material.
  

El documental “Wartorn 1861-2010” (J.Alpert, E. Goosenberg, 2010) se ocupa de las historias de los veteranos de guerra y combatientes repatriados, que sufren de Síndrome de Stress Postraumático producido por la terrible vivencia de haber participado en terribles acciones bélicas. Si bien para nadie es un secreto que la experiencia de la guerra no es fácil de superar para nadie, el documental abre una inquietante vertiente: las heridas emocionales sufridas por los combatientes, fueron identificadas desde que regresaron los soldados norteamericanos de la 1ª guerra mundial, pero recibían el nombre de “fatiga de combate” “melancolía” y mucho después “depresión.” Sin embargo, la depresión solo forma parte de un cuadro más complejo que ha demostrado de modo por demás trágico, que de no tratarse lleva a los excombatientes a la cárcel, el sanatorio mental y muy frecuentemente al suicidio.
  

Los horrores de la guerra, el haber estado tan cerca de la muerte y la desolación, genera en las personas un desequilibrio emocional severo, que se ve agravado en los soldados por las falsas ideas de lo que es la valentía, el honor y la debilidad que el ejército mismo promueve. Muchos de ellos no reconocen la necesidad de recibir ayuda por temor a ser considerados cobardes o traidores a los valores a los que juraron lealtad al alistarse en el ejército.
  

El documental sin embargo, se queda a la mitad de constituir una denuncia enérgica contra un sistema militar que inventa guerras donde mueren miles de jóvenes y daña emocionalmente de manera severa a muchos más. Sin un cierre contundente, el espectador conoce la historias de jóvenes combatientes y veteranos que en ocasiones sobreviven al infierno de haber conocido lo peor de la naturaleza humana, de haber tocado la oscuridad y no poder desprenderse de ella, y también la de otros tantos que prefirieron morir a seguir teniendo la misma pesadilla de muerte y sangre todas las noches.
  

En tercer lugar, y debido al reciente fallecimiento del Dr. Kevorkian – a quien la “creatividad” de los medios apodaba el “Dr. Muerte”- ocurrido el pasado 3 de junio, se proyectó en televisión del documental “Kevorkian” (M. Galkin, 2010), producido también por HBO.
  

Kevorkian es una de las figuras que abre la polémica sobre la eutanasia en los años recientes, cuando es acusado de homicidio por una corte norteamericana, después de haber confesado participar asistiendo a 130 enfermos terminales que habían expresado junto con sus familiares, el deseo de no continuar viviendo.
  

Kevorkian cuenta su historia al lado de otros testimonios de periodistas, familiares y parientes de las personas que acudieron al doctor en busca de ayuda para bien morir. Acusado de homicidio intencional, Kevorkian pasa ocho años en la cárcel, para salir y hacer carrera política y artística, exponiendo sus visiones sobre la oscuridad y la muerte a través de la pintura. El documental de corte biográfico se centra en contar la historia de un personaje famoso y polémico, pero alcanza a dejar en claro lo que constituye el centro de la polémica: cada persona tiene derecho a decidir la cantidad de dolor que es capaz de soportar. Dejar de sufrir por padecimientos que no tienen cura y causan dolor físico o emocional es una manera de afirmar el derecho de los enfermos a decidir sobre asuntos relativos a sus padecimientos, de manera libre e informada.
  

La cinta muestra estremecedores fragmentos de las entrevistas que Kevorkian grababa cuando las personas le pedían ayuda para terminar con su sufrimiento. La desesperanza, el vacío de una vida que se perdió y no va recuperarse, constituye el argumento central de defensa para un hombre que nunca se asumió como asesino, sino como refugio y ayuda de enfermos y familias que ya habían perdido toda esperanza.
  

Tres miradas al suicidio que no dejan de ser estremecedoras: los retos insuperables de la vida moderna, los trastornos emocionales, el horror de haber visto la muerte, y el dolor físico intolerable, son sólo algunas de las causas que son contadas en estos tres trabajos, que sin embargo, siempre nos llevan a la misma pregunta: ¿cuánta oscuridad es capaz de cargar sobre los hombros el ser humano? En tanto el tema siga siendo tabú para buena parte de la humanidad, solo podremos escuchar historias y hacer conjeturas.