Por Sergio Huidobro
Desde Morelia
En la larga, añeja y siempre apasionada disputa entre el mexicano promedio y el nacionalismo, la discusión siempre termina por anclar en las nociones de “adentro” y “afuera” que definen lo mismo nuestro patriotismo que nuestro malinchismo, chovinismo, orgullo o xenofobia. Los días recientes, cimbrados por el ritmo de los pies que avanzan desde Centroamérica hacia el corazón del país, han puesto a prueba, otra vez, nuestra resistencia, tolerancia o rechazo de lo que aceptamos como nuestro, como mexicano, y lo que dejamos afuera. Si me preguntan a mí, con resultados espeluznantes.
La decisión del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) de programar en su penúltima jornada de competencia dos co-producciones marcadas por el aroma de la extranjería, contribuye, aunque sea por las vías más involuntarias, a continuar este debate en la arena de lo cinematográfico. La caótica vida de Nada Kadic, de Martha Hernaiz, y Bayoneta, de Kyzza Terrazas, tienen temperaturas, calidades, facturas, intenciones y procedencias muy distintas, pero dialogan por el mero hecho de estar firmadas por cineastas mexicanos en otras latitudes, una en Escandinavia y la otra en los Balcanes.
Nada Kadic, como Tres mujeres: despertando de mi sueño bosnio (en competencia en este mismo festival en 2016) es otro de los meritorios ejercicios de alumnos mexicanos egresados de la escuela de cine fundada por Béla Tarr en Sarajevo. Buen amigo del FICM, en donde fungió como presidente de jurado en la pasada edición, el director de El caballo de Turín ha cultivado una relación constante con cineastas jóvenes de México interesados en cierta escuela de hiperrealismo social popularizado por los cines de Crustian Mungiu, Cristi Puiu o Danis Tanovic, entre otros.
El mayor bache en el camino de la película de Hernaiz (uno que nunca llega a sortear) es el de ser precisamente eso: un ejercicio de imitación aplicado y decoroso, pero con escasa vida propia. La protagonista, la Nada Kadic del título, es encarnada por la programadora y gestora bosnia Aida Hadzibegovic, quien sale bien librada como actriz amateur al tener pocos primeros planos y un manejo discreto del lenguaje corporal.
Como contraparte actoral, una niña de apenas dos años, pródiga en chillidos y balbuceos, resulta un curioso motor dramático para casi todas las situaciones, que se desarrollan a ritmo de una sola situación por plano, con escaso montaje interno, y muy pocos planos intercalados o con acciones simultáneas. Es una sintaxis sencilla, simple, casi improvisada, que da la sensación de que lo que vemos, simplemente, sucede porque sí. Cuando la niña es diagnosticada con una forma de autismo y la seguridad social se niega a protegerla, la madre inicia un viaje con motivaciones poco claras por la provincia bosnia.
En otro espectro de lo europeo, “Bayoneta”, de Kyzza Terrazas, sitúa en Finlandia la historia de un boxeador mexicano cuyos años de gloria quedaron ya atrás (Luis Gerardo Méndez, cuyo compromiso por desarrollar al personaje es lo más rescatable de la cinta) y se encuentra afincado en Helsinki, desde donde lamenta el abandono de su hija y ex-esposa en Tijuana. Cuando un vuelco del destino pone en quiebra inminente el gimnasio al que él y su entrenador (Brontis Jodorowski), Bayoneta decide ponerse los guantes otra vez, por última vez, para saldar cuentas con el pasado. Sí, eso mismo que estás pensando: otra vez esa premisa, que hemos visto otras 35 veces en el cine pugilístico, y que hemos visto mejor, con una puesta en cámara menos esquemática y menos apretada de lugares comunes, con una psicología menos acartonada en el protagonista y motivaciones menos recicladas.
Pocas cosas están plenamente justificadas en “Bayoneta”: la necesidad de utilizar a Finlandia como escenario (más allá de las conveniencias de la co-producción, se entiende), la sub-trama débilmente ubicada en Tijuana, ni el actuar de varios miembros del elenco de secundarios, a quienes hemos visto, por ejemplo, en el cine de Kaurismaki con resultados diametralmente opuestos. “Bayoneta” no es un fallo absoluto, pero es su tibieza, su conformismo y su artificialidad lo que la hace salir de la memoria apenas empiezan a correr los créditos finales.